Cooperar para crecer. Francisco Zariquiey Biondi

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Cooperar para crecer - Francisco Zariquiey Biondi Biblioteca Innovación Educativa

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si tus alumnos tienen poca experiencia, gestionarán peor el trabajo en equipo y, por tanto, se presentarán más conflictos que pueden no afrontarse de la forma más adecuada. Esto hará que lleguen a la desintegración más rápidamente.

      Si tienes en cuenta que esta puede ser la situación más común en Educación Infantil, principalmente en los primeros años, debes considerar dos premisas básicas a la hora de decidir la duración de los agrupamientos:

      • Es necesario que des suficiente tiempo a los grupos para que se conozcan y lleguen a las fases de regulación y, sobre todo, de desempeño.

      • Si tus alumnos tienen poca experiencia cooperativa, los grupos deben permanecer juntos menos tiempo, ya que van a surgir conflictos que sus integrantes no van a saber gestionar y, por ello, se va a acelerar su desintegración.

      En conclusión, puedes empezar manteniendo los grupos durante un mes o mes y medio para, con el tiempo —en cuanto los alumnos vayan adquiriendo destrezas cooperativas—, llegar al trimestre. Esta nos parece la temporalización “ideal”, ya que los niños tienen tiempo de conocerse y aprender a trabajar juntos, logrando así una dinámica de trabajo eficaz y la cohesión del grupo, en la medida en que desarrollan una identidad grupal más fuerte. Además, el curso escolar se estructura en tres trimestres, lo que te permite compatibilizar el diseño de la estructura cooperativa con la burocracia escolar.

      Por otro lado, debes tener en cuenta que mantener los grupos durante un período más largo sería excesivo, ya que pretendemos que los niños aprendan a trabajar con los demás, no solo con unos pocos. Pero recuerda que nadie mejor que tú conoce a tus alumnos, por lo que deberás valorar, teniendo en cuenta sus características y destrezas, cuál es la duración ideal para los equipos de tu clase.

      Es necesario precisar que no debes abordar la duración de un agrupamiento de una forma tan rígida que obstaculice la gestión de conflictos dentro de los equipos. Nosotros somos partidarios de que, siempre que existan argumentos de peso que lo justifiquen, se hagan cambios en los equipos con el fin de garantizar un contexto positivo de aprendizaje para todos los alumnos. La única premisa que debes tener en cuenta es que nunca debes hacer cambios “a la carta”, y menos cuando escuches algo del tipo: “Es que mi hijo no se lleva bien con ese otro”, “Mi hija no encaja con los compañeros que le han tocado” o “Veo que mi hijo no avanza con los niños con los que le has puesto”. Pero ¡cuidado! Eso no significa que haya que ignorar la situación: si observas que los motivos que aducen el alumno o su familia justifican un cambio de grupo, lo podrás tener en cuenta.

      Formamos los grupos

      Ahora que ya vas teniendo claro qué criterios te servirán para diseñar los agrupamientos, así como el tamaño y la duración de los mismos, viene la “pregunta del millón”: ¿Quién trabajará con quién?

      A la hora de distribuir al alumnado entre los distintos grupos, puedes encontrar propuestas muy variadas, que giran en torno a tres posibilidades: que los niños se agrupen libremente, que sea el azar el que configure los equipos, o que seas tú quien gestione esos agrupamientos bajo tu criterio. Como verás, no tienen nada que ver entre ellas y, además, cada una tiene sus ventajas y sus inconvenientes, que debes conocer y valorar para utilizarlas de forma estratégica.

      1. Grupos seleccionados por los propios alumnos #EllosEligen

      Lo primero que se te habrá pasado por la cabeza al contemplar esta posibilidad es lo siguiente: “¿En qué estaba pensando el que decidió que esto era una buena opción?” Hay multitud de autores que opinan lo mismo, que se trata del procedimiento menos recomendable, ya que suele derivar en grupos más homogéneos y basados en la afinidad; esto puede acarrear algún efecto negativo, por ejemplo, que los alumnos se distraigan de las tareas o que disminuya la posibilidad de que amplíen su círculo de relaciones. A eso se une que puede ocurrir que algunos niños no sean “elegidos” para ningún grupo, con el consiguiente impacto negativo que esta situación puede tener en la idea que tienen sobre sí mismos.

      Pero hay una variable que no muchos contemplan y que puede convertirse en una ventaja muy interesante: los niños, agrupados por afinidad, muestran una actitud más favorable hacia el trabajo en equipo, lo que puede resultar conveniente para los más pequeños o para los que no quieren trabajar juntos.

      A partir de este apunte, si lo planteas de la forma adecuada, este procedimiento puede resultarte útil en determinadas ocasiones, si se cumple la famosa regla del “solo si”:

      • Solo si se trata de equipos esporádicos que realicen actividades muy concretas. Nunca debe utilizarse para formar equipos-base.

      • Solo si tomas las precauciones necesarias para que nadie se quede sin grupo al no ser elegido. Si tienes la más leve sospecha de que esto pueda ocurrir, es mejor que evites este tipo de procedimientos.

      Utilizados de esta forma, los grupos creados por los propios niños pueden resultar adecuados, al tiempo que añaden un plus de motivación hacia el trabajo en equipo, derivado de la elección que realizan.

      Otras variantes: una modificación útil de este procedimiento consiste en hacer que los alumnos nombren a varios compañeros con los que les gustaría trabajar y luego tratar de asegurarte de que en el equipo-base todos trabajen con, al menos, una de sus elecciones. Esto resulta especialmente interesante en Educación Infantil, ya que favorece que las primeras experiencias de trabajo cooperativo sean positivas y promuevan una mayor motivación.

      2. Grupos seleccionados al azar #LaSuerteElige

      Si la posibilidad anterior sonaba poco razonable, esta no lo es menos: que sea la suerte la que determine tus equipos. Pero ya se dice que el azar es caprichoso y, al no utilizar ninguna pauta específica para la formación de los grupos, esto supone una falta de control total sobre la configuración de los agrupamientos. ¿Qué ocurre si coinciden dos alumnos que se llevan mal? ¿Y si los cuatro son disruptivos? ¿Y qué sucede si existe entre ellos una relación de dependencia poco saludable?

      Ahora bien, ya vas cogiéndonos el truco y sabes que siempre hay una cara amable en toda propuesta. Como en el caso anterior, el azar presenta algunas ventajas que pueden interesarte en determinados momentos, bajo la más que conocida regla del “puede que”:

      • Puede que descubras posibilidades que nunca hubieras contemplado. En ocasiones, al formar los grupos, los docentes nos dejamos llevar por nuestras expectativas con respecto a cómo trabajarán juntos determinados alumnos o a su capacidad para desarrollar determinados roles o tareas. Pero a veces, el azar puede contradecir dichas expectativas y mostrarnos nuevas oportunidades de potenciar el aprendizaje a través de la cooperación.

      • Puede que en la vida les toque trabajar con gente muy variopinta (como la que nos encontraríamos en agrupamientos basados en el azar) y debemos desarrollar las destrezas y actitudes necesarias para hacerlo.

      Contraindicaciones: si en alguna ocasión decides emplear este procedimiento, ten en cuenta que únicamente te puede servir en la configuración de equipos esporádicos que realicen actividades muy concretas. Nunca debe utilizarse para formar equipos-base.

      3. Grupos configurados por el docente en función de criterios concretos #TúEliges

      Ahora sí lo estás viendo claro, esto suena a procedimiento estándar. Pues tenemos que darte la razón, es el más usado a la hora de distribuir al alumnado en los equipos cooperativos, ya que permite controlar el grado de heterogeneidad y homogeneidad de los agrupamientos en función de uno o más criterios. Esto nos proporciona una herramienta muy valiosa para diseñar situaciones de interacción que se adapten a las necesidades

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