El cerebro XX. Lisa Mosconi
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PARTE 1
Asimilar: la investigación
detrás de la práctica
Capítulo 1
Los mecanismos internos
del cerebro femenino
John Gray, en su éxito comercial Los hombres son de Marte, las mujeres son de Venus, acuñó esta conocida metáfora que habla de la fascinación de la ciencia popular en torno a las diferencias psicológicas entre los hombres y las mujeres. Existen innumerables rutinas de comedia que disfrutan burlarse de esta famosa batalla entre los sexos. Si eso quisiéramos, podríamos unirnos a esta tendencia al imaginar un cerebro femenino que consistiera de zonas como el nodo de comer chocolate, la glándula del chisme, o la desbordada región de hijos-matrimonio. Por supuesto, nuestras contrapartes masculinas tendrían su propia colección de áreas igualmente satirizadas, incluyendo un par de glándulas de herramientas eléctricas, un lóbulo de creación inmediata de excusas tontas y la siempre desafiante zona de “desentenderse y no admitirlo”.
El origen de las diferencias en el comportamiento entre hombres y mujeres ha sido un tema de discusión desde la historia antigua. Sin embargo, la idea de que el cerebro podría ser el principal medio a través del cual los hombres y las mujeres se comportan de manera diferente es sorprendentemente moderna, ya que esto se aceptó como factor determinante hasta la década de 1960. Antes de esa época, la gente estaba convencida de que los genitales eran el núcleo del asunto. Luego, en 1992, los científicos realizaron un descubrimiento sumamente poderoso: que el estrógeno y la testosterona, nuestras hormonas sexuales, influyen en nuestro comportamiento sexual y en nuestra función cerebral.1 En otras palabras, las hormonas ligadas a nuestra sexualidad también son cruciales para el funcionamiento general de nuestra mente.
Aunque el sexo y las hormonas no ofrecen una explicación universal para nuestra salud y nuestro comportamiento, las diferencias de género en el cerebro se manifiestan de muchas maneras fascinantes, aunque comúnmente ignoradas. Esto se debe (parcialmente) a que las hormonas están hechas de nuestro ADN, y como bien sabemos, éste varía dependiendo de nuestro sexo. Sin embargo, son pocas las personas que saben que el cromosoma X es mucho más grande que el cromosoma Y, que es relativamente pequeño, al contener 1,098 genes en comparación con los 78 del cromosoma Y. Esto significa que una mujer, portando su doble X, posee más de 1,000 genes más que un hombre, muchos de los cuales son cruciales para la producción hormonal y la actividad cerebral.
LA “X” INDICA EL LUGAR: EL CEREBRO
IMPULSADO POR LOS ESTRÓGENOS
Todas las mujeres están conscientes (por lo menos a nivel intuitivo) de la comunicación constante entre el cerebro y las hormonas, incluso muchas de nosotras les atribuimos nuestro estado de ánimo. En efecto, las hormonas femeninas tienen fuertes y profundos efectos en el cerebro que van mucho más allá de los típicos síntomas del síndrome premenstrual y los múltiples altibajos asociados con nuestro ciclo.
Las hormonas son poderosas sustancias químicas que están involucradas en casi todos los procesos corporales y cerebrales, incluyendo el metabolismo celular, el crecimiento de tejidos y la recuperación de lesiones. Las hormonas mantienen la agudeza, la energía y la juventud de nuestro cerebro, mantienen la fuerza de nuestros huesos, la actividad de nuestro intestino y la potencia de nuestra vida sexual; también afectan nuestro peso, nuestra función inmunológica y la forma en que transformamos el alimento en combustible. Gracias a los múltiples roles que abarcan, nuestras hormonas influyen en todos los aspectos de nuestra fisiología y, por ende, de nuestra salud física y mental. Cuando tus hormonas están fuera de control lo sientes en todo el cuerpo, desde tus articulaciones hasta tus pensamientos. Dependiendo de si están bien o mal equilibradas, experimentaremos cambios en las funciones corporales y en aspectos como nuestro poder cognitivo, estado de ánimo, alerta mental y hasta la forma en que pensamos, hablamos, sentimos y recordamos.
Pese a que todas las hormonas son importantes, casi todas las investigaciones señalan que el 17ß-estradiol, mejor conocido como “estrógeno”, es uno de los principales controladores hormonales de la salud cerebral de las mujeres”.2 El estrógeno es el “regulador maestro” del cerebro femenino, pues desempeña muchos roles que en realidad no tienen nada que ver con la reproducción y todo que ver con la vitalidad. El estrógeno tiene un papel clave en la regulación de la producción de energía y el equilibrio de varias funciones cerebrales (homeostasis). Esto es de suma importancia para mantener la salud y la actividad de las células cerebrales (neuronas) y para fomentar la actividad cerebral en las regiones encargadas de la memoria, la atención y la planeación.
Lo que es más importante: el estrógeno es una hormona neuroprotectora, pues juega un rol defensivo crucial al impulsar el sistema inmunitario desde el cerebro, protegiendo a las neuronas de cualquier daño y fomenta la formación de nuevas conexiones entre ellas. Por ende, un cerebro bien conectado es más resiliente y adaptable. Además, curiosamente, el estrógeno funge como “el Prozac de la naturaleza”; sus niveles influyen en la producción de ácido gamma-aminobutírico (GABA) en el cerebro, una sustancia química que tranquiliza al sistema nervioso gracias a sus propiedades calmantes y promueve la liberación de endorfinas: los analgésicos naturales del cuerpo. Finalmente, todas nuestras hormonas contribuyen al flujo sanguíneo y la circulación en el cerebro, crucial para garantizar el suministro adecuado de oxígeno y nutrientes.
Todos estos efectos suceden en el cerebro desde el momento de la concepción, durante el desarrollo del embrión en el vientre. Con el tiempo, las hormonas circulantes desempeñan un papel importante en la diferenciación sexual del cerebro.3 Los andrógenos (hormonas masculinas como la testosterona) producen un cerebro “masculino”, mientras que la falta de esos andrógenos, con un aumento subsecuente de estrógenos (hormonas femeninas) producen un cerebro “femenino”.
Aunque estas diferencias son sutiles, si examináramos de cerca los cerebros de hombres y mujeres, como hago yo en mi trabajo, quizá podríamos advertirlas. Por ejemplo, dependiendo de la hormona que abunde más en tu cerebro (el estrógeno en las mujeres, la testosterona en los hombres), podrías producir más cantidad de ciertos neurotransmisores (los mensajeros químicos que el cerebro utiliza para señalar, comunicar y procesar información). Por lo general, el cerebro masculino produce más serotonina, el neurotransmisor que nos hace “sentir bien” y que está involucrado en el estado de ánimo, el sueño e incluso el apetito.4 En cambio, las mujeres producen más dopamina (sustancia química presente en el cerebro que regula nuestra determinación y motivación para realizar cosas y obtener recompensas).
Lo que resulta más intrigante es que algunas partes de nuestro cerebro muestren “dimorfismo sexual”, lo cual significa que están construidas de forma ligeramente distinta dependiendo del sexo.5 Por ejemplo, que hombres y mujeres vean las cosas de manera distinta resulta ser una observación tanto literal como figurada. En las profundidades de la corteza visual (la parte del cerebro que se encarga de procesar información óptica) encontramos un excelente ejemplo de por qué hombres y mujeres no siempre se ponen de acuerdo. Mientras que los hombres poseen más células M, responsables de la detección del movimiento, las mujeres tienen más células P, encargadas de detectar objetos y figuras (¿acaso esto explica la capacidad superior que tienen las mujeres de encontrar cosas en el refrigerador?).