El cerebro XX. Lisa Mosconi
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¿Qué ocurre con las mujeres posmenopáusicas y mayores?, ¿deberían darse por vencidas? Por supuesto que no. La edad no es más que un número. Se trata más bien de lo que hay en tu mente y cómo cuidas tu cuerpo y tu cerebro. Dicho esto, cuanto más pronto empecemos a cuidar de ambos, mejor (y nunca es demasiado tarde). En este libro revisaremos diversas estrategias orientadas a optimizar la salud cognitiva en las mujeres de todas las edades. Nunca es tarde para comenzar a cuidar de ti misma; el objetivo es elegir la estrategia correcta con la “edad hormonal” de cada mujer, así como con una serie de factores genéticos, médicos y de estilo de vida. No importa si tienes sesenta, setenta, ochenta (o más), involucrarte en prácticas preventivas es una forma eficaz de aclarar tus pensamientos, fortalecer tu mente y nutrir tus recuerdos. Si tú o algún ser querido está experimentando pérdida de memoria o deterioro cognitivo, tengo la esperanza de que las recomendaciones de este libro ayudarán a aliviar los síntomas, mejorar el equilibrio emocional y fortalecer la resiliencia.
Éste es el momento idóneo para reconocer que muchas mujeres que nacen con los cromosomas XX están dispuestas a someterse a cambios hormonales para transitar de un género al otro. En 2020, la sociedad se ha dado cuenta de que el género va mucho más allá de la simple distinción cromosómica binaria establecida al nacer (como alguna vez se pensó). De hecho, hay una fluidez y complejidad en torno al género que permaneció oculta por muchos años. Los cambios hormonales que ocurren en aquellas mujeres que se someten a tratamientos hormonales mientras hacen la transición al género masculino obviamente difieren significativamente de aquellos que experimentan las mujeres que nacieron mujeres y continúan siendo mujeres. Por desgracia, las transiciones específicas que experimentan las personas transgénero no han sido suficientemente bien estudiadas, al menos en términos de sus efectos en el cerebro, algo que representa una oportunidad importante para investigaciones posteriores. Para quienes se someten a esas transiciones mi esperanza es que este libro pueda convencerte de dialogar con tu médico sobre los efectos de las hormonas en tu cuerpo y tu cerebro.
Para todas las mujeres (tanto las nacidas bajo el sexo femenino como aquellas en transición) mis recomendaciones sobre cómo utilizar este libro son exactamente las mismas. Deja que se convierta en tu guía y genere los argumentos necesarios para tener discusiones francas y significativas con tu médico. Cuando colaboramos de esta manera, podemos descubrir los mejores planes de acción disponibles, personalizados y esenciales para nuestro bienestar de cara al futuro.
Capítulo 2
Disipar mitos en torno
a la salud cerebral de la mujer
En veinte años de investigación, algunos de los descubrimientos más sorprendentes, importantes y olvidados con que me he encontrado se relacionan con cómo funciona realmente el cerebro femenino. Sin embargo, debido a que el cerebro de las mujeres se ubica lejos del área reproductiva, estas diferencias vitales siguen siendo ignoradas. Un buen ejemplo de esto es el alzhéimer, una enfermedad que supone un gran riesgo para la salud de las mujeres, pero del que nadie habla. Si supiéramos que dentro de treinta años un meteorito golpeará a varios millones de personas, lo más probable es que destinaríamos recursos e inteligencia para detenerlo. En vez de eso, la mayoría de las mujeres ni siquiera está consciente del problema, los medios de comunicación masiva no reportan nada al respecto y los médicos no tienen el entrenamiento adecuado para enfrentar esta situación.
Así que antes de hablar sobre el futuro que aguarda a cada mujer y a las mujeres en conjunto, echemos un vistazo a algunos mitos persistentes que nos han impedido reconocer, abordar y prevenir los riesgos únicos para la salud cerebral femenina.
Éste es un momento en el que el sesgo ha pasado a un primer plano de la cultura, en muchos casos es sumamente real y necesita confrontarse. Desde la perspectiva del cuidado de la salud, existen algunos sesgos que merecen atención inmediata y global, porque, como cualquier prejuicio, sus consecuencias pueden ser extensas y desastrosas. En particular me refiero a la tendencia general de descartar las preocupaciones de las mujeres por su género (“te sientes rara porque eres mujer”) o edad (“te sientes rara porque estás envejeciendo”).
El doble sesgo del que son objeto las mujeres no es la única visión desinformada en torno al envejecimiento. Por un lado, el campo de la investigación sobre el alzhéimer experimenta un problema similar. De hecho, por lo general se entiende que la enfermedad es el resultado inevitable de una serie de genes defectuosos, de la vejez, o ambos. Podrás imaginarte lo difícil que ha sido lograr un panorama objetivo sobre el riesgo real de alzhéimer para las mujeres (y cuán importante es tener esta perspectiva en mente).
Parte de la discusión se centra en novedosas investigaciones en el campo del alzhéimer. Esto se debe principalmente a que el alzhéimer es la manifestación más extrema de un cerebro en agonía, pero al descubrir qué nos lleva a padecerlo podemos entender cómo evitarlo. Si utilizamos la metáfora del alzhéimer como una caída en la bolsa de valores, podemos decir que los economistas que analizan estas caídas también estudian cómo se conforma una economía saludable; y en el caso del alzhéimer los científicos que lo estudian apenas están aprendiendo qué hace que un cerebro sea saludable, resiliente y longevo.
Mientras que algunos de estos descubrimientos son particulares, otros muy importantes tienen un alcance mucho más amplio: ofrecen evidencia de una verdad incómoda pero inevitable, existen factores específicos que hacen que las mujeres sean especialmente vulnerables y proclives a un impacto negativo en la salud del cerebro a nivel general. Aunque ambos géneros pueden experimentar cambios cognitivos, los hombres y las mujeres suelen experimentarlos por motivos distintos. Las diferencias provocadas por el sexo en el envejecimiento cerebral y la demencia empiezan a ser reconocidas, pero las consecuencias de estos hallazgos ya están cambiando la manera en que luchamos contra las enfermedades.
MITO #1: LOS GENES SON DESTINO
Siempre ha existido la idea de que las enfermedades que afectan el cerebro tienen su origen en la genética, y que si tu madre o tu padre padecieron una enfermedad, lo más probable es que tú también la sufras. Pero una gran cantidad de investigaciones recientes que emplean tecnología de imágenes y secuenciación genómica de última generación han trastocado por completo nuestro entendimiento del rol que tienen el envejecimiento y la genética en el desarrollo de muchas enfermedades, empezando por el alzhéimer. Actualmente, está claro que los genes no son destino y que el envejecimiento no es un camino directo hacia enfermedades ineludibles.
La realidad es que, mientras que algunas personas en efecto desarrollan enfermedades como el alzhéimer debido a mutaciones genéticas en su ADN, esto no le sucede a más de 1 o 2 por ciento de la población.1 Este número es mucho menor de lo que se pensaba antes, y claramente contradice la historia de que los genes son destino en lo que respecta a la demencia. Hablaremos sobre estas mutaciones genéticas y cómo determinar si posees alguna más adelante. Por ahora, sólo digamos que la gran mayoría de los pacientes nace sin estas mutaciones. Para la mayoría de la gente, el riesgo está menos relacionado con “genes defectuosos” que con la combinación de nuestra composición genética, salud médica, el entorno en que vivimos y todas las decisiones que tomamos a diario.
Esto de ninguna manera quiere decir que nuestros genes no sean importantes. Nuestro ADN está involucrado en todos los aspectos de nuestra vida, incluyendo aquello que nos hace mujeres. Sin embargo, desde una perspectiva médica, resulta que nuestros genes no son tan deterministas como solíamos creer. Los avances en la secuenciación genética y la llegada de los estudios de asociación del genoma completo (GWAS, por sus siglas en inglés) han arrojado luz sobre algo llamado la naturaleza “multigénica” de la salud y la enfermedad. Esto se refiere las redes interactivas de múltiples genes que influyen en nuestra longevidad y bienestar en contraste con un solo “gen defectuoso”