El cerebro XX. Lisa Mosconi

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El cerebro XX - Lisa Mosconi Para estar bien

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      Todo esto nos trae de vuelta a nuestro punto de partida: ¿puede un par de años de diferencia explicar por qué dos de cada tres pacientes con alzhéimer son mujeres?10 Habiéndolo analizado de cerca, me parece poco probable. Aunque la edad ciertamente tiene un rol importante, los modelos estadísticos que consideran las tasas de mortalidad según el género muestran ampliamente la razón de 2:111 a cualquier edad. Dicho de otro modo: las mujeres con alzhéimer superan a los hombres con alzhéimer (dos a uno) sin importar su edad, edad de fallecimiento o diferencias en la esperanza de vida. Los estudios de imagenología cerebral mencionados en el capítulo 1 también respaldan estos hallazgos al revelar que el problema no es que las mujeres vivan más, sino que al parecer comienzan a desarrollar la enfermedad antes, en específico, alrededor de la menopausia. Si recuerdas la introducción, una mujer joven de hasta cuarenta y cinco años ya tiene una probabilidad de 20 por ciento de desarrollar alzhéimer.

      Más aún: si el problema sólo fuera que las mujeres viven más que los hombres, entonces las mujeres también serían más propensas a padecer otras condiciones relacionadas con el cerebro como derrame cerebral o Parkinson. Sin embargo, de forma muy evidente, eso no ocurre. El riesgo de un derrame cerebral es el mismo en hombres que en mujeres, mientras que el Parkinson suele afectar más a los hombres. Además, si revisamos las quince principales causas de muerte en Estados Unidos actualmente, los hombres muestran tasas de mortalidad más altas que las mujeres. El alzhéimer (ubicado en la sexta posición de las principales causas) es la única enfermedad que mata a más mujeres que hombres12 en todos los grupos de edad. En Inglaterra y en Australia, el alzhéimer y la demencia se han convertido en las principales causas de muerte para las mujeres, arrebatándole la primera posición a las cardiopatías.

      El punto no es ignorar ni descartar a los pacientes masculinos y su sufrimiento (tenemos muchos pacientes masculinos con alzhéimer y nos preocupamos por ellos igual que por nuestras pacientes femeninas). El punto es que el tipo de cuidado que existe para el alzhéimer no considera las diferencias de género en el desarrollo de la enfermedad y por desgracia pasa por alto riesgos específicos para las mujeres. Únicamente al brindar atención especializada para ambos géneros es que la medicina logrará lo que debe alcanzar: aliviar el sufrimiento y elevar el bienestar humano. Entonces, ¿qué podemos hacer al respecto?

      MITO #3: UNA CURA SE ENCUENTRA

      A LA VUELTA DE LA ESQUINA

      La medicina occidental posee una falla desafortunada en su acercamiento a la salud, la cual se basa en la premisa de que no hay nada que hacer para prevenir que se establezca una enfermedad. En consecuencia, como sociedad, solemos esperar a que de pronto padezcamos un problema, luego contemplamos una cirugía o los mejores y más novedosos medicamentos para deshacernos del problema de salud que experimentemos en ese momento. Este enfoque funciona siempre y cuando estemos tratando de arreglar una fractura de hueso o luchando contra una súbita infección bacteriana. Sin embargo, no es eficiente para muchas otras cosas, y ciertamente no es útil para nuestro cerebro. Claramente, la cirugía no es una solución práctica en este caso, dado que es imposible que extraigamos partes de nuestra materia gris. Los medicamentos también han demostrado ser bastante decepcionantes. Algunos de los mejores ejemplos de esto provienen justamente del tratamiento del alzhéimer, cuya tasa de fracaso farmacológico es de 99.6 por ciento.13

      Hasta ahora no hemos encontrado una cura para el deterioro cognitivo y la demencia. Existen algunos medicamentos aprobados por la FDA, como los inhibidores de acetilcolinesterasa (Aricept, Exelon, Razadyne) y memantina (galantamina), que ayudan a disminuir los síntomas por algunos años. Sin embargo, son incapaces de detener el avance de la enfermedad y de ninguna manera suponen una cura. También cabe mencionar que el medicamento más utilizado para combatir el alzhéimer, Aricept, parece funcionar mejor en hombres que en mujeres.14

      Una nueva generación de fármacos modificadores de la enfermedad, diseñados para actuar como vacunas, ha estado en desarrollo desde hace algún tiempo. Éstos están diseñados para eliminar las placas del alzhéimer (amiloides) del cerebro, o evitar que sean depositadas ahí. Actualmente, se han llevado a cabo seis estudios de fase 3, nivel considerado el punto de referencia de los ensayos clínicos, pero todos han fallado.15 El problema es que el fracaso de los ensayos clínicos no se debe a que los medicamentos no tengan el efecto esperado. De hecho, las vacunas amiloides sí funcionaron: tras unos años de tratamiento, las placas cerebrales habían desaparecido.16 No obstante, los pacientes no mejoraron. El tratamiento no disminuyó el déficit cognitivo y, en algunos casos, pareció empeorarlo.

      Algunos científicos argumentan que la eliminación de las placas es la estrategia correcta, pero que el momento no ha sido el adecuado. Cabe la posibilidad de que arrancar el tratamiento durante la fase inicial del alzhéimer, cuando la enfermedad aún está bajo control, produzca mejores resultados. Varios ensayos clínicos están probando vacunas para la prevención del alzhéimer si los resultados de estos estudios son positivos, nos dotarán de un arma increíble en nuestra guerra contra la enfermedad. Si no lo son, entonces regresaremos a nuestro punto de partida.

      LA REALIDAD: ¡EL CUIDADO Y LA PREVENCIÓN EXISTEN!

      Y AMBOS DIFIEREN POR GÉNERO

      Gracias a las últimas investigaciones, podemos aprovechar la recién descubierta ventana de oportunidad para identificar, abordar y actuar respondiendo a nuestros factores de riesgo antes de que aparezca cualquier síntoma.

      Alentados por la nueva ola de datos que muestran que la prevención del alzhéimer es factible, cada vez es más común para los proveedores médicos brindar cuidado clínico directo para mejorar la salud cerebral, reduciendo así el riesgo de padecer alzhéimer, con algunas prácticas centradas en la evaluación de riesgos y en la intervención temprana. Los ensayos clínicos más recientes17 han proporcionado evidencia convincente de que la reducción de riesgos puede ayudarnos a conservar nuestra función cognitiva durante la vejez. En vista del actual fracaso de los medicamentos para el alzhéimer como una opción viable, este hallazgo nos ofrece la alternativa que tanto hemos buscado: renueva la esperanza y nos motiva a hacer lo necesario para protegernos y desarrollarnos a lo largo de todas las etapas de nuestra vida.

      Ésta es una excelente noticia, sobre todo para las mujeres, dado que existen pruebas convincentes de que el cerebro femenino puede beneficiarse de prácticas específicas en términos médicos y de estilo de vida, permitiéndonos inclinar la balanza a nuestro favor. Estas intervenciones son más seguras y se toleran mejor que los medicamentos, con lo cual ofrecen resultados igualmente efectivos e incluso mejores. La clave está en personalizar el tratamiento dependiendo de los riesgos y las necesidades de cada paciente. En el siguiente capítulo analizaremos algunos de los factores de riesgo que más afectan el cerebro femenino, y cómo abordarlos.

      Capítulo 3

      Riesgos únicos para la salud cerebral

      de la mujer

      Uno de los avances más alentadores en el campo de la salud y el bienestar de la última década ha sido el reconocimiento de que centrarse en la singularidad de los pacientes abre la puerta a estrategias más efectivas para la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Esta noción es la base sobre la cual se erige la “medicina de precisión”, un enfoque novedoso que analiza un espectro amplio de determinantes de salud que van más allá de las predisposiciones genéticas para incluir elementos como la forma en que viven los pacientes, dónde trabajan, a qué tipo de toxinas están expuestos, cuánto estrés tienen en su vida y varios aspectos adicionales de su historia clínica pasada y actual. Con esa conciencia, uno puede atender riesgos específicos y la forma en que interactúan entre sí antes de tiempo.

      La salud cognitiva pertenece a este mismo marco de referencia. Nuestra capacidad para pensar con claridad y mantener una mente

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