El cerebro XX. Lisa Mosconi
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El cerebro XX - Lisa Mosconi страница 7
Como resultado, las diferencias de género en la conectividad cerebral son particularmente notorias en el sistema límbico (la parte del cerebro que incluye el hipocampo y la amígdala que mencionamos), y eso resuena en las experiencias de amor y afecto, respondiendo así a los factores involucrados en tener una familia.7 Esta parte del cerebro es responsable de generar las motivaciones y emociones que gobiernan los instintos parentales, desde amamantar a un niño hasta protegerlo, sin olvidar el impulso de involucrarse y jugar con él. Si tienes hijos, es probable que hayas entrado a hurtadillas a su habitación por la noche para comprobar que sigan respirando o a plantarles un beso en la frente antes de dormir, o tal vez te hayas sorprendido sonriendo al pensar en leerles su cuento favorito antes de dormir, pese al hecho de que probablemente les hayas leído esa historia más de cien veces; todas éstas son señales del lóbulo límbico en acción. Los hombres también lo tienen, pero las mujeres poseen sus cualidades de sobra. De pronto, algunos estereotipos culturales que todos conocemos no nos parecen tan extraños, ¿cierto?
Cabe señalar que, hasta cierto punto el cerebro masculino y el femenino están conectados de forma distinta y muestran algunas diferencias bioquímicas, pero eso no tiene gran impacto en el comportamiento. Para ser totalmente claros, no hay nada en nuestra biología que justifique la brecha de género en temas de equidad, salario u oportunidades. Tampoco existe una base científica para un “cerebro de género”. El azul frente al rosa, la Barbie frente al Lego, el empresario frente a la secretaria (constructos sociales que no tienen que ver con la estructura y el funcionamiento de nuestro cerebro). Por desgracia, el resultado de muchos estudios científicos comúnmente se ha manipulado para dar a entender que un género, el masculino, es mejor o intelectualmente superior que el otro. Quizás hayas oído hablar de la idea de que “ser brillante para las matemáticas es un fenómeno masculino”, un prejuicio que ignora que los hombres han tenido acceso a la educación superior por un lapso mayor que las mujeres, sin mencionar que existen mujeres matemáticas brillantes, a pesar de tales obstáculos: Ada Lovelace, Emmy Noether y Katherine Johnson, por mencionar sólo algunas. La realidad de las cosas es que hombres y mujeres poseen la misma capacidad intelectual, aunque obtengamos nuestros resultados a través de rutas neuronales medianamente distintas.
Dicho esto, desde una perspectiva puramente biológica, los hombres y las mujeres son hasta cierto punto distintos. Dicha diversidad produce riesgos a la salud y vulnerabilidades específicas para cada género. En particular, algo mucho más cercano a mi investigación y que debemos considerar con urgencia es que cada vez aparecen más textos que muestran que los cerebros masculino y femenino envejecen de manera distinta, en parte debido a los cambios en la cantidad y la calidad de las hormonas.
Nuestro cerebro atraviesa una serie de transiciones hormonales a lo largo de nuestra vida, a medida que pasamos de la infancia a la pubertad, y finalmente a la pérdida de la fertilidad y el comienzo de la menopausia. Mientras que en la pubertad hay una explosión de poder hormonal, la pérdida de fertilidad en las mujeres puede ser un golpe más duro de lo anticipado. Si consideramos al estrógeno como combustible para el cerebro (y no para producir bebés), la magnitud del cambio se hace mucho más evidente.
EN EFECTO, “TODO ESTÁ EN TU MENTE”
Como se menciona al principio de este libro, mis colegas y yo nos hemos enfocado en la salud cerebral de las mujeres a medida que envejecen. Con “envejecer” no insinúo que hayan adquirido el estatus de “adulto mayor”; me refiero a cualquier mujer que haya superado la adolescencia. A lo largo de los años, hemos llevado a cabo diversos estudios de imágenes cerebrales en mujeres sanas de entre veintiuno y ochenta años, y los hemos comparado con estudios de hombres sanos de las mismas edades. Medimos múltiples factores, empezando por la forma en que el cerebro procesa la glucosa, su fuente principal de combustible. Realizamos pruebas para la detección de las placas del alzhéimer y también revisamos la existencia de atrofia cerebral y cualquier evidencia de derrame cerebral o problemas vasculares. Luego monitoreamos a estas pacientes a lo largo del tiempo, algunas de ellas por un par de años, otras por hasta quince o veinte años.
Cuando hacemos un inventario de las diferencias que confrontan hombres y mujeres, existe una distinción evidente durante el periodo crucial de la mediana edad: las mujeres se encuentran en el proceso de sortear la menopausia, los hombres no. A medida que avanzamos, nuestro trabajo reveló varios hallazgos, de los cuales el más impactante fue que el deterioro de la fertilidad femenina, con la llegada de la menopausia, tiene un efecto enorme en nuestro cerebro. Resulta que la menopausia afecta muchas más cosas que la fertilidad de las mujeres. Para la mayoría de las mujeres, los cambios hormonales desencadenan una serie de síntomas menopáusicos bien conocidos, como bochornos, sudoraciones nocturnas, perturbaciones del sueño, depresión y episodios de pérdida de memoria. Aunque relacionamos estos síntomas con nuestros ovarios, en realidad tienen su origen en otro lugar: el cerebro. Las fluctuaciones hormonales, un sello distintivo de la menopausia, provocan la pérdida de un elemento protector clave8 en el cerebro femenino. Se sabe que la disminución hormonal acelera el proceso de envejecimiento.9 En todo el cuerpo, a medida que envejecemos, las hormonas que desarrollan músculos y huesos disminuyen, mientras que aumentan aquellas que descomponen tejidos. El resultado es que nuestras células experimentan más desgaste con menor acceso a su reparación. La piel se arruga más, el cabello se reseca, los huesos se vuelven más frágiles. Por desgracia, lo mismo puede ocurrir en nuestro cerebro, debilitando nuestras neuronas y haciendo que nuestro cerebro se vuelva más vulnerable al envejecimiento y la enfermedad.
Para la mayoría de las mujeres, estas alteraciones se manifiestan como molestos bochornos y cambios en el estado de ánimo. Sin embargo, para otras, los cambios hormonales disminuyen potencialmente la capacidad del cerebro de resistir enfermedades como el alzhéimer.
Esto resulta evidente al observar las imágenes del cerebro que aparecen en la figura de la página siguiente. La imagen del lado izquierdo muestra el “metabolismo” cerebral o los niveles de actividad en una mujer sin ningún indicio de menopausia, una etapa conocida como premenopausia. La imagen del lado derecho, en cambio, muestra la actividad cerebral en una mujer posmenopáusica. La escala de grises refleja la actividad cerebral; el color gris claro indica mayor actividad, mientras que el color gris oscuro indica menor actividad. A nivel general, la imagen de la mujer posmenopáusica se ve más oscura, lo cual significa que su metabolismo cerebral es mucho menor que el de la mujer premenopáusica de la izquierda. Esto no se trata de un caso aislado. Así se veía el cerebro “promedio” después de la menopausia. En algunas mujeres estas reducciones eran bastante pronunciadas, con una disminución de más de 30 por ciento de la actividad cerebral. De manera alarmante, se reportaron hallazgos similares en mujeres en etapa perimenopáusica (casi menopáusica), quienes también mostraron reducciones significativas. Por otra parte, los hombres de la misma edad mostraban cambios mínimos y, en muchos casos, ninguno.
FIGURA 1. MENOPAUSIA: ACTIVIDAD CEREBRAL
PREVIA Y POSTERIOR
Algo mucho más preocupante fue que algunas mujeres en proceso de transición hacia la menopausia también mostraron un incremento en la acumulación de placas amiloides, una marca distintiva del alzhéimer.10 Adicionalmente, estas mujeres exhibieron un deterioro metabólico progresivo y un encogimiento de los centros de memoria del cerebro. Estos hallazgos son alarmantes, ya que comúnmente se presenta un patrón similar de cambios