Soberanía alimentaria. Группа авторов
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capaz de crear relaciones horizontales entre técnicos y campesinos, entre campesinos y campesinos y entre estos y la sociedad en general, teniendo como base las filosofías, las políticas, las técnicas y las metodologías que conducen conjuntamente a su emancipación y su liberación. (Tardin, 2006, pp. 1-2)
Sin embargo, el diálogo de saberes que se produce en los diferentes espacios de interacción de LVC es mayormente una estrategia no formal que ha surgido a fuerza de encuentros multiculturales constantes con una meta común: defender el derecho a seguir viviendo en las áreas rurales del planeta.
A raíz de la legitimidad que LVC ha obtenido gracias a su presencia en foros públicos internacionales como una voz unificada en los debates públicos, el diálogo de saberes que se realiza al interior de LVC —y entre esta organización y los demás pueblos rurales— se ha extendido a aquel que se establece con otros actores, como algunos intelectuales y científicos, organizaciones no gubernamentales y organizaciones de consumidores. De este gran proceso de múltiples diálogos surge una serie de ideas y procesos nuevos, al mismo tiempo emergentes y movilizadores, que comprenden desde maneras emergentes de entender los cambios en los contextos históricos y en los procesos nuevos que transforman colectivamente la realidad en territorios materiales, hasta nuevos marcos interpretativos compartidos (Benford y Snow, 2000) que sirven para la movilización interna y para la batalla de ideas en el imaginario público más amplio. Algunos autores, entre ellos Sevilla Guzmán (2013) y Calle Collado, Soler Montiel y Rivera Ferre (2011) han ubicado la soberanía alimentaria y las nuevas visiones de la agroecología entre estas emergencias surgidas de los diálogos contemporáneos establecidos por los movimientos sociales.
Diálogo de saberes: soberanía alimentaria y agroecología
Las políticas neoliberales implementadas durante las últimas décadas han acelerado las tendencias a largo plazo hacía la concentración económica, y las han orientado hacia la consolidación del sistema alimentario mundial —caracterizado por la desregulación, la privatización, los recortes de servicios esenciales, los mercados abiertos y el libre comercio—, lo que ha contribuido a la creación de un patrón centralizado en la producción de insumos, el procesamiento y el comercio, bajo el control de corporaciones transnacionales. Esto determina que la producción de alimentos se descontextualice y desvincule de las particularidades de las relaciones sociales y de los ecosistemas locales (Rosset y Martínez, 2012; Van der Ploeg, 2008). Este sistema se apoya en un lenguaje de referencia o marco interpretativo basado en la eficiencia, la productividad, las economías de escala y el libre comercio. Es creado e impulsado por organismos como el Banco Mundial, los gobiernos, las instituciones financieras y algunas organizaciones no gubernamentales y universidades, quienes promueven el agronegocio como solución para alimentar al mundo y alcanzar la seguridad alimentaria (Borlaug, 2007; Rosset, 2003).
A pesar de que la seguridad alimentaria incorpora el derecho humano a la alimentación —cada niño, mujer y hombre debe tener la certeza de contar con el alimento suficiente cada día—, durante la década de los noventa se cuestionó este concepto debido a que no hace referencia a la procedencia del alimento, a quién lo produce o a la forma en que se produce (Rosset, 2003; Martínez-Torres y Rosset, 2010). Sin esta clarificación, los representantes de los grandes países agroexportadores argumentan en las negociaciones internacionales que la importación de sus alimentos baratos es la mejor manera que tienen los países pobres de alimentar a sus poblaciones. Sin embargo, la importación masiva de alimentos subsidiados baratos socava a los productores locales porque no pueden vender sus productos y se ven obligados a abandonar sus tierras, por lo que pasan a engrosar las cifras de los hambrientos, ya que su seguridad alimentaria se pone en manos del mercado cuando migran a los barrios urbanos pobres, en donde no pueden hallar un empleo asalariado que les permita vivir bien. Sin embargo, para lograr una seguridad alimentaria genuina, los pueblos de las áreas rurales deben tener acceso a tierra productiva y recibir precios justos por sus cosechas, para tener la posibilidad de gozar de una vida digna (Rosset, 2003, 2013).
Gracias al sostenido proceso de diálogo de saberes dentro de —y encabezado por— LVC, el concepto de soberanía alimentaria surgió como un marco alternativo a la seguridad alimentaria, abierto a la diversidad, y al mismo tiempo capaz de incorporar la especificidad de los diversos sitios de producción. Cuando a principios de los noventa se reunieron líderes de organizaciones y movimientos campesinos y agricultores de las Américas, Europa y Asia, se dieron cuenta de las grandes similitudes en los problemas que enfrentaban y de los enemigos comunes que se ubicaban más allá de sus fronteras nacionales, así como de la necesidad de luchar unidos. Advirtieron que todos tenían dudas sobre el concepto de seguridad alimentaria, por no referirse ni a quiénes, ni a cómo, ni a dónde se producen los alimentos (Rosset, 2003), y a través de un proceso de diálogo que duró varios años crearon una propuesta de soberanía alimentaria como plataforma para la lucha conjunta (Desmarais, 2007; Martínez-Torres y Rosset, 2010). El concepto fue complementado durante el gran diálogo de saberes que LVC convocó en 2007 para el Foro Internacional sobre la Soberanía Alimentaria, donde se reunieron movimientos internacionales de pueblos indígenas, pescadores, mujeres, ambientalistas, académicos, consumidores y sindicatos, en Nyéléni (Malí) (Nyéléni Forum, 2007). En aquella ocasión, la soberanía alimentaria fue definida como
el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y el derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. Defiende los intereses de, e incluye a, las futuras generaciones. Nos ofrece una estrategia para resistir y desmantelar el comercio libre y corporativo y el régimen alimentario actual, y para encauzar los sistemas alimentarios, agrícolas, pastoriles y de pesca para que pasen a estar gestionados por los productores y productoras locales. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica. La soberanía alimentaria promueve el comercio transparente, que garantiza ingresos dignos para todos los pueblos, y los derechos de los consumidores para controlar su propia alimentación y nutrición. Garantiza que los derechos al acceso y la gestión de nuestra tierra, de nuestros territorios, nuestras aguas, nuestras semillas, nuestro ganado y la biodiversidad, estén en manos de aquellos que producimos los alimentos. La soberanía alimentaria supone nuevas relaciones sociales libres de opresión y de desigualdades entre los hombres y mujeres, pueblos, grupos raciales, clases sociales y generaciones […]. [Luchamos por un mundo donde] exista una verdadera reforma agraria integral que garantice a los campesinos plenos derechos sobre la tierra, que defienda y recupere los territorios de los pueblos indígenas, que garantice a las comunidades pesqueras el acceso y el control de las zonas de pesca y de los ecosistemas, que reconozca el acceso y el control de las tierras y las rutas de migración de pastoreo. (Declaración de Nyéléni, 2007)
Como había ocurrido en Porto Alegre con el concepto de reforma agraria en 2006 (Rosset, 2013), el amplio diálogo de saberes que se produjo en Nyéléni dio cabida a las inquietudes de campesinos, pescadores, pastores, consumidores y de otros sectores sobre el concepto de soberanía alimentaria. En ese proceso también se abordaron asuntos de desigualdad y de opresión entre los pueblos. En el foro se estableció que la soberanía alimentaria existe cuando los alimentos se basan en las culturas locales, cuando se cierra la brecha entre producción y consumo, cuando la producción de alimentos se fundamenta en conocimientos locales y