De Weimar a Ulm. Eugenio Vega Pindado

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу De Weimar a Ulm - Eugenio Vega Pindado страница 6

De Weimar a Ulm - Eugenio Vega Pindado Theoria

Скачать книгу

un proceso efectivo de desarme, realizar importantes concesiones territoriales y pagar indemnizaciones económicas a los países vencedores durante décadas (Haffner, 2005).

      Pero Versalles no solo dolió a los radicales de derechas. Toda la población entendió como una injusticia histórica el tratado que Alemania se vio obligada a firmar el 28 de junio de 1919. El vicecanciller del Reich, Matthias Erzberger (del Zentrum y firme defensor de la paz) sería asesinado en 1921 por los que entendían esa firma como la aceptación de una imposición humillante. Por otra parte, las cesiones territoriales, entre las que se incluían las colonias junto a las reparaciones de guerra, afectaron necesariamente a la situación económica. Igualmente, el tratado prohibía cualquier intento de anexión con Austria, aspiración que alimentaba por su popularidad a los movimientos nacionalistas del Reich, pero que era asumida por los gobiernos revolucionarios de Berlín y Viena. La situación de decadencia económica e inestabilidad de la República hizo que el glorioso pasado del Sacro Imperio Germánico se convirtiera en un referente para los pangermanistas que veían en la dictadura la solución a la crisis del país. A partir de 1918, la derecha nacionalista insistió en la idea de una nueva Europa (liderada por Alemania) que lucharía con todas sus energías contra el liberalismo y la revolución.

imagen

      Manifestación ante el Reichstag en contra del Tratado de Versalles, primavera de 1919, Bildarchiv Preußischer Kulturbesitz.

      La limitada relevancia del SPD en la República de Weimar

      El supuesto dominio del Partido Socialdemócrata en los años de Weimar no fue tal. Tras haberse hecho cargo del gobierno en los inicios de la revolución (con Scheidemann, Bauer y Müller como cancilleres) tuvo que colaborar con los otros partidos de la Coalición de Weimar. Participó así en los gabinetes del católico Joseph Wirth (1921, 1922) y en los del conservador Gustav Stresemann (1923), durante la época más dura de la hiperinflación tras la ocupación militar del Ruhr por las fuerzas aliadas (Turner, 1960). En 1925 el presidente del Reich, Friedrich Ebert, falleció y fue sustituido por el mariscal Paul von Hindenburg, uno de los responsables de la derrota de 1918.

      Años más tarde, entre 1928 y 1930, el SPD volvería de nuevo a la cancillería con Hermann Müller en el que sería el último gobierno parlamentario de la República. Tras Müller, que cayó por las controversias en torno al seguro de desempleo, fue nombrado un gobierno “presidencial” que no dependía ya de la confianza del Reichstag sino del capricho de Hindenburg y que presagiaba el colapso definitivo del régimen parlamentario (Colloti, 1971). Estos gabinetes presidenciales eran posibles gracias a una prerrogativa concedida por la Constitución al presidente del Reich que le permitía nombrar canciller a un candidato aunque no tuviera mayoría parlamentaria en el Reichstag (Kershaw, 1998).

      Lo cierto es que buena parte de la estabilidad del sistema dependió de políticos que, como Gustav Stresemann, eran Vernunftrepublikaneren, es decir, republicanos de conveniencia que se comportaron con lealtad a las nuevas instituciones ya fuera por convicción o por pura necesidad. Su política exterior, basada en el acuerdo, permitió que Alemania fuera admitida en la Sociedad de Naciones en 1926, y su muerte en 1929 coincidió con el inicio de la etapa final del periodo republicano (Turner, 1960).

imagen

      Primera página del Vörwarst, órgano del SPD, con un llamamiento a la huelga general. 9 de noviembre de 1918.

      En consecuencia, el protagonismo del SPD, el partido que se vio al frente de la revolución y que llevó a cabo la contrarrevolución, fue mucho más escaso de lo que pudiera parecer. El devenir de la República dependió mucho más de los partidos del centro y la derecha, sobre todo, desde que en 1925 el mariscal Hindenburg sustituyera en la presidencia al fallecido Ebert. Que el presidente pudiera nombrar gabinetes al margen del Reichstag se convirtió en una amenaza para la propia democracia.

      En las elecciones del 14 de septiembre de 1930 el NSDAP de Adolf Hitler se convirtió en el segundo partido más votado lo que llevó a los socialdemócratas a una situación imposible. Al verse obligados a apoyar a Heinrich Brüning al frente de un gobierno ajeno al parlamento, la extrema derecha del NSDAP se convirtió en la única oposición posible. A partir de entonces, las alternativas para el SPD se volvieron diabólicas. No tuvo más remedio que apoyar los gabinetes presidenciales en una resignación desesperada que no llevaba a ningún sitio.

      Las dificultades económicas

      El nuevo régimen constitucional vivió en una constante zozobra económica y atravesó momentos críticos como la hiperinflación que asoló la economía entre 1921 y 1923. El gobierno del Reich, sin apenas reservas de oro, entró en un proceso alocado de emisión de papel moneda para mantener el cambio con el dólar. Esa política monetaria ideada para hacer frente al esfuerzo bélico, llevó a una devaluación del marco que no contaba con el suficiente respaldo de reservas de ningún tipo. En 1921, la exigencia por parte de Gran Bretaña del pago de las reparaciones de guerra que sumaban dos mil millones de marcos tuvo consecuencias trágicas para la economía del país. El exceso de dinero en circulación provocó una rápida depreciación durante 1922, los precios de los artículos de consumo aumentaban cada día y los ahorros perdieron todo su valor. Para complicar más las cosas, en 1923 las tropas francesas y belgas ocuparon el Ruhr con el objetivo de asegurarse el pago de las reparaciones de guerra en bienes y materias primas ya que el dinero había perdido todo su valor.

      El catalán Eugeni Xammar, corresponsal en Berlín del periódico madrileño Ahora, relataba el vertiginoso proceso de desvalorización del dinero a poco de llegar a la capital del Reich:

      “Llevaba ya tres meses en Berlín cuando aparecieron los primeros billetes de 50 000 marcos y después los de 100 000. No se hicieron esperar unos nuevos billetes, impresos todavía en buen papel, de 500 000 marcos y al poco hicieron su aparición otros, ya de papel más ordinario, con la inscripción mágica: un millón de marcos. Al acabar el año de mi llegada a Alemania ya circulaban billetes de modesta apariencia de un valor nominal de cinco millones de marcos. Las prensas de la imprenta nacional malamente daban abasto” (Xammar, 1973, 259).

      La hiperinflación alcanzó tal nivel que para las entidades emisoras de moneda su principal preocupación era conseguir que el dinero mantuviera su valor al menos hasta que llegara a su destino. Las horas que transcurrían entre la impresión de los billetes y su circulación en el mercado eran críticas para que el dinero siguiera valiendo algo. El deterioro monetario alcanzó su máximo nivel en noviembre de 1923 cuando una barra de pan llegó a valer tres mil millones de marcos. Nadie pudo escapar a aquella tragedia. Así sucedió que los beneficios que la Bauhaus obtuvo por la exposición que celebró ese mismo verano de 1923 se esfumaron en un suspiro por la hiperinflación que asolaba el país.

imagen

      Billete emitido en agosto de 1923 con un valor nominal de diez millones de Reichmarks.

      Hjalmar Schacht, por entonces presidente del Banco Central y más tarde ministro de Hitler, consiguió frenar el proceso con la implantación del Rentenmark, una nueva moneda basada en hipotecas sobre la tierra y las mercancías industriales que dio paso a un periodo de relativa estabilidad económica (Ferguson, 1984).

      La adopción del Rentenmark tuvo lugar pocos días después de que se desbaratase un intento de golpe de estado en Múnich. Como consecuencia de aquellos hechos, Adolf Hitler, el general Erich Ludendorff y otros conspiradores fueron detenidos por traición; las sedes del NSDAP fueron cerradas y el Völkischer Beobachter (el periódico del partido) fue prohibido. Durante los escasos nueves meses que Hitler pasó en prisión (de los cinco años a que había sido condenado) dictó Mein Kampf a Rudolf Hess, su más ferviente

Скачать книгу