Desafío al pasado - La niñera y el magnate. Christina Hollis
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–¡Cielos, no! –Nick se rió y sacudió la cabeza–. ¡Nada de eso! Ella ha puesto orden en el caos de mi vida. ¿Verdad, Aimi?
–Hago lo que puedo –aceptó Aimi, incómoda, preguntándose si Nick era consciente de que acababa de decirle a su hermano que no estaba vedada. Por la ironía que veía en los ojos de Jonas, él sí se había percatado, y sabía que Aimi también.
–¿A qué se debe que te hayas decidido a venir este fin de semana? ¿Te ha dejado alguna mujer? –preguntó Nick con precisión de cirujano. Aimi tuvo que contener una sonrisa.
–Tan delicado como siempre, Nick –Jonas sonrió a Aimi–. Sí, inesperadamente, me encontré con un fin de semana libre. ¡Pero creo que no será tan decepcionante como había pensado!
Consciente de lo que estaba sugiriendo, Aimi alzó las cejas. Aunque ya no jugara, no había olvidado las reglas del juego.
–¡Seguro que sí lo será! –afirmó ella.
–¿Eso crees? –él ladeó la cabeza–. Suelo encontrar algo con lo que divertirme.
–¡Típico de Jonas! –rezongó Nick– ¿No crees que ya es hora de madurar? Tienes treinta y cuatro años. Deberías de estar pensando en asentarte y formar una familia.
–Eso te lo dejo a ti. Yo soy feliz con mi vida.
–Yo por lo menos busco a alguien. Tú sólo vas con bellezas de cabeza hueca. ¿Qué diablos ves en ellas? ¡Ni siquiera pueden entablar una conversación inteligente! –insistió Nick.
–¡Avergüénzate, Nick! –interrumpió su hermana–. Jonas puede salir con el tipo de mujer que prefiera. El que quiera probar a toda la población femenina no implica que no vaya a asentarse eventualmente. Lo hará cuando esté listo.
–Gracias por hacerme quedar como un donjuán sin corazón, Paula –Jonas suspiró ante la crítica de la persona que le era más querida y cercana.
–Claro que tienes corazón, pero eres un donjuán –Paula besó su mejilla–. Te quiero, Jonas, pero debes admitir que tu actitud hacia las mujeres es deplorable. ¡Necesitarías enamorarte de una mujer que no te quiera, para variar!
–¡Ésa es mi chica! –exclamó Jonas, seco–. No esperaría menos de quien intervino en una pelea para rescatar a su hermanito pequeño.
–¡Oh, sí, me rescató! –dijo Nick con pesar–. ¡Y después me pegó por meterme en la pelea!
Todos se rieron con eso. Aimi se alegró de haber dejado de ser el centro de atención.
–Vamos. Sentémonos antes de que se enfríe la cena –ordenó Simone Berkeley–. Jonas, siéntate junto a Paula. Quiero saber qué has hecho últimamente.
Poco después, había un cubierto y un plato de comida listos para él. Aimi descubrió, para su disgusto, que Jonas estaba frente a ella. Era imposible no verlo cuando alzaba la cabeza. Incluso sin levantarla, lo percibía. Su presencia en la habitación era como una corriente de energía. Era imposible ignorarlo. Por suerte, él charlaba con su madre y pudo estudiarlo con libertad.
Tenía el pelo negro y la mandíbula fuerte, pero sus labios sugerían sensualidad. Se preguntó cómo sería sentirlos y sintió un delicioso escalofrío. Cerró los ojos e inspiró profundamente. Tenía que controlarse, lo antes posible. Se enorgullecía de su templanza y la necesitaba. No podía permitir que Jonas notase cuánto la afectaba.
Por lo que acababa de oír y ver, era obvio que el hombre no necesitaba que lo animasen a la hora de atraer polillas a su luz. Pero iba a descubrir que cierta polilla era invulnerable. Aunque tuviera reputación de derretir a las mujeres, no lo conseguiría con ella. Aimi no estaba disponible.
Abrió los ojos tras recuperar su fuerza. No era una mujer débil, a merced de sus sentidos, era fuerte. Estaba concentrada en la deliciosa comida de su plato cuando se le erizó el cabello de la nuca. Alzó la vista y comprobó que Jonas la observaba con mirada provocativa.
Sus ojos se encontraron un momento, antes de que Jonas sonriera y desviase la mirada. Pero fue suficiente para que a ella se le acelerase el pulso. Se dijo que era por irritación, aunque una vocecita le decía lo contrario. Ese hombre no era ningún tonto y había percibido su reacción inicial al verlo. Aimi no permitiría que volviera a ocurrir.
Alzó la cabeza y volvió a interesarse en la conversación general, como antes de la llegada de Jonas. Lo miró una o dos veces y captó una mirada divertida en sus ojos, pero alertada, no reaccionó. Por fin, tras la hora más extraña que Aimi recordaba haber pasado ante una mesa, la cena concluyó.
–Tomemos el café en la terraza –sugirió Simone–. Puede que sople algo de aire fresco. Hace un calor agobiante.
Estaban sufriendo una ola de calor que no parecía dispuesta a terminar. Todos salieron. Simplemente ver el jardín y el lago ornamental resultaba refrescante.
–Debes alegrarte de no estar en la ciudad este fin de semana, Aimi –comentó Michael Berkeley, repartiendo los cafés que servía su esposa.
–¡Oh, sí! –Aimi aceptó su taza–. Mi piso tiene aire acondicionado, pero en noches como ésta no sirve de nada. Y trabajar en su despacho será mejor que hacerlo en un archivo polvoriento.
–Pensé que eras la ayudante de mi hermano. ¿Estás pluriempleada como archivista?
La pregunta era de Jonas y Aimi tomó aire antes de volverse hacia él. Había cambiado de apariencia desde la cena. Sin chaqueta y corbata, y con la camisa arremangada, tenía un aspecto muy distinto. Daba una impresión mucho más viril y sexy.
No la sorprendió sentir que se le secaba la boca. Por suerte, había tomado un sorbo de café para mojarse los labios antes de contestar.
–No estoy pluriempleada. Ayudo a Nick con la investigación para su libro sobre la familia.
–¿Nick? No parece un trato muy profesional –la pinchó Jonas. Aimi sonrió.
–Puede que usted sea un jefe que insiste en el trato formal, señor Berkeley, pero su hermano prefiere un trato más amigable –le contestó con desparpajo.
–Llámame Jonas. Aquí nunca insisto en las formalidades –declaró él. Aimi comprendió que no se había hecho ningún favor. Tendría que tutearlo o quedaría como una tonta–. Así que también eres investigadora.
–Y se le da muy bien –alabó Nick–. Lógico, considerando que se licenció en Historia con matrícula de honor.
Jonas inclinó la cabeza hacia Aimi, con un gesto que demostró que estaba impresionado.
––Una mujer de muchos talentos. No me extraña que Nick te contratara. Si la historia es tu gran amor, ¿por qué no trabajas en uno de los museos o instituciones relacionados con eso?
–Por desgracia, esos trabajos no son fáciles de encontrar y, como estoy acostumbrada a comer tres veces al día, tuve que buscar alternativas –contestó ella.
–Una gran pérdida para la historia y una gran suerte para mi hermano –replicó Jonas–. Y para nosotros, por supuesto. O no habríamos contado con el placer