Decadencia. Adrian Andrade
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El Fin Continua
Decadencia
Adrián Andrade
Primera edición: Septiembre 2018
Segunda edición: Febrero 2021
©De esta edición, Luna Nueva Ediciones. S.L
© Del texto 2017, Adrián Andrade Madrigal
© Diseño de portada, Orlyn Vallejo
©Edición, Genessis Garcia
©Maquetación, Gabriel Solorzano
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Luna Nueva Ediciones.
Ecuador - Guayas, MZ G2 SL.13
ISBN: 978-9942-8755-3-2
ISBN DIGITAL: 978-9942-8785-3-3
Dedicada a mis padres,
Gracias por estar siempre conmigo.
Prologo
La figura peligrosa, cuya identidad se encontraba oculta, esperaba con paciencia hasta que el elevador regresara a la superficie. Llevaba alrededor de cinco minutos de los cuales no le molestaban en lo absoluto debido a la lentitud en que solían desenvolverse estos procedimientos burocráticos.
Por fin la notificación de autorización sonó seguido de la puerta deslizante, la figura peligrosa no titubeó en ingresar al cómodo y limitado compartimento.
Como era de esperarse, no había nadie que presionara el botón, aunque para ser honesto, no era el gran misterio saber hacía qué plataforma dirigirse, después de todo sólo había un destino y el modo de acceder era oprimiendo el único botón disponible a un lado de la puerta.
La figura peligrosa se conservó con seguridad durante el descenso a pesar de sentirse el cambio de presión ambiental. Quizás y la ligera armadura metálica le propagaban un alto sentido de estabilidad gravitacional terrestre.
Llevaba un largo rato que no se le daba un buen uso a esta armadura antigua, y sin importar encontrarse un poco oxidado, seguía siendo más cómodo que los modernos para su supuesta sorpresa.
Obviamente su atuendo interior estaba adherido justo a la medida de su cuerpo. La tela era sintética y contenía ciertos aspectos electrónicos que se vinculaban con su visor triangular, entre algunas novedades tecnológicas se encontraba el termómetro integrado, el cual regulaba su temperatura corporal para mantener su condición física y saludable.
La primera capa de vestimenta consistía en pantalones y una camiseta de manga larga de color café oscuro. Por encima se encontraba una armadura compuesta por un chaleco, unas botas, unos guantes, un cinto y un casco.
Todos estos componentes brillaban a pesar de su negrura. El visor del casco era café complementándose con el atuendo interior, mezclado con la armadura negra y contrastaban no sólo con elegancia sino con innovación.
La figura peligrosa se sentía tan orgullosa de poder usar este impresionante traje de suprema tecnología. Inclusive la parte trasera del chaleco le permitía almacenar sus dos bastones de fuerza en conjunto con otros juguetes, aunque fuese modesto, a su edad todavía le gustaba jugar.
El elevador llegó a su destino final pero antes de deslizarse la puerta, giró sobre su propio eje vertical mientras se liberaba un gas especial para descontaminarlo.
La figura peligrosa continuó inmóvil y sumamente paciente hasta cerciorarse de haber concluido el fastidioso protocolo de purificación. Un sentimiento del cual no compartía el personal de seguridad ya que, a escasez de una identificación facial en conjunto con una lectura expresiva, no tenían la menor idea de sus terribles intenciones; ni de cómo había dado con este clandestino sitio de índole militar sin previo aviso o consentimiento.
Por consiguiente, el Jefe de Seguridad Loick McDylan ordenó una escolta personalizada para averiguar la identificación de la misteriosa figura peligrosa antes de dejarla pasar al Centro de Operaciones de la Conurbación Industrial Subterránea del Pacifico, aunque malamente referida como las Catacumbas por haber sido el punto de origen o simplemente CISP.
—¡Hey, no me mires a mí! —renegó Romina colocando las piernas sobre el tablero gracias a la silla reclinable— ¡Estoy en mi descanso así que dame un descanso!
—No un buen ejemplo el que está dando Capitana Torres y recuerde que siempre debe dirigirse a mí como el jefe McDylan, sin importar que se encuentre o no en su supuesto descanso y por el amor de Dios ¡quite esas malditas botas de mi tablero!
—Siempre tan formal jefe, le hace falta liberarse —río Romina mientras regresaba sus pies al suelo.
Ignorando su vacilada, Loick tomó el micrófono de su recién liberado tablero y se comunicó con la primera persona disponible en su radar de monitoreo para darle seguimiento a la imprevista llegada.
—¿Sargento Drex, me escucha?
—Sí Jefe McDylan ¿en qué puedo servirle?
—Un No Invitado trata de ingresar al Centro de Operaciones con el rostro cubierto, ya sabe qué hacer.
Drex miró directamente a la cámara de vigilancia e hizo la señal de aprobación al exponer el pulgar