Decadencia. Adrian Andrade
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—¡Eso no luce nada bien! ¡Haber piensen, debe haber un módulo de anulación! ¡Algo que nos ayude a restablecer el control antes de que este maniático retuerza la inteligencia artificial del CISP!
—¡Jefe! —lo llamó un segundo programador— ¡Jefe McDylan!
Ante la insistencia, Loick volvió a concentrarse en la situación posteriormente de haberse perdido en una nube de incertidumbre contaminada por la reciente muerte de su única hija.
—Sí dime muchacho.
—¿Cómo es que nuestros mecanismos han sido bloqueados pero las cámaras siguen retransmitiendo? —Loick se quedó pensativo ante la excelente noción—. Era para qué todo hubiese sufrido el mismo efecto de las sobrecargas eléctricas.
—Las cámaras no están retransmitiendo por vía digital —Loick captó la noción—, porque están bajo cableado ¡Son análogas!—al instante formuló una solución— Eso es, lancen las contramedidas digitales, anúlenlas por completo y establezcan la modalidad de emergencia análoga.
El Sector de Monitoreo y Seguridad sufrió un apagón momentáneo al desconectarse de la red digital lográndose así regresar a la modalidad análoga de emergencia. Tras retomarse la iluminación, el equipo computacional regresó a la normalidad, pero bajo la versión última del sistema previo.
En eso la puerta se deslizó y Loick salió disparado para detener a la figura peligrosa.
—¡Espere Jefe! ¡No Fuimos nosotros!
Para entonces Loick ya se encontraba afuera haciéndole frente al impostor. Demasiado tarde para frenarse o regresarse, no que lo hubiese hecho.
—Así es Jefe de Seguridad Loick McDylan, no fue su equipo quien lo dejó salir sino yo mismo. Era necesario conocerlo en persona y vaya que no me ha desilusionado, es justamente lo que esperaba encontrarme, por el debido momento claro.
Loick se mantuvo estático ante su siniestra voz computarizada, echó un vistazo atrás y efectivamente su sector se encontraba sellado de nuevo. Eran solamente él y la figura peligrosa, cara a cara y con las manos cerca de sus armas para en cualquier momento desatarse el duelo.
—¡Seas quién seas! ¡No podrás contener el Centro de Operaciones por mucho tiempo!
La figura peligrosa despegó sus dedos del teclado e inclinó el casco en dirección a Loick. Parecía como si le estuviese simulando una sonrisa burlona por la forma en que se percibía con el contraste de la retornante iluminación.
—Me malinterpretas Loick McDylan, sí es que me permites llamarte por tu nombre.
—No parece que tenga otra opción, humaliedroide.
La figura peligrosa no pudo contener su risa al ser confundido como otro peón más de la Legión Suprema.
—Me temo que soy mucho más que eso Loick, déjame te explico — aguardó un breve segundo—. Mi propósito va más allá de la contención de este insignificante centro y lo que sea que haya oculto a sus alrededores.
La figura peligrosa regresó la vista hacía el monitor y tras oprimir una tecla, todos y cada uno de los compartimentos del CISP fueron abiertos, incluyendo los de su sector, del cual nadie de sus cólegas acudió a ayudarle.
En ese preciso instante, Loick captó a lo que se refería con aquella amenaza y no pudo evitar sentir un rotundo horror en su interior de sólo pensar en el infierno que había desatado esta figura peligrosa.
—Tu intención nunca fue apoderarte de estas instalaciones… —suspiró al darse cuenta que la muerte los acechaba a los dos.
—Sino desatar el terror que han venido albergando en secreto por más de cien años, ustedes los humanos deberían saber que lo que uno esconde bajo la tierra, tarde o temprano sale brotando.
—¡No tienes la menor idea de lo qué has hecho!
—Todo lo contrario, he liberado sus peores miedos.
Las alarmas se retomaron en conjunto con las luces rojas de emergencia.
—Ahora si me disculpas —con su puño aplastó el tablero y el monitor de la consola—. Mi transporte me espera.
La figura peligrosa descendió las escaleras de la elevada plataforma sólo para toparse de nuevo con Loick ya que lo había rodeado con velocidad para bloquearle el único ingreso a la cámara de evacuación.
—Me temo que no irás a ningún lado.
Mantuvo su guardia colocando su mano cerca de su pistola ya que esta vez había optado por mandar a la basura la orden de capturarlo vivo.
—Impresionante, te he subestimado McDylan, pero no más —hizo un gesto amenazador para intuir en su siguiente movida—. Muévete y posiblemente vivirás, o quédate y te aseguro que te mataré.
—Me da igual.
La figura peligrosa no pudo evitar reírse al darse cuenta de lo cuan serio y personal se había tornado este conflicto.
—Justo la respuesta que quería.
Loick desenfundó su pistola e inmediatamente la figura peligrosa usó la modalidad de fuerza en sus guantes para desviar las bien direccionadas balas. Loick tenía una excelente puntería y para su edad, gozaba de una velocidad impecable que ya cualquier cuarentón quisiera tener.
La figura peligrosa trataba de alcanzarlo y Loick no se dejaba, siempre parecía estar a un paso adelante de sus garras. A consecuencia de este sentido de urgencia por escapar, la figura peligrosa optó por acorralarlo en uno de los extremos de una esquina, mediante el empleo de sus dos pistolas curveadas.
Loick no tuvo opción que cubrirse dándole la ventaja a la figura peligrosa de retomar el camino hacia la cámara de evacuación. Trató de cortarle el paso pero los múltiples disparos no lo dejaban avanzar. Fue hasta que la figura peligrosa se adentró en la cámara cuando Loick tuvo que reforzar su velocidad para alcanzarlo.
Al entrar a la cámara se encontró con que la figura peligrosa ya le había deshabilitado los ordenadores integrados en cada una de las capsulas de escape, a excepción de la seleccionada para sí mismo.
—¡No huyas cobarde! ¡Pelea conmigo! ¡Mano a mano!
—No tengo tiempo para esto, ni tú tampoco —expresó la figura peligrosa mandando al diablo las formalidades debido a su apuro por abandonar este condenado lugar.
—Tengo buena puntería como ya te habrás dado cuenta.
Detectar esa desesperación le brindó mucha más confianza a Loick.
—¿Y?
Loick apuntó hacía el único ordenador en buen estado y en cuanto ejecutó el primer disparo, la figura peligrosa bloqueó la bala con una de sus pistolas curveadas para evitar quedarse sin raite.
—Créeme, puedo hacerlo todo el día —amenazó Loick con astucia.
—¿De