Antigüedades y nación. María Elena Bedoya Hidalgo
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Para nuestro análisis hemos considerado, acorde con la perspectiva de Stephanie Gänger, que las antigüedades son categorías2, no objetos de colección específicos, y que los discursos de quienes trabajan con ellas —anticuarios, historiadores, arqueólogos— construyen y crean varios significados para estos vestigios; significados que, a su vez, son activados en las acciones de intercambio, así como en las de circulación, que se promueven (Gänger 2014, 6). En “estas maneras de hacer” se constituyen mil prácticas reapropiadas en un espacio determinado, que, a la vez, ponen en juego un “ratio popular” y “una manera de pensar investida de una manera de actuar, un arte de combinar indisociable de un arte de utilizar” (De Certeau 2000, 44-45). Así, las prácticas del coleccionismo pueden entenderse como escenarios de negociación de significados, de generación de valores y sentidos, de la fijación o la instrumentalización de los objetos que funcionarán como dispositivos para el aprendizaje de la historia y la nación; particularmente aquellos vinculados a la creación de una conciencia histórica y una representación del pasado, así como del tiempo histórico.
Dentro de esta malla reflexiva, hemos optado por el uso de la categoría de análisis de “musealización”3, la cual entendemos como un entramado de prácticas culturales que cruzan diversas fronteras entre lo simbólico y lo material. Tomamos en cuenta que dicha “musealización existe más allá del museo” y que en este proceso el museo es apenas un “mediador”, y no el principal actor, de dicha musealización (Brulon 2015, 53). Por un lado, estas prácticas apuntan a la construcción de sentidos sobre los objetos que se van constituyendo como “nacionales” en amplios contextos; por ejemplo, el uso de una recursividad visual para ordenar las colecciones, explicarlas, exhibirlas y catalogarlas, así como la articulación de prácticas de colección que configuran nuevas representaciones del pasado como “hechos museables”, acorde ello a demandas diversas (científicas, diplomáticas, expositivas, etc.). Por otro lado, no solo podemos dar cuenta de instancias que rebasan la noción de museo-institución como algo “preexistente”, sino que observamos las contradicciones y las paradojas que permiten mirar cómo se configura un campo para lo museal en un momento dado. En tal sentido, es interesante observar cómo operan estas prácticas, que se sostienen muchas veces en el interior de complejos procesos sociales, culturales y políticos en cada país, y son contingentes a los sucesos globales vinculados al coleccionismo, las conmemoraciones y la ciencia, así como a un espíritu de asociacionismo en boga para los intelectuales afincados en los Andes en el tránsito de siglo.
Sobre la crítica de fuentes
La metodología de nuestra investigación es cualitativa y consideró tres tipos de fuentes primarias como soportes del trabajo de análisis. La primera tuvo que ver con los archivos de cancillería en el contexto de la conmemoración de 1892, las negociaciones localizadas entre los países y las publicaciones editoriales relevantes al hecho. La información recopilada fue valiosa, puesto que nos permitió conocer una serie de estrategias diplomáticas formales e informales de la época que se movilizaron para la celebración de dicho acontecimiento, y que se ligaron a la configuración de un sentido de historia y civilización universal, con una fuerte asociación al legado hispánico.
En segundo lugar, buscamos fuentes primarias que nos dieran cuenta de la constitución y el desarrollo de las sociabilidades científicas en cada país respecto a la indagación del pasado. Nos interesaba ubicar las conexiones con intelectuales o sociedades a escala internacional; es decir, aquellas vinculadas a las academias o los institutos, así como sus promociones editoriales relativas al trabajo con las antigüedades precolombinas en la zona estudiada. Esta pesquisa puso particular énfasis en el rescate de las voces intelectuales locales, frente a la fuerte preeminencia del discurso y la producción científica europea en la región. Además, fijamos nuestra atención en la documentación relativa a nuestros estudios de caso, sus comunicaciones personales, sus diálogos entre pares, sus vínculos con órganos estatales o instituciones, etc., de nuestros personajes. Finalmente, también dimos gran importancia a la documentación de los archivos de los museos nacionales y a los procesos de adquisición de obra, o de promoción de excavaciones a inicios de siglo, así como a los catálogos o las guías, además de las actividades generadas desde las asociaciones surgidas en aquellos años.
Este libro se halla estructurado en tres grandes coordenadas. La primera parte se adentra a la Exposición Histórico-Americana de Madrid de 1892 como un hecho museal desde donde podemos localizar varias aristas en el análisis de los objetos precolombinos. En una segunda coordenada exploramos las distintas trayectorias intelectuales y de producción de discurso que se encuentran en los casos de Perú, Colombia y Ecuador. Allí nos enfrentamos a cómo ciertas formas de asociacionismo en torno a la discusión del pasado y ciertas trayectorias individuales nos permiten ver el complejo escenario en el que desenvolvieron su actividad entre los siglos XIX y XX. Finalmente, en una tercera parte indagamos en los procesos de musealización hacia la construcción de la idea de “antigüedades nacionales”, y, particularmente, los objetos precolombinos en el contexto del surgimiento de las academias y los institutos de historia y la promoción de los museos nacionales a principios del siglo XX. Para cerrar nuestra investigación, presentamos una sección de conclusiones donde recogemos las respuestas que nos planteamos en esta investigación, además de abrir algunos debates necesarios sobre el tema que hemos planteado. Finalmente, presentamos una sección general de fuentes y bibliografía consultadas durante nuestra pesquisa, así como los distintos archivos y las bibliotecas visitadas en los tres países y en otros centros de investigación.
Notas
1 Son interesantes los trabajos elaborados para el dosier Ingenieros sociales en América Latina: el papel de la Antropología y su institucionalización en las nuevas repúblicas, coordinado por Jesús Bustamante, en la Revista de Indias, 2005, vol. 65, número 234. En este dosier Bustamante hace un análisis, en la línea de historia, de las disciplinas, sobre el caso del Museo Nacional de México.
2 Encontramos una interesante bibliografía producida en los últimos años sobre la historia de la disciplina arqueológica en algunos de los países andinos. Aunque somos conscientes de la importancia de dicha literatura académica, debemos aclarar que nuestro enfoque busca ampliar la mirada sobre esta disciplina científica en particular. No hablamos específicamente de “objetos precolombinos” como “arqueológicos”, sino, más bien, como “antigüedades” dentro de las variaciones semánticas en las cuales fueron leídos en su época, desde distintos escenarios. En la línea de análisis de investigación de la disciplina, consideramos importantes los trabajos de Historia de la arqueología en el Perú del siglo XX, de Henry Tantaleán y César Astuhuamán (2014), así como la obra Una historia de la arqueología peruana, de Henry Tantaleán (2016), por mencionar algunos de los más interesantes. Para el caso ecuatoriano, tenemos algunos vistazos breves del desarrollo de la disciplina arqueológica y las problemáticas de la práctica contemporáneas; entre ellos tenemos a Ernesto Salazar (2013; 1997), Florencio Delgado (2010) y Francisco Valdez (2010). En Colombia tenemos algunos trabajos enfocados en la historia de la ciencia, como los de Piazzini (2015; 2010) y los de Langebaek (1996), referentes a la institucionalización del campo, así como los de Gnecco (2008; 2002), más orientados a la mirada de los viajeros y los anticuarios del siglo XIX, por mencionar los más relevantes.
3 En términos generales, este concepto fue trabajado inicialmente