René Salamanca y el clasismo. Enrique Arrosagaray

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René Salamanca y el clasismo - Enrique Arrosagaray

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style="font-size:15px;">      En esta elección, la Lista Marrón que encabezó un desconocido, obtuvo 3089 votos, apenas 285 más que la lista oficialista, la que tenía todo el aparato gremial en sus manos, además de apoyo im­plícito del establishment local.

      Lista nacional opositora a José Rodríguez

      La delegación de obreros cordobeses de la Lista Marrón que es­taba en Buenos Aires con toda la documentación que ellos traían, junto a sus abogados y apoderados, sintieron una de las más gran­des traiciones de sus vidas.

      El mismo fascículo, pero en el cuerpo central del texto –no en el texto entrecomillado perteneciente a Rodríguez– dice al respecto:

      En las negociaciones entre la Lista Marrón y la lista Celeste, los primeros cedieron el color; es decir, la lista nacional resultante de la alianza, llevaría el nombre de lista Celeste.

      Dos días después, el 9 de abril, la Lista Marrón distribuyó un co­municado resumiendo los hechos ocurridos en esos días, para que todos los trabajadores estuvieran informados. Este comunicado se distribuyó en las plantas mecánicas de Córdoba y también en las de Capital federal y Gran Buenos Aires.

      Rodríguez no tuvo oposición, cabalgó tranquilo. Salvo en Cór­doba, en donde menos de 400 obreros votaron a nivel nacional por José Rodríguez. Inmediatamente, la Marrón volvió a ganar a nivel provincial, ahora con más del 50% de los votos.

      Más crisis, golpe y elecciones

      Terminado un primer período de la Lista Marrón en la conduc­ción, se realizan elecciones para renovar autoridades el 8, 9 y 10 de mayo de 1974.

      El país del año 74 no era el mismo del 72. No había una dictadu­ra en declive sino que el presidente era Juan Domingo Perón desde octubre de 1973, tras tantos años de ser prohibido y difamado. Su esposa, Estela Martínez de Perón, Isabelita, era la vicepresidenta. Pocos gobiernos constitucionales tuvieron tanto apoyo popular expresado en las urnas; pero se debilitaba por las disputas y el des­angre con que las grandes potencias de la época –y sus aliados y quintacolumnas internos– sometían a nuestra patria.

      Antes de que Perón ganara las elecciones del 23 de septiembre del 73, Cámpora y Solano Lima eran gobierno desde la salida que Lanusse pudo elegir, con las elecciones del 11 de marzo. Tras casi siete años de dictadura se respiraba primavera, aunque era otoño cuando asumió el gobierno justicialista, aquel 25 de Mayo: cientos de miles de ciudadanos en las calles, un desfile militar que no pudo terminar, liberación de varios cientos de presos políticos por la no­che desde la cárcel de Devoto… ¡Sí, se respiraba primavera!

      Salamanca –y su partido– habían hecho pública su postura, su sugerencia, de votar en blanco. Todos los obreros mecánicos co­nocieron su opinión en Santa Isabel, también en las otras plantas. Quienes querían desprestigiarlo, sobre todo desde el aparato de la burocracia sindical cordobesa y desde algún sector de izquierda, usaron este argumento para corroer su prestigio, aspirando a dete­riorarlo definitivamente para las elecciones del 74. También, claro, hubo críticas honestas.

      En Córdoba, en esos días de elecciones en el SMATA, era gober­nador Duilio Brunello, en calidad de interventor.

      Los hombres que habían ganado las elecciones del 73 eran Ricardo Obregón Cano y Atilio López, por el Justicialismo, y un golpe de Esta­do los derrocó el 27 de febrero de 1974. A este episodio se lo llamó in­mediatamente el Navarrazo, porque el coronel Antonio Navarro, que estaba a cargo de la policía, fue quien encabezó la asonada, a punta de pistolas e itacas. Esta burla a la soberanía del pueblo cordobés no sobresaltó al Poder Ejecutivo Nacional, quien simplemente, a los días, mandó un interventor, Duilio Brunello, que era un hombre de mucha confianza del ministro de Economía José Ber Gelbard. Los otros pode­res de Córdoba tampoco se sobresaltaron, en páginas próximas algo nos dirá sobre esto un integrante clave del legislativo: Polo Valdez, hombre del corazón del Justicialismo local. Su amigo Mario Dante Agodino se hizo cargo del Ejecutivo los primeros días y el 2 de marzo llegó Brunello. Seis meses después, el 7 de septiembre, Brunello será historia y se hace cargo de la provincia para ejecutar las persecucio­nes más duras, Raúl Oscar Lacabanne, que se decía peronista. Salvo Luciano Benjamín Menéndez, Lacabanne es el mayor responsable de tanto castigo al cuerpo del pueblo cordobés.

      Pocos días después de hacerse cargo Lacabanne, asesinan bár­baramente en Buenos Aires a Atilio López, reciente derrocado vice­gobernador, hombre peronista, de izquierda.

      En medio de este proceso, que se agravaba día a día –no es una frase hecha–, se hacen nuevas elecciones en el SMATA cordobés. El PC y algunos de sus compañeros de ruta se apartan de la Lista Marrón y forman su propia lista, la Naranja, que sin duda le restaría votos a la Marrón. La encabezó el Negro Olmos, delegado de Pin­tura. Se presenta también la lista Gris encabezada por Givilaro, un empleado de Perdriel. Esta lista pretendía acaudillar a los tradicio­nales obreros peronistas que por lustros se habían encolumnado con el histórico Elpidio Torres.

      Las elecciones se hacen los días 8, 9 y 10 de mayo. La Lista Marrón obtiene 4027 votos, es decir el 52,6% de los votos. La lista Gris logró 2770 votos y la Naranja obtuvo 793. Nuestros entrevistados, en las próximas páginas, contarán numerosos detalles de esta puja. Harán referencia entre otras cosas, al centenar de obreros que hi­cieron entrar a la planta en las semanas previas a las elecciones, para que hagan campaña a full por la Gris y en contra de la Marrón.

      El resultado, como dijimos, fue un triunfo espectacular de la Lista Marrón: 1000 obreros más habían pasado a confiar en esta. Por eso, desde Buenos Aires el SMATA, es decir José Rodríguez, no reconocerá el triunfo del clasismo, inventará argumentos y en po­cas semanas terminará expulsando a los integrantes de la flaman­te Comisión Directiva del Sindicato, por lo tanto, legalmente, deja acéfala la Seccional. ¿Cuál es el paso inmediato, entonces, porque los Estatutos se lo imponen?: intervenir la Seccional Córdoba del SMATA. Como no la puede controlar, la interviene. En realidad ac­túa en el mismo sentido que la persecución que desata el Navarra­zo: desde Buenos

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