¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido

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¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido

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del sistema de planificación económica científica, cuanto la incorporación de todos los trabajadores organizados al proceso de determinación de las principales directivas y objetivos de la economía socialista y a la distribución equitativa de su producto, en suma, de la renta nacional.

      Por lo tanto, la formación de un titular colectivo o de un auténtico propietario de la propiedad colectiva de bienes es un largo proceso, que se inicia con su papel de amo nominal de dicha propiedad, pero actuando como un controlador de la burocracia en lo que atañe al sector público y cumpliendo el rol de titular en el sector cooperativo de la economía.

      Solo aprendiendo a determinar y realizar sus necesidades económicas y sociales de desarrollo, bien como controlando con rigor el aparato burocrático del Estado, la clase obrera será capaz de transitar de la producción de mercancías a la de productos, lo que creará las condiciones materiales para la gradual extinción del dinero en la medida en que este pierda o se atrofien sus propiedades de capital, de instrumento de cambio y de medio de atesoramiento.

      La vía para resolver esa tarea radica tanto en la superación del carácter burocrático de la propiedad estatal -controlada por la burocracia central- como en la eliminación de las limitaciones de índole sectorial o local, que impiden el control directo de la propiedad colectiva por parte de los trabajadores.

      Si el proletariado cede el control efectivo de sus propios medios de producción a cualquier grupo -ya sean instituciones o estratos sociales- estos pueden utilizar este control en sus intereses sociales egoístas. Por tanto, estos grupos, instituciones o capas sociales tendrán la oportunidad para asignarse o apropiarse no solamente de una parte del producto social -desproporcionada en relación con su contribución al mismo-, sino -y lo que es más peligroso- tendrán la posibilidad y capacidad para frenar el desarrollo de las relaciones socialistas en la sociedad de transición, lo que inevitablemente creará el peligro de la restauración del capitalismo.

      Y dicho peligro será cada vez más poderoso en la medida en que la propiedad de la clase obrera -por definición, dueña de la propiedad colectiva- adquiera un carácter nominal, en el que muchos de los trabajadores -en el sentido social más amplio de la palabra- dejen de tener conciencia de que la propiedad pública es suya, lo que, naturalmente, los hará más vulnerables a la influencia de la manipulación oficial, como aconteció en el período de la perestroika y, poco tiempo después, durante el ilegal gobierno de Yeltsin.

      Para los destinos de un Estado socialista, desarrollado y auténtico, es determinante que los trabajadores no figuren solamente como dueños nominales, sino como los legítimos depositarios y propietarios de los medios de producción y del producto generado con base en su utilización, de modo de que -siendo y teniendo conciencia de ser tales- estén siempre listos para defender su poder y su propiedad social con los medios que se muestren necesarios, incluyendo el recurso a las armas.

      La negativa a resolver el problema de la propiedad social, manteniéndola en manos del Estado y posponiendo indefinidamente la conservación de este como aparato transitorio de una sociedad socialista, no obstante el crecimiento de la economía, la educación, la cultura y la conciencia de la clase obrera, mientras se asevera que “todo le pertenece al pueblo”, inevitablemente conducirá, primero, a la degeneración burocrática del Estado proletario -con el consecuente incremento de tendencias egoístas en su seno y en el partido de vanguardia- y luego a una degeneración burguesa, como ocurrió en la URSS a partir de 1956.

      Una tarea no menos importante de la dictadura del proletariado, sin la cual el socialismo es simplemente impensable, es la creación de una base científica y técnica de las más avanzadas, que abra perspectivas reales para la victoria sobre el capitalismo en el ámbito de la productividad del trabajo social.

      Sin embargo, la solución de dicho problema solo debe lograrse por medios socialistas en estrecha relación con el desarrollo de las relaciones socialistas de producción.

      Cualquier intento de desarrollar la base material y técnica, a largo plazo, con la ayuda de las relaciones de mercado dará lugar, inevitablemente, a una brecha entre el objetivo socialista y los mecanismos no socialistas, esto es, de carácter capitalista, para lograr dicho desarrollo. Como resultado, estos fondos comenzarán a actuar como una especie de fin en sí mismos, lo que inevitablemente conducirá a la deformación del modo de producción socialista, a la preservación de la socialización formal y a la creación de premisas para la restauración del capitalismo.

      Otra de las tareas políticas de la clase obrera reside en el hecho de que, en la medida del fortalecimiento de la ideología socialista, deberá transformar los consejos obreros -o, según sea el caso, otros órganos de gobierno del tipo de los Soviets- de órganos de poder de la vanguardia de clase -que actúan en nombre de los trabajadores- en órganos de poder de los propios trabajadores, que pasarán a ejercer este poder directamente, por sí mismos. Es un hecho que la dictadura revolucionaria democrática, así como la proletaria, incorporan a la lucha política y les entregan el poder, inicialmente, no a todos los trabajadores ni a todos los obreros, sino que solo a la vanguardia de los miembros más activos y conscientes de su clase.

      Es precisamente por esta razón que la dictadura del proletariado, en lo fundamental, en un inicio, no se apoya en una mayoría aritmética amorfa de los electores, sino en una verdadera mayoría política de la clase obrera, que se caracteriza no sólo cuantitativa sino también cualitativamente.

      Las principales características cualitativas de la mayoría política real son, en primer lugar, su organización en sindicatos de clase en torno a sus órganos clasistas del poder bajo la dirección del partido comunista, y, en segundo lugar, su capacidad para imponer su voluntad de clase tanto a la burguesía como a las vacilantes capas pequeñoburguesas.

      Numerosos son los casos, tanto en los otrora países socialistas como en los que siempre ha existido el dictado del capital, en que los partidos de izquierda y progresistas, habiendo triunfado u obtenido una voluminosa votación, han sido incapaces de tomar el poder, porque la minoría burguesa, pura y simplemente, ignora los resultados y le impone a la población del país su voluntad reaccionaria. Pero en ello también juega un papel decisivo la conducta de estos partidos o fuerzas políticas, que, si bien no concuerdan con la situación creada por la burguesía, manifiestan, de hecho, cierta aquiescencia, y son incapaces de llamar a sus seguidores a defender la victoria alcanzada. Porque, además, nunca los prepararon para defender sus victorias.

      Por lo tanto, los sermones oportunistas de los amigos de los llamados a la no violencia conducen, indefectiblemente, al hecho de que una bien organizada y lista para la violencia minoría burguesa -con el pretexto del surgimiento del demoníaco caos en la economía, de una inminente intervención de las omnipresentes fuerzas armadas o de una guerra civil- siempre será capaz de arrebatar la victoria incluso a una mayoría aritmética, pero amorfa en términos políticos y organizativos.

      Y, por el contrario, si la mayoría política real de la vanguardia socialista revolucionaria ni siquiera es una mayoría aritmética de los electores -como lo fue en Rusia en 1917-, de todas maneras, podrá triunfar en la lucha de clases, merced a la conducta consecuente y de principios de defensa de los intereses fundamentales de la clase que representa, y, además, de los de sus aliados.

      No es una tarea política menos importante de la dictadura del proletariado difundir la necesidad de la ampliación de la revolución socialista y la creación, para dicho efecto, de una Internacional Comunista, como partido mundial unido y único de tal revolución. Esta necesidad se basa principalmente en el hecho de que en un cerco imperialista hostil, cuando un Estado socialista se ve obligado a vivir y desarrollarse bajo las leyes de una auténtica fortaleza sitiada, llevar a cabo una serie de importantes tareas económicas y políticas de la dictadura del proletariado -por no mencionar la construcción del comunismo- es harto difícil, como lo mostró la experiencia de la Unión Soviética, y lo muestra hoy Cuba.

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