¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido

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¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido

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tuvimos la oportunidad de conocer el planteamiento de Marx acerca del poder político como “violencia organizada”, refiriéndose al proletariado que se ha transformado en clase dominante. Por tanto, el aserto de Millas no refleja adecuadamente lo que Marx y Engels postularon sobre la fuerza o, lo que es lo mismo, la violencia.

      Por otro lado, recurrir, única y exclusivamente, a Marx y Engels para fundamentar sus encarnizadas arremetidas contra lo que él llama el “socialismo real”, aun cuando comprensible y parcialmente correcto y aceptable, no nos parece ser la mejor vía de análisis, si lo que se busca es la verdad y, en fin de cuentas, el que la busca es un marxista consecuente.

      Para hablar de socialismo -guste o no guste el camino que siguió la revolución rusa de 1917, por lo demás, obligada, sin alternativas dignas- se nos antoja ser indispensable, junto con recordar a Marx, no olvidar a Lenin, el artífice de la Gran Revolución de Octubre y de la Rusia Soviética, pues la teoría no puede existir sin la práctica revolucionaria y viceversa. Y Lenin es “práctica y teoría”.

      Pero, curiosamente, Millas, lisa y llanamente, olvidó a Lenin al formular su aserción sobre las dos trascendentales cuestiones -lo que se nos figura ser una omisión grosera-, porque ¿quién mejor que Lenin formuló tesis y conclusiones, con fundamento y vasto conocimiento sobre la dictadura del proletariado, la violencia, el socialismo y el Estado en la formación social y económica comunista?

      He ahí una respuesta contundente, que tal vez sería suficiente para acabar aquí estas anotaciones, empero, con el ánimo de explicar las razones que tuvo Millas para hacer el pronunciamiento en causa, acotaremos que estamos persuadidos de que dicho posicionamiento teórico de Millas tuvo como fundamento su convicción de que la “vía pacífica” experimentada en Chile era el mejor camino hacia el socialismo. Pero, esta cuestión particular será tratada más adelante, en las páginas finales del presente estudio.

      Precisamente, porque Lenin fue, indiscutiblemente, el más auténtico continuador de la obra de Marx y Engels y su experiencia en la “implantación” de la dictadura de proletariado superó largamente la de los fundadores del marxismo, no es ocioso preguntarse una vez más ¿quién mejor que él podría haber estado en condiciones de analizar y evaluar los más diversos fenómenos habidos en la URSS -algunos objetivos, otros provocados por la acción de terceros, y todavía otros más desatados por los propios bolcheviques-, que se concatenaron para crear las situaciones que Lenin, con su claridad y habilidad proverbiales, supo exponer? ¿Por qué Millas no procuró en la extensa obra de Lenin respuestas a las cuestiones que lo preocupaban? ¡Raro, nos parece muy raro!

      Ahora bien, a la luz de todo lo expuesto, consideramos que la única presunción posible es que la crítica de Millas no pudo tener como objeto otra etapa de la sociedad comunista que no sea la primera fase, que fue, en buen rigor, la única que la Unión Soviética vivió y que él conoció, infelizmente, de manera muy superficial.

      La suposición constante del parágrafo anterior ha sido subrayada apenas con la finalidad de mostrar la confusión teórica de Orlando Millas, que le atribuyó a la Unión Soviética el estado del “socialismo propiamente tal” o, como lo señaló reiteradamente, con cierta sorna, “el socialismo real” o -decimos nosotros- el socialismo desarrollado.

      ¡Más claro que el agua!

      Marx y Engels no están en contra de la violencia per se; la aceptan, y entienden bien la necesidad de su existencia durante el ejercicio del poder por parte del “partido victorioso”, que “tiene que mantener por medio del terror” de las armas su “dominio”, por un período de tiempo que ellos no se atrevieron a enunciar.

      En realidad, creemos firmemente que la cuestión de fondo es estar o no de acuerdo con que el proletariado, el pueblo, tenga alguna vez en la historia la posibilidad de recurrir a la fuerza -que fue siempre prerrogativa de las clases opresoras-, para aplastar la violencia desatada por las clases expulsadas del poder político. Y, al parecer, hasta ahora, la única forma posible es la del proletariado armado.

      En el aludido aspecto, el caso de la URSS -víctima del acoso permanente de la contrarrevolución interna y de las potencias imperialistas- fue paradigmático. Y esta circunstancia no puede ni debe ser ignorada al analizar y evaluar la sociedad edificada en la Unión Soviética.

      ¿Debería la Unión Soviética haberse defendido? ¿Deberían Lenin y Stalin -en aras de la supuesta “pureza teórica” del marxismo (¿de qué marxismo? ¿El de los socialdemócratas, predicadores de la paz social?)- haber dejado que la burguesía internacional y los restos de la burguesía y capas reaccionarias del campesinado acabaran con las conquistas de Octubre? Está claro que la respuesta puede ser solo una: ¡no! Y los bolcheviques respondieron ¡no!

      Ahora bien, persuadidos de que, para la elucidación de cuestiones teóricas, nunca está demás abundar en argumentos, consideramos que los fogosos ataques de Millas contra la Unión Soviética, que, sin duda, pueden inducir a caer en lamentables errores teóricos a más de alguno de sus lectores, sentimos la necesidad de insistir en esclarecer, entre otros aspectos, la necesidad de la existencia de la dictadura del proletariado, su prolongada duración y el peligro que encierra el hecho de interrumpir su marcha, porque -como lo demostró la trágica experiencia

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