¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido

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¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido

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incalificable paradoja derivada del “Informe Secreto” reside en el hecho de que las verdades jruschovianas, en Occidente, consiguieron encontrar cabida en el seno de la abrumadora mayoría de los partidos comunistas y de muchos partidos identificados con las izquierdas, que fueron incapaces de evaluar la veracidad de la información propalada y sus nefandas consecuencias para la salud e integridad del socialismo vivo, de las huestes marxistas nacionales y, sobre todo, del movimiento comunista internacional.

      Entretanto, en la Unión Soviética, al parecer, ninguno de los participantes del contubernio se detuvo a pensar que, si Occidente, exultante, celebraba la confabulación de Jruschov -y treinta años más tarde haría lo mismo en relación con Gorbachov-, ello se debía a que algo andaba mal y que todos estos supuestos comunistas habían ignorado una realidad por poco axiomática: “Si tu enemigo te aplaude, es porque estás haciendo las cosas muy mal”.

      Fueron publicados en Occidente innumerables trabajos de análisis sobre la Unión Soviética, de autoría de estudiosos -tanto de izquierda como de ultra izquierda- que afirman que lo que se estaba construyendo en la URSS no era socialismo, sino un modelo de sociedad que no tenía nada en común con lo postulado por Marx, Engels y Lenin, como si los fundadores del marxismo hubiesen elaborado cartabones o definido en pormenor cómo se debería edificar una sociedad socialista y las formas que debería revestir. ¡Nada más alejado de lo propugnado por Marx, Engels y Lenin sobre la primera fase de la sociedad comunista! ¡Nada más contrario a la dialéctica!

      Por otro lado, hubo y hay consideraciones acerca de la vida en la Unión Soviética que adolecen de serias insuficiencias debido, básicamente, a limitaciones de índole teórica e ideológica -sobre todo, de gentes identificadas con la socialdemocracia y el reformismo socialista surgido en los años 80- que lleva a los autores a tener una antojadiza interpretación del socialismo, que, en su mayoría abrumadora, podría ser calificada como un enfoque puramente “mercantilista”.

      Entretanto, creemos pertinente aquí acotar que no constituye objeto del presente trabajo analizar las obras de autores antisoviéticos, pues, ellas son, en esencia, parte constitutiva de la estereotipada propaganda anticomunista ya harto conocida.

      En la Rusia postsoviética, se ha escrito y se ha hablado mucho -y se continúa escribiendo y hablando- acerca de la destrucción de la URSS: millares y millares de libros, ensayos, artículos y opúsculos escritos; ponencias en televisión y en otros medios de comunicación; mesas redondas en las que participaron y participan connotados historiadores, filósofos, economistas, analistas y personalidades políticas, que todo lo que se escriba hoy y se pueda escribir mañana no será, prácticamente, más que una reiteración de opiniones, enfoques e ideas ya archiconocidos.

      Dentro del vasto universo de estudios sobre la Unión Soviética en general y, en particular, acerca de su destrucción, hay un sinnúmero de análisis y reflexiones de académicos, historiadores, economistas, sociólogos, estudiosos sociales, especialistas en el ámbito de las ciencias militares, de la seguridad del Estado y politólogos rusos-soviéticos, honestos y reputados, que basan sus investigaciones en el conocimiento empírico que poseen de su país y en la información fidedigna de que disponen -en su gran mayoría documentos de los archivos históricos y obras especializadas relativas a su época- y que se abstraen de la propaganda oficial y oficiosa, de ayer y de hoy.

      Con todo, debido a que el contenido del masivo volumen de las publicaciones rusas es casi desconocido en el extranjero, y muy especialmente en los países de América Latina, hemos considerado necesario hacer un intento más de llevar hasta el público de nuestros países la verdad sobre el proceso de construcción y destrucción de la URSS, esta última ocultada durante tanto tiempo.

      Acaso sea de Perogrullo señalar que, en lugar de ensalzar -como algunos incautos lo hicieron y lo continúan haciendo- o aceptar de buen grado al Judas redivivo de los años 80, los partidos comunistas deberían haberse preocupado de llevar a cabo, con independencia y alturas de mira, un análisis más acucioso y fundamentado de lo que había ocurrido en la Unión Soviética, y no caer, en medida importante, en la añagaza tejida por los medios de comunicación y desinformación imperialistas. Pero, el susodicho estudio debería haber sido realizado periódicamente, y no solo a partir del año 1956, sino desde el inicio de los años veinte hasta los años 80 del siglo pasado. En este sentido es muy loable -y digna de ser emulada- la actitud que siempre observó Luis Emilio Recabarren en relación con los acontecimientos que tenían lugar en la Rusia Soviética.

      Semejante análisis habría impedido que esos mismos partidos, movimientos y, en general, la opinión pública mundial cayesen en el error de aceptar, de buenas a primeras, la retahíla de falsedades y calumnias difundidas en el XX Congreso del PCUS. Ello, a su vez, habría permitido entender el porqué de los infamantes ataques a Stalin y la grosera falsificación de la historia.

      Los documentos desclasificados del XIX Congreso del PCUS(b) -que fueron ocultados por la burocracia partidaria o nomenclatura durante más de treinta años, tal como los materiales del XX Congreso- mostrarán al lector no solo la verdad histórica del momento y sus hechos inmediatos, sino, también, las lamentables consecuencias que advinieron de las acciones llevadas a cabo por la cúpula de la burocracia partidaria -dígase de paso, ajenas a la moral de cualquier individuo consciente-, que, en rigor, conllevaron en sí el germen de la destrucción de la URSS o, en otras palabras, colocaron en sus fundamentos una bomba de tiempo.

      En suma, son las razones ya señaladas las que atizaron el irresistible impulso para llevar a cabo este estudio, siempre con el empeño inquebrantable de acercarnos a la esquiva y veleidosa objetividad de lo sucedido en las entrañas del sistema económico y social entonces existente en la URSS.

      Para comprender correctamente la especificidad de la edificación del socialismo en la Unión Soviética, es menester ir a sus orígenes y observar y analizar la compleja y dolorosa transición del modo de producción capitalista al modo socialista. Porque -como la práctica lo ha mostrado- dicha transición fue llevada a cabo en el país cuya economía había sido destruida, en consecuencia de la guerra imperialista, del saqueo desmedido de los recursos humanos, materiales y financieros por parte de las clases dominantes locales y foráneas.

      Por otro lado, las transformaciones que la transición de un sistema a otro conlleva condicionaron el surgimiento de graves problemas económicos y sociales y, concomitantemente, de errores en la gestión gubernamental asumida por las nuevas fuerzas sociales y políticas.

      Lo que tuvo lugar, particularmente en los primeros tiempos del establecimiento del nuevo poder, fue, en rigor, una lucha sin cuartel entre las fuerzas del progreso y, las entonces moribundas, del regreso, en un terreno desolado por la destrucción, que no pudo no dejar su impronta en la realidad cotidiana de toda la sociedad.

      Por ello, si lo que se procura es una cierta imparcialidad en las evaluaciones que se hagan sobre el movimiento revolucionario que ha tomado el poder en sus manos, tendrá que reconocerse que los supra referidos errores o deficiencias fueron, en la mayor parte de los casos, el resultado de causas objetivas, muchas de ellas provocadas, especial y premeditadamente, por aquellos que lucharon, encarnizadamente, por no perder sus privilegios, los cuales -como reiteradamente lo ha mostrado la historia de la humanidad- no dudaron en recurrir a los crímenes más abominables para defender sus intereses egoístas y mezquinos, esto es, sus intereses de clase dominante desplazada.

      Todo lo referido anteriormente se vio exacerbado en el caso de la Rusia Soviética, porque el país en el que triunfaron las fuerzas revolucionarias, que derrotaron en toda la línea tanto al capital interno como al internacional, fue el primero y único en el mundo.

      La situación de Rusia se vio todavía más agravada por el hecho de que el país venía saliendo de una guerra imperialista, con su tejido económico y social enteramente destruido y fuerzas armadas dirigidas por oficiales provenientes, fundamentalmente, de las capas sociales altas y, en consecuencia,

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