¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido

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¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido

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su hegemonía política y la propiedad social -que algunos suelen llamar pública- de los medios de producción.

      La antípoda del poder revolucionario -la dictadura de la burguesía- es un sistema de instituciones estatales, normas legales e ideología, que garantiza el poder político de la clase capitalista en su conjunto, el dominio de la propiedad privada y las relaciones mercantiles.

      Entretanto, la dictadura del proletariado puede revestir una serie de formas, tal como la dictadura de la burguesía, que se puede realizar de las más diversas formas políticas, a saber, de la democracia parlamentaria al fascismo.

      Entre las formas de la dictadura del proletariado -por haber sido la práctica la que las aprobó- se podría citar a los Soviets y a las democracias populares. El futuro nos dirá si surge cualquier otra, para nosotros, todavía desconocida.

      Sin embargo, la dictadura del proletariado puede incluso tener instituciones públicas, que, por su aspecto externo, nos harán recordar a los órganos de los estados burgueses o podrá, en ciertos casos, continuar utilizando estos órganos, temporalmente, pero limpios de su contenido anterior.

      A la dictadura de la burguesía le es inmanente la utilización muy frecuente de la violencia contra los trabajadores y otras capas de la población, que persigue sofocar cualquier tipo de protesta y cualquier otra forma que la lucha de liberación pueda adquirir, a veces, incluso, recurriendo a métodos terroristas de Estado.

      No sería, por tanto, ninguna exageración afirmar que la dictadura de la burguesía se caracteriza por utilizar todos los medios de persuasión e intimidación política, incluyendo la represión armada directa sobre la clase trabajadora, sobre el pueblo, que constituye la mayoría abrumadora de la población de un país.

      Las formas no violentas de dominio, usadas por la burguesía, se manifiestan, por regla general, ya sea en el engaño de las masas, valiéndose de los prejuicios de estas y de su ignorancia política, ya sea en la desembozada manipulación informativa de la opinión pública, imponiendo para ello la dictadura de los medios de desinformación de masas, ya sea en la introducción, de manera tenaz e incisiva, de la ideología burguesa en las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera y de otros trabajadores.

      En contraposición a las formas de actuación de la dictadura burguesa, las del proletariado, como, por ejemplo, la restricción y la privación de derechos políticos de las capas burguesas y pequeñoburguesas de la población, es también determinada por la correlación de fuerzas de clase.

      La historia mostró que no siempre el poder proletario puede restringir o privar de derechos a la burguesía y sus aliados: la Nueva Política Económica (NEP), propugnada por Lenin, es prueba de ello.

      Sin embargo, pese a todas las diferencias formales existentes entre ambos tipos de dictadura, la dictadura de la burguesía es siempre violencia directa o indirecta de esta sobre el proletariado y las masas trabajadoras, esto es, sobre la mayoría absoluta de la población.

      Por su lado, la dictadura del proletariado -que es, también, siempre violencia, directa o indirecta, de la clase obrera victoriosa y las capas más pobres de la población del campo y la ciudad sobre la burguesía y los estratos pequeño-burgueses de la ciudad y del campo- ejerce el control proletario con mano dura sobre una minoría absoluta, de modo de asegurar la construcción del socialismo, esto es, la sociedad del bienestar social para las grandes mayorías.

      Debido a que, incluso en el seno de las filas marxistas, hay personas que desconocen la esencia de la dictadura del proletariado, haremos aquí una digresión.

      De inmediato, señalaremos que gran parte de los duros juicios críticos emitidos está compuesta de lo que nosotros hemos llamado -haciendo uso de una forma eufemística- quasi verdades. Porque, en buen rigor, lo que tiene lugar, por lo general, es la enunciación de una verdad que, al mismo tiempo, va acompañada de un error de apreciación o, lisa y llanamente, de una reflexión que no se corresponde con la realidad. Nuestra aserción será demostrada en los comentarios que siguen.

      Lo referido tiene particular relación con la interpretación errada de Millas sobre los orígenes de los problemas en los que la Unión Soviética se debatió en los años 80 y 90 del siglo pasado, que él, sin mediar explicaciones, atribuye al pasado estalinista.

      ¿Será que Millas no supo nada de las campañas de “desestalinización” y la falsificación del marxismo-leninismo por Jruschov y todos los que lo sucedieron, en primer lugar, Gorbachov, que, en la práctica, fue un segundo Jruschov, con el agravante de haber sido un traidor de tomo y lomo?

      La impresión que dejan sus escritos es que, no pudiendo, por razones obvias, atacar a Lenin por las políticas llevadas a cabo en el país de los Soviets, de las cuales Stalin fue apenas el continuador y artífice de su puesta en práctica, responsabilizó a este último por todo lo que vendría a suceder en la URSS, incluso después de muerto, e ignorando -¿por prejuicios, posible abstracción o feble información?- el vuelco fundamental provocado por Jruschov y la cúpula del PCUS en los destinos de la Unión Soviética a partir de 1953. De hecho, pone -por así decirlo- todo en un mismo saco y lo arroja al basurero de la historia.

      Por eso, nos sorprende, tanto el contenido como la forma, del análisis que Millas hizo en sus Memorias sobre la Unión Soviética, que es lo que, precisamente, no debe hacer un marxista, esto es, no haber estudiado a fondo los fenómenos que tuvieron lugar en las diversas etapas históricas de la vida de la URSS, haber aceptado como verdades axiomáticas algunas de las más horribles falacias de los más férreos anticomunistas -ya hablaremos sobre las represiones, acerca de las cuales Millas se refiere en términos análogos a los propagados por el exagente de los servicios secreto británicos R. Conquest-, sin llegar a conocer, efectivamente, la realidad soviética -en sus más diversas épocas, vertientes, avances y retrocesos-, en la que traza una línea recta y continua, que parte en los años 20 y se extiende hasta los años 90 del siglo XX. Los 70 años de existencia de la Unión Soviética, para Millas, representan una continuidad. En suma, “lavó al bebé, y lo arrojó fuera junto con el agua sucia”. Sin duda, su abstracción fue despropositada.

      Por

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