Los números de la felicidad en dos Perúes. Enrique Vásquez H.
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Los Perúes de la educación
La educación es un derecho de todos, pero no todos acceden a una de buena calidad. Quienes luchan por conseguir un sueldo mínimo vital, o sobrevivir con un ingreso menor que este, solo pueden enviar a sus hijos a un colegio público. Mientras que quienes pueden pagar al menos seis sueldos mínimos vitales mensuales como pensión en colegios bilingües privados obtienen una educación que les permite incluso estudiar en universidades del exterior. Cuando uno mira al Perú de los escolares indígenas, no solo hay un problema de oferta educativa sino de demanda. El 15% de los adolescentes indígenas del Perú no asisten al colegio (porcentaje que se ubica bastante por encima del promedio nacional) y ello se traduce en un nivel alto de atraso escolar, del 67,66% (Vásquez et al., 2009). El drama escolar de los indígenas es preocupante: uno de cada cinco peruanos que pertenece a una minoría étnica no termina la escuela primaria. Estas desventajas de acceso y progreso tienen consecuencias en su inserción futura al mercado laboral y al bienestar (Castro, Yamada, & Asmat, 2012). Maldonado y Ríos (2006) reportan una brecha racial de educación: una persona caucásica tiene alrededor de cinco años más de educación, en promedio, que una persona de origen quechua. De manera similar, la población afroperuana tiene un bajo nivel de logro educativo (MIMP, 2012), con lo cual su probabilidad de salir de la exclusión racial es limitada. ¿Qué se puede esperar en cuanto a logros si todavía el Estado está muy restringido en su oferta? Poco, pues aún la brecha de infraestructura educativa de S/ 63.000 millones entre las zonas urbanas y rurales (Minedu, 2017) aviva dos Perúes inconexos. Por un lado, es posible distinguir entre quienes obtuvieron algún grado de educación y quienes no lograron ninguno. Por otro lado, dentro del grupo de aquellos que sí obtuvieron algún nivel de educación, también se diferencia entre aquellos que gozan de futuros prometedores y quienes no podrán movilizarse socialmente o salir de su situación de privación. Como indica el afamado tema musical, muchos aún podrán cantar «El baile de los que sobran».
Los Perúes del trabajo
La Constitución Política del Perú sentencia que todo peruano posee derecho a trabajar libremente conforme a ley. Sin embargo, al observar al mercado laboral, se aprecia que el 72% de los trabajadores labora en condiciones de informalidad, es decir, no goza plenamente de sus derechos laborales fundamentales, como un seguro de salud (Sunafil, 2017). Las diferencias sí importan. Por ejemplo, Galarza y Yamada (2012) encuentran que existe discriminación sexual, racial y por apariencia física en las etapas de reclutamiento del mercado laboral peruano. Incluso el apellido y su origen son factores de discriminación a la hora de la selección de personal. La segregación ocupacional según sexo —«trabajos de hombres» y «trabajos de mujeres»— en el país (Jaramillo, Ñopo, & Díaz, 2007) es otra manifestación del atraso del mercado laboral. Ciertamente, el posicionamiento en un puesto de trabajo particular es dispar, y se explica por el nivel educativo alcanzado: seguir una educación superior universitaria o técnica no genera suficiente rentabilidad en el mercado laboral para compensar el esfuerzo si la calidad de esta es juzgada como mediocre (Yamada, 2007). Lamentablemente, la lengua, la etnia y el nivel educativo diferencian a los peruanos a la hora de acceder a un trabajo decente.
Los Perúes desde los grupos sociales
Mirar a los Perúes en sus múltiples aristas sería inacabable, pero merece la pena cerrar esta presentación con tres ángulos que determinan el desarrollo de comunidades o grupos poblacionales. Estos aspectos, que de alguna u otra manera cimientan o dividen en algún momento a las personas y grupos, para bien o para mal, son lo religioso, lo político y lo económico. Cabe mencionar que las aristas religiosas y políticas estructuralmente no alimentan Perúes contrapuestos, antagónicos o de superposición de uno con el otro. Sin embargo, sí existen diferencias que por momentos se han acortado, ignorado o avivado. De ahí que valga la pena examinar con pinzas los rostros políticos y religiosos, pues sus aspectos dependen de las particulares circunstancias en las que se están tomando las fotografías respectivas.
Los Perúes desde la religión
Desde la arista religiosa, el Perú ha sido siempre catalogado como un país católico, tal como lo indican el censo de 1981, en el cual el 89,25% de la población era católica, así como el censo de 2017, donde se precisa que había 17 millones de católicos (76,03%), 3 millones de evangélicos (14,07%) y un millón de personas que no profesa una religión (5,09%). Otras religiones (cristiana, adventista, mormones, etc.) representan el 4,31% restante, y ello significa casi un millón de personas (INEI, 2018a). ¿Hasta qué punto este avance de otras religiones, diferentes a la católica, se ha traducido en preferencias de credo por segmentos o espacios particulares dentro del Perú? Cabe preguntarse si esta coexistencia de preferencias religiosas genera una coexistencia entre prójimos y la comunión de principios y valores. ¿Se cimienta así una sociedad sin distinciones? Según la Constitución Política del Perú, somos un Estado laico. Sin embargo, estudios legales argumentan que esto no se corresponde con la realidad y que el Estado no es del todo independiente de la Iglesia católica (Abad, 2012). Es cierto que existe libertad religiosa en el país, pero esto no significa que no exista discriminación religiosa (Blancarte, 2003). En 2011, se proclamó la Ley de Libertad Religiosa. Sin embargo, los nuevos requerimientos para inscribir un grupo religioso minoritario impidieron la reinscripción de 73 de los 143 grupos que estaban inscritos hasta el momento (Bureau of Democracy, Human Rights and Labor, 2015). En el pasado, las persecuciones religiosas existían y no se pueden negar. Existen registros de que la Inquisición consideraba un delito contra la fe ser luterano, judaizante13, morisco, etc. (Congreso de la República del Perú, 2019). En síntesis, el Perú es un país con una mayoría católica significativa. Esta arista no presenta desventajas estructurales hoy en día. No obstante, la opresión por religión es parte de nuestra historia.
Los Perúes desde la política
¿Y cómo es el Perú político? ¿En qué medida hay una división de las preferencias políticas por zonas geográficas o por cualquier otra variable? Según los resultados de las Elecciones Generales de 2016, en la segunda vuelta, Fuerza Popular (FP) ganó en 14 de un total de 25 regiones, mientras que el Partido Peruanos por el Kambio (PPK) ganó en 11 (ONPE, 2016). Sin embargo, estas regiones eran más pobladas, lo que hizo que PPK ganara a FP por una diferencia de más 40.000 votos. No obstante, en la primera vuelta, Fuerza Popular ganó en 16 regiones; el Frente Amplio, en 7 regiones; y el partido vencedor, PPK, tan solo un región, y tuvo altos porcentajes en regiones pobladas como Lima. Esto quiere decir que el panorama político peruano es sumamente cambiante14. Es más, Vergara (2013) argumenta que las elecciones están llenas de incertidumbre, a tal punto que los ciudadanos toman al «mal menor» como la elección de su voto. Es cierto que durante las elecciones del siglo XXI los partidos han ido apareciendo y desapareciendo. Sin embargo, no podemos decir que estemos en una «democracia sin partidos», ya que existen al menos dos partidos de un tradicional arraigo nacional, como Acción Popular y el APRA y, además, han surgido dos partidos de alcance nacional: Fuerza Popular y Alianza para el Progreso (Meléndez, 2016). En las elecciones de 2016, estos dos partidos lograron obtener un total de 82 escaños en el Congreso: 73 de Fuerza Popular y 9 de Alianza para el Progreso (ONPE, 2016). La debilidad de los partidos políticos en el país se refleja también en la pérdida del control subnacional de los partidos políticos grandes; es por eso que tan solo 5 de los 25 presidentes regionales pertenecen a un partido de alcance nacional (ONPE, 2016). En conclusión, en el Perú existen pocos partidos con alcance nacional, y los