Secretos de Mujeres. Fernanda de Alva

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Secretos de Mujeres - Fernanda de Alva

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ella, “con sólo mirarlas por la tele, una se da cuenta que tienen la cara como planchas y son absolutamente inexpresivas”.

      Como acto reflejo, todas las amigas presentes se empiezan a tocar la cara y a imaginarse como si fueran una versión recargada de Frankenstein con faldas y, simplemente, se quedan sin palabras. Así que una, para romper el hielo del susto, propone: “¿Abrimos otro vinito?”.

      Después del cuarto vino, una corajuda respira hondo y larga: “Chicas, yo no quise decir nada porque es bastante inocuo, pero, mañana me pongo ácido hialurónico”.

      Silencio. “Es algo que te rellena los surquitos gestuales que nos marcan y nos envejecen sin necesidad. No tiene ningún efecto colateral”, agrega, como para aclarar. Entonces, todas se aflojan, se animan otra vez y empiezan a preguntar: “Pero ¿qué es el ácido hialurónico? ¿Cómo se pone? ¿Cuánto dura?”.

      La consultada está explicando que es una especie de relleno y que, además de éste, una se puede poner otros rellenos naturales (es decir, por ejemplo, pequeñas cantidades de tu propia grasita para rellenar pómulos), cuando adivinen qué pasa. Kill Bill grita: “¡Paren! ¡Ustedes están locas! ¡Los rellenos son peligrosísimos! ¿Acaso quieren quedar con bocas como toronjas, entrecejos como después de una pelea de box o pómulos como pelotas de ping pong?”. Antes de que la interrumpan, pasa a relatar la historia de una mujer que ella conoce a quien que se le cayó el relleno de los pómulos y le quedó estacionado en los mofletes, quedando finalmente más parecida al perro Pluto que a la Marilyn Monroe que pretendía.

      Aun estando destrozadas, tiradas en los sillones y mudas, ante el peso de semejantes argumentos negativos, Kill Bill decide rematarlas: “La verdad, amigas, me da vergüenza que no se quiera cada una como es… Son mujeres de edad, a las que la vida las atravesó y su belleza está en ser ustedes mismas, si no, ¡mírenme a mí”.

      Así que todas la miraron y ¿qué vieron? Una Kill Bill llena de arrugas, con un ojo levemente más alto que el otro, porque un párpado se le cayó, con su cara llena de manchas por efecto de los embarazos, que usa anteojos (¡para qué se iba a operar!), ¡con mofletes de bulldog y tetas que le tocan el ombligo! Entonces pasó algo que nadie esperaba... La que se hizo las lolas comenzó a ponerse colorada hasta que a voz en cuello le gritó: “¡Por qué no te vas un poquito a la mierda!”

      Duro, ¿no? Pero esto también es parte de la amistad, aunque pocas veces nos atrevamos a confesarlo.

      De eso no se habla

      Las mujeres somos “apoyadoras” las unas de las otras, y siempre buscamos decirle a nuestra amiga algo que le levante el ánimo, a veces corriendo el riesgo de ser unas grandes hipócritas.

      Una vez íbamos caminando con una amiga por el barrio de Belgrano cuando creímos ver a otra amiga en común, pero no estábamos seguras, hasta que ella se acercó y nos dijo con dudosa felicidad:

      -Hola Chicas, ¿cómo están?

      Nosotras nos habíamos dado cuenta de que se había hecho algo terrible en el cabello al punto de no reconocerla. Pensamos que le iba a ser difícil salir de ahí, pero no se lo íbamos a decir…

      -Carla, ¿sos vos? Estás distinta. ¿Qué te hiciste?

      -Fui a la pelu y Johnny me convenció para que me hiciera este corte rebajado y unas mechitas azules y otras violetas ¡para que le den más vuelo!

      -Sí, se nota que estás divertida, y además diferente…, le dice mi otra amiga.

      Ella se va contenta, y yo le pregunto a mi compañera:

      -¿Por qué le dijiste terrible pavada?

      Mi amiga me responde:

      -¿Qué querías que le dijese? ¿Que parecía la Torre de Pizza con bengalas de colores?

      En otra oportunidad, me vi involucrada en una situación algo parecida. Estábamos entre mujeres hablando de la vida, una de ellas se había separado recientemente. Todo marchaba a las mil maravillas hasta que esta pobre mujer ve entrar al bar en el que estábamos, a otra amiga (de esas del estilo de las que se creen ganadoras). La infeliz sale como eyectada de su asiento para contarle a la otra lo que le pasó. Como puedo, trato de involucrarme en el intercambio menos imaginado que podía darse esa tarde porque la que tiene más calle que la vía pública, después de haber asimilado la historia le contesta:

      -Bueno, pero vos bien, ¿no? Digo, no se te ve mal…

      -Sí, bien, ¿vos me ves bien?

      -Sí, sí… Bueno, ¡por lo menos lo podés hablar!

      Nuestra amiga se va contenta y entonces, la mujer de mundo, la que sabe qué decir, cómo, dónde y a quién, me comenta:

      -Está muy mal esta pobre chica, ¿no?

      Le digo:

      -Sí, pero, la verdad, no supe cómo hacer para que no abra la boca.

      Ella, muy superada, me explica:

      -¡Es que eso ni con anestesia general lo hubieses logrado!

      Este relato se trata de un grupo de amigas que se reúnen a cenar una vez por semana. En uno de esos encuentros notan a una de ellas está un poco alicaída. Dice no querer hablar de lo que le pasa, pero insisten. Tiene a todo el auditorio a su merced, así que empieza a desembuchar…

      Que tiene a su mamá con una enfermedad terminal que la está dejando “piel y hueso”, que su papá (como todas saben) está con Alzheimer desde hace 5 años, que el “hijo de su buena madre” de su marido como se sentía “desatendido”, se enganchó con la personal trainner, pero afirma que sólo fue una aventura pasajera, que su hijo mayor la hizo abuela y que su hijo menor le acaba de confesar sus dudas sobre lo que estaba estudiando y que como no sabe qué hacer de su vida, se va a tomar un año sabático y ya sacó pasaje para Europa.

      En eso, en nuestra mesa, se escucha la típica frase que solemos odiar:

      -Bueno… ¡YA TODO VA A PASAR!

      ¡¿Qué va a pasar?¡ ¡Por Dios! El padre está perdido, la madre se está muriendo, el marido le fue infiel, su hijo mayor acaba de tirarle un balde de hielo encima y el menor tiene “un corso a contramano en la cabeza”.

      Pero, en fin, a veces las mujeres somos así. Cuando no sabemos qué decir, solemos recurrir a la frase con menos consuelo de la historia: “YA VA A PASAR”.

      Tal vez es lo que nos enseñaron nuestras madres, quizás es lo que vemos en tantas reuniones y relaciones entre mujeres o simplemente es la salida más fácil. Sea porque es una salida simplista o de compromiso, porque no queremos involucrarnos -dado que en muchas oportunidades la realidad de la otra nos hace espejo con nuestra propia realidad- las mujeres recurrimos a escapes superficiales para aligerar los momentos duros de la vida.

      Facebook, Instagram, Twitter… ¿Tejemos redes o telarañas?

      En el mundo que vivimos, no podemos dejar de hablar de amistad sin referirnos a aquellas que establecemos en las redes sociales. ¿Quién no participa de Facebook, Instagram, Twitter u

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