Los frutos del árbol de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Omraam Mikhaël Aïvanhov
LOS FRUTOS DEL ÁRBOL DE LA VIDA
La Tradición cabalística
Traducción del francés
ISBN 978-84-931708-2-0
Título original:
LES FRUITS DE L’ARBRE DE VIE. La Tradition kabbalistique
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I
Cómo abordar el estudio de la Cábala
A veces, algunas personas me dicen que están interesadas en la Cábala, que leyeron los libros de Lenain, de Papus, de Eliphas Levi, de Dion Fortune, o incluso de Arthur Waite, de Israel Regardie... y quieren saber mi opinión, que les aconseje. Todos esos libros son interesantes, por supuesto, y les pregunto cómo los leen: “¡Oh! De vez en cuando, por aquí y por allí, hojeo algunas páginas...” Pues bien, no es así como se debe estudiar la Cábala. Si os ponéis a estudiar las matemáticas empezando por cualquier capítulo, los diferenciales y las integrales por ejemplo, antes de haber aprendido las cuatro operaciones, ¡no entenderéis nada! Hay que empezar por el principio, comprender bien las primeras lecciones, lo que facilitará luego un rápido avance. Mientras quede algún punto que no haya sido bien comprendido, es preferible no avanzar. Hay que hacerlo poco a poco, sin prisa. No se lee la Cábala cómo se lee una revista.
Ahora bien, debo añadir además que, si en mis conferencias a veces os hablo de la Cábala (el Árbol sefirótico, las Jerarquías angelicales, los setenta y dos Genios), no es para invitaros a estudiarla con premura, simplemente es para daros algunas nociones esenciales que pueden ayudaros en vuestro desarrollo espiritual. La Cábala es una ciencia muy especial, un estudio diferente de todos los demás: exige cualidades particulares por parte de aquel que quiera comprometerse con ella. Incluso es aconsejable no comenzar antes de la edad de cuarenta años. Y no puede hacerlo cualquiera: únicamente aquellos que estén predestinados para ello, que tengan las capacidades mentales, psíquicas, y que además posean cualidades morales que les impedirá utilizar esos conocimientos con un fin personal. La Cábala es una doctrina misteriosa, sagrada, difícil e incluso peligrosa, para todos los que no estén en condiciones de abordarla. Una prueba de ello, es esta pequeña parábola que circula entre los cabalistas: cuatro rabinos se reunieron con la intención de estudiar la Cábala; algún tiempo después, el primero renunció, el segundo perdió la fe, el tercero se volvió loco, y únicamente el cuarto prosiguió su estudio y recibió por ello grandes bendiciones.
Por eso no os aconsejo que os sumerjáis en un estudio profundo de la Cábala. Aprended simplemente lo que sea útil para vosotros, lo que esté a vuestro alcance; yo no os revelaré más. Y si no estáis preparados, empezad por otros asuntos, otros ejercicios que os prepararán para abordarla más tarde. Creedme, es una ciencia muy difícil que no todo el mundo se puede permitir estudiarla; incluso es un sacrilegio hacerlo si no se está bien preparado, y se corren grandes riesgos.
Si os digo esto, no es para desalentaros, sino para seros útil. Es mi deber advertiros de que lanzarse imprudentemente en la Ciencia cabalística produce desequilibrios psíquicos. Y no se podrá acusar a esta Ciencia, sino a una curiosidad mal dirigida, o al deseo de satisfacer la codicia, la ambición. A algunos les digo: “Estudiáis el Shem Hameforasch para conocer el nombre y las atribuciones de los setenta y dos Genios: ¿y qué haréis con ello? ¿Vais a pedirles la protección, el éxito, el amor, las riquezas?” Pues bien, precisamente, ¡ese es el peligro! En primer lugar, es totalmente desaconsejable intentar poner a los espíritus luminosos al servicio de las apetencias humanas. Además, es necesario saber que no son seres que obedecen así como así al primero que llega. Antes debéis alcanzar una cierta talla en el mundo espiritual, si no, los espíritus verán pronto con quien están tratando y os dejarán chapotear solos.
Los setenta y dos Genios no están obligados a venir y satisfacer vuestros caprichos. Para darles órdenes, hay que tener una gran fuerza, una gran voluntad, un gran dominio; para obtener resultados, no basta con conocer sus nombres y pronunciarlos. No, muchos se lo imaginan, lo intentan, y no obtienen resultados. Entonces, antes de lanzaros, estudiad bien el problema, ya que aventurarse solo en esos estudios, sin guía, sin instructor, sin Maestro, puede conduciros a la brujería, a la magia negra.
Mirad cuántos editores desde hace algunos años vuelven a publicar obras de ocultismo. ¡Pero son pura hechicería! Alguna de ellas contiene recetas espantosas, hasta el punto de indicar cómo hacer un pacto con el Diablo. Y lo que es grave, y que no sabéis, es que hay mucha gente, más de la que os imagináis, que se interesa en esos libros y cree en todas las imbecilidades que exponen. Algunas cosas son ciertas, pero muchas son falsas, e incluso peligrosas, y ellos lo aceptan todo. Estoy bien informado, sé que la brujería está aún muy viva en los pueblos: gentes provistas de viejos libros mágicos hacen ceremonias, evocaciones; convocan al mismísimo Diablo, ¡y lo que es más grave, es que lo logran! ¿Por qué? Porque su fe, su tenacidad, su paciencia principalmente, sirve de alimento, de cebo, a los espíritus infernales; consiguen comunicarse con ellos y casi entregarles la vida. Estoy al corriente de todo esto. Muchos han muerto víctimas de sus propias prácticas. Jamás deben hacerse cosas semejantes, jamás. Ésta no es la verdadera ciencia espiritual. El saber que yo os transmito, nunca os llevará hacia esas prácticas. ¿De qué sirve obtener riquezas, poderes, placeres, para encontrarse luego maniatado, perseguido, poseído, verse obligado a recurrir a exorcistas para desembrujarse?
La gente no se da cuenta del peligro que presentan las prácticas de hechicería. ¡Qué responsabilidad para los editores que reeditan esos libros, y para los libreros que los venden! Y cuanto más estrafalarios son los títulos, tanto mejor: presuntos nombres hebraicos, caldeos, persas, pero deformados y sin relación con los verdaderos nombres, porque después de siglos y siglos que circulan esos manuscritos, se deforman cada vez más a medida que son copiados. Y nunca se os advierte de los peligros que corréis. Practicáis esto y aquello, de acuerdo, pero ¿cuáles serán los resultados psíquicos sobre vosotros mismos?...
Debéis saber que yo nunca os embarcaré en este género de aventuras. Tratad de comprender bien la diferencia entre nuestra Enseñanza espiritual, iniciática, orientada siempre hacia la luz, y las otras prácticas ocultistas. Aquí estáis al abrigo, a salvo. Si queréis aventuraros más allá sin guía, sin luz, hacedlo, pero corréis el riesgo de caer en la magia negra. Sois libres de probarlo, pero entonces ya no respondo de vosotros. Si elegís salir de la enseñanza de la luz, yo no me siento responsable en absoluto de vuestra decisión.
Para abordar esta Ciencia sagrada de la Cábala, debéis purificaros, purificar vuestro corazón, vuestra cabeza, si no, los espíritus celestes se opondrán a vuestros esfuerzos pues considerarán que cometéis un sacrilegio. Por el contrario, los espíritus tenebrosos estarán encantados de poder atraer a sus redes a un ingenuo más, seduciéndolo con éxitos fáciles. Elevarse hasta las regiones celestes es difícil, mientras que descender al Infierno es muy fácil: basta con seguir la pendiente de sus codicias.1
A algunos les digo: “¿Por qué os sentís tan atraídos por las prácticas del ocultismo? ¿Por qué despreciáis las grandes verdades que os he dado para mejorar vuestra salud, vuestro comportamiento respecto a los humanos, vuestra relación con las fuerzas inteligentes de la naturaleza, con las entidades celestes, con Dios mismo? Esas verdades no os interesan realmente, hay algo que os tienta más... una esperanza algo turbia, el deseo de satisfacer una ambición... Si sois honestos, íntegros, empezaréis por estudiar todas esas grandes verdades: hay mucho que aprender y regocijarse durante toda la vida. Si las descuidáis, es que estáis animados por deseos inferiores: queréis dominar a los