Los frutos del árbol de la vida. Omraam Mikhaël Aïvanhov
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Encontramos precisamente esta idea en el número 10. El número 10, que está formado por el 1 y por el 0, representa el espíritu y la materia. De Hyle, es decir del caos o del 0, surge la vida, el 1. Los dos juntos forman el 10, y he aquí los elementos de todas las operaciones matemáticas, el diez, los diez dedos. El uno representa el principio masculino, el cero el principio femenino, y los dos reunidos representan la materia animada por la vida. Y es verdad, Dios creó las cosas así: del cero, gracias a la acción del uno, hizo surgir la vida entera que es el diez. ¡Los matemáticos ni se imaginan, cuando combinan sus cifras, que trabajan sin cesar con el Árbol de la Vida, el diez, la plenitud! Nada le falta al número diez, posee los dos principios. Si se dibuja así, es el lingam de la India, el mismo símbolo que el sello de Salomón, los triángulos masculino y femenino entrelazados.
Conocer los números del uno al diez, es conocer los principios de todas las cosas, pero también de tener la posibilidad de trabajar ya que el hombre tiene diez dedos. Las dos Tablas de la Ley de Moisés situadas en el Arca, tienen su equivalencia en las dos manos, con cinco prescripciones visibles y cinco prescripciones ocultas. Las Tablas de la Ley representan los diez sefirot, y es a través de los poderes de los diez sefirot cuyo instrumento son las dos manos, que Moisés hacía prodigios. Las manos están vinculadas a los poderes cósmicos de los diez sefirot: gracias a los diez dedos de la mano todo es posible, por eso el número diez representa la plenitud.
En la página que os leí, el Maestro Peter Deunov hablaba de diez millones de levas. Diez millones, es el uno seguido por siete ceros. Los ceros detrás de una cifra representan todas las posibilidades, todas las condiciones favorables para la realización en la materia. Cuantos más ceros tenga una cifra, más grandes son esas posibilidades... ¡con la condición de que los ceros estén detrás de ella, no delante! Diez millones, es el uno seguido de siete fuerzas, de siete poderes.
¿Qué mayor riqueza puede haber que la de tener los diez sefirot desarrollados en uno mismo? Desde el momento en que queréis entrar en las regiones angelicales, en los tabernáculos celestes, se os abren las puertas, y entonces os regocijáis, os alimentáis, saciáis vuestra sed, es decir tenéis inspiraciones, proyectos magníficos.
¿Cómo trabajar con el diez, que es el número de Malkut? Malkut es la décima séfira, resume todo lo que está arriba y todo lo que está abajo (el 1 y el 0, el espíritu y la materia), e indica al discípulo el trabajo a realizar: elevarse con el pensamiento hasta la cima, y después volver a descender para animar, vivificar, purificar su cuerpo físico (pues eso es Malkut), con el fin de impregnarlo de las cualidades y virtudes de los otros nueve sefirot. Es así como él se forma un nuevo cuerpo, el cuerpo de gloria, el cuerpo de luz. Quien llega a unir en sí mismo a Malkut con los otros sefirots, realiza el diez y posee la riqueza, la plenitud.
El número diez es el del éxito, simboliza la realización de todos los demás números. Malkut, reunido con todos los demás sefirot, representa el Reino de Dios. Desde el punto de vista del espíritu, la séfira más importante es naturalmente Kether, pero desde el punto de vista de la realización en la materia, es Malkut, porque en su perfección, condensa y concreta las cualidades de todas las demás regiones. Es por esta razón que los hombres, en cierto aspecto, superan a los Ángeles. Somos más ricos que ellos, pues tenemos algo que ellos no poseen: el cuerpo físico. Diréis que este cuerpo nos vuelve esclavos de la materia. De acuerdo, pero si llegamos a obtener las cualidades de los Ángeles: la pureza, la inteligencia, el desinterés, esas cualidades transforman nuestro cuerpo, lo iluminan, lo inmortalizan, lo divinizan, y gracias a ese cuerpo divinizado, somos más que los Ángeles, somos el número diez.
Éstas son, mis queridos hermanos y hermanas, algunas palabras, algunos fragmentos de la verdadera ciencia, pero es tan vasta, que toda una vida es insuficiente para agotarla. Si pedís a un Iniciado que condense en algunas horas esta ciencia que estudió durante toda su vida, evidentemente podrá hacerlo. Dos palabras son incluso suficientes para ello: el Árbol de la Vida. Sí, pero ¿qué es lo que vosotros comprenderéis? Hay que ampliar, y esto es lo que he empezado a hacer hoy. El Árbol de la Vida es el número diez. Pero para expresar la plenitud de la vida divina, la décima séfira debe ser conectada con el Árbol. Es por ello que cada día, varias veces por día, el discípulo se pone en comunicación con el Cielo para que las corrientes pasen, para que se haga la circulación, y un día reencontrará su rostro divino.
La Cábala dice que con el primer pecado el hombre perdió su rostro divino, enredó los números. En lugar de poner el uno delante del cero, lo puso detrás, dio la preferencia a la materia. Si tuviera que resumir el materialismo, escribiría en la pizarra: 01. Pero únicamente un Iniciado comprenderá esta síntesis. Y si escribo 10, eso representará la filosofía espiritualista: el espíritu primero como causa, y a continuación la materia. 0 también, primero el intelecto, y luego el sentimiento. Primero la reflexión, después la acción.5 El cero representa todas las posibilidades para el espíritu de realizar sus proyectos en la materia. Así el 10 representa el 1, el espíritu puro envuelto en la materia más sutil, la quintaesencia de Kether, esa materia tan sutil que ya casi no es materia: Isis en todo su esplendor.
Videlinata, 3 de Junio de 1963 (mañana)
II
El ser humano fue creado a imagen del Árbol de la Vida: Kether está en él, y también Hochmah, Binah, Hesed... con todos sus elementos, sus entidades, sus actividades, sus materiales. Por eso, el verdadero conocimiento de uno mismo pasa por el conocimiento del Árbol de la Vida. Sí, conocerse supone ver esa inmensidad que representa el hombre interiormente, con todas las regiones y los vínculos que existen entre ellas. Pues los diez sefirot no están separados unos de otros, están unidos, y toda una vida circula entre ellos. Es lo que queda expresado por los veintidós caminos que van de uno a otro. Desgraciadamente en el hombre la décima séfira, Malkut, la tierra, se desprendió del Cielo. Por eso es ahora preciso restablecer el vínculo, restablecer el número diez. Los diez sefirot existen en el universo, existen los diez juntos, pero es en el hombre donde no están juntos. El hombre cortó el lazo y ya no recibe las corrientes de vida, de luz, de alegría.
El verdadero discípulo trabaja para restablecer ese vínculo. Él es Malkut, la materia compacta, condensada, y su trabajo consiste en vincularse con las regiones que están por encima de él, dentro de él. Y es aquí precisamente donde aparece la dificultad: a causa de la vida desordenada, oscura, insensata, incluso criminal, que ha llevado, el mismo se ha formado un obstáculo que le cierra el camino. En la Ciencia iniciática, a ese obstáculo se le denomina el Guardián del Umbral; está ahí en la novena séfira, Iesod, y espera al postulante para amenazarlo, asustarlo bajo las formas más horrorosas, más terroríficas, y si el discípulo no tiene suficiente luz y audacia, si no tiene el corazón puro, será derribado.
La séfira Iesod es la región de la Luna, ya lo vimos. Aquél que no ha trabajado con la luz y en el dominio de sí mismo, entra en la región de las ilusiones y de los extravíos. Pero para el que se ha preparado, es la región de la pureza. Atravesándola, se purificara, llegará a ser límpido, lúcido y clarividente. Es ahí donde toma contacto con los Ángeles, los Kerubim, que son los portadores de la vida.
La Luna es una región con dos caras, es el depósito de todo lo que es puro, pero también de todo lo que es impuro, pues tiene una cara oculta en donde se acumulan todas las inmundicias, y es ahí donde los magos negros extraen los elementos para sus malas acciones. Y como sucede que la Tierra y la Luna se comunican, de esa cara oscura vienen seres espantosos que atormentan y extravían a los humanos. ¿Comprendéis pues por qué, antes de acceder a la región de la Luna, hay