El libro de las 200 tisanas. Jordi Cebrián
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Díctamo blanco, rara.
Tarraguillo, muy rara.
Gayuba, no rara pero vulnerable.
Peonia, rara.
Adonis vernal, muy rara.
Algodonosa (Otanthus), no rara pero vulnerable.
Té de roca, no rara pero vulnerable.
Muérdago, no rara pero vulnerable.
Drósera, rara y muy vulnerable.
Grasilla, no rara pero vulnerable.
Tejo, no raro pero vulnerable.
Flor de nieve (edelweiss), raro y muy vulnerable.
Lauroceraso de Portugal, raro.
Menta cervina, muy rara.
Espino amarillo, raro y de distribución limitada.
La alternativa es clara. Ante la duda y en casos de especies amenazadas, como la árnica, la flor de nieve o el trébol de agua, es necesario renunciar a su cosecha en el campo y adquirirla directamente de vivero o comprarla en un herbolario. En tales casos, los herbolarios se suelen proveer de plantas criadas en viveros y sembrados. En 2007, la superficie dedicada al cultivo de planta medicinal y aromática en España, solo en agricultura ecológica, ascendía a 5800 hectáreas; Andalucía era, de largo, la comunidad autónoma con más hectáreas cultivadas.
En todo el mundo, de las entre cincuenta mil y setenta mil especies de plantas clasificadas como medicinales, apenas se comercializan de manera masiva unas tres mil. De esas, solo una tercera parte son objeto de cultivo sistemático.
Lo cierto es que la cosecha silvestre, que había sido importante en el pasado a escala rural, es hoy en día una actividad bastante minoritaria económicamente, y salvo algunas especies, como las citadas antes, se reduce a poco más que el autoconsumo. Hacia este aspecto orientamos nuestras recomendaciones.
Una vez hechas las anteriores consideraciones, los consejos que añadimos a continuación, de orden genérico, pueden servir de ayuda a quien se decida a salir al campo, con un cesto o bolsa de tela, unos guantes para evitar sufrir heridas cuando se manipulan plantas espinosas, y una tijeras o cuchilla fina.
La primavera, el mejor momento del año. Resulta evidente, es cuando se dan la mayoría de las floraciones. Pero también muchas plantas florecen en verano, sobre todo en las sierras montañosas y junto a lagos y ríos. Y ello sirve para aquellas plantas de las que necesitemos sus flores y hojas tiernas. Para los frutos deberemos esperar más, ya en pleno verano, y para las raíces, al otoño.
El amanecer, el mejor momento del día. Pero una vez que se ha secado el rocío, es cuando las plantas mantienen sus esencias en mayor efervescencia. Lo mismo cabe decir del atardecer. Para las semillas, el mejor momento de recolección es a última hora de la tarde.
Las partes aéreas de las plantas, como sumidades, flores y hojas tiernas, se suelen cosechar en primavera; los frutos y muchas semillas, en verano; las raíces, a finales del estío o en otoño.
La lluvia como impedimento. No se recomienda recolectar plantas en días lluviosos. Aparte de que la planta puede hallarse muy tocada, también puede llegar en muy mal estado a casa por el exceso de humedad.
La sequía, una maldición. Tampoco las épocas de sequía por falta de lluvias suelen ser idóneas para esta práctica.
Identificación correcta. Es preciso identificar con total seguridad la planta que se busca. Muchas plantas presentan un aspecto muy parecido, a veces casi idéntico, con otras de su misma familia o género. Cabe estar bien informados o contar con la asesoría de un experto.
Contaminación. Se debe evitar recolectar plantas medicinales en espacios potencialmente contaminados o expuestos a un posible foco de contaminación, como márgenes de carreteras, orlas de sembrados donde se utilicen pesticidas, cerca de vertederos, estercoleros y naves industriales.
Los parásitos. Se deben evitar aquellas plantas que se vean ajadas, enfermas, atacadas por parásitos o plagas.
Cuando es el momento. Por regla general, las hojas deben ser recolectadas cuando son jóvenes; las flores, cuando se hallan bien abiertas; y los frutos, una vez maduros. Pero existen muchas excepciones a esta norma.
Cosecha moderada. Es mejor recolectar aquí y allá de diferentes individuos, antes que esquilmar unos pocos, y en general es preferible no desenraizar nunca las matas, para dar oportunidad a la planta a rebrotar bien la temporada siguiente. No se debe recolectar más de lo que vayamos a utilizar.
Dañar poco. Podemos utilizar una cuchilla bien afilada o unas tijeras, y arrancar unos pocos ramilletes de cada planta, evitando dañarla lo menos posible.
Guantes de jardinero. Serán de gran utilidad cuando manipulemos plantas espinosas, pegajosas o aquellas que contengan látex u otras sustancias potencialmente urticantes.
No mezclar. Una vez cosechadas, es preferible no mezclar las plantas, para evitar luego posibles confusiones. Cada especie debe guardarse en una bolsa aparte. Evitar el papel de diario, pues con la humedad, puede teñir de tinta a la planta y contaminarla.
Se pueden congelar (a unos veinte bajo cero) para eliminar las puestas de huevos de insectos, que muchas veces descubrimos pasado un tiempo en forma de insectos voladores cuando abrimos el recipiente.
Conservación
de las plantas
UNA VEZ COSECHADAS LAS PLANTAS, que tendremos debidamente clasificadas por especies, las debemos someter a un correcto proceso de secado. Si no lo hacemos bien, podemos sufrir la frustración de ver que aquellas plantas que con tanto esmero y dedicación hemos cosechado se nos han podrido prematuramente y ya no se pueden emplear para nuestros saludables fines. En líneas generales y atendiendo a las referencias de expertos, estos son los pasos que deberíamos seguir:
Examinar a fondo toda la planta cosechada para descartar aquellas partes raídas o enfermas y eliminar la presencia de algún parásito, hongo, puesta de huevos, etc.
Las sumidades aéreas se pueden atar formando ramilletes; luego se dejan a secar colgados boca abajo, en un espacio a la sombra.
O bien se extiende la planta sobre una lámina secante, sobre todo cuando hablamos de cortezas, raíces o de flores grandes, y dejar que se seque en un espacio al aire libre, pero sombreado.
Las semillas se pueden dejar que caigan de la planta disponiéndola boca a bajo, y se dejan a secar sobre una plancha secante.
Raíces y rizomas deben partirse por la mitad o en pequeños trozos, y los bulbos en rodajas. Se sacuden bien para desprender la arena y se lavan en agua tibia, antes de dejarlos secar.
El periodo de secado variará en función del tamaño