El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El golpe de Estado más largo - Gonzalo Varela Petito страница 2
VI. El debate en Representantes
VII. Culminación
Capítulo 9. Decisión
I. Sin tregua
II. Preparativos
III. Bordaberry y sus ministros
IV. El golpe sin más vueltas
V. Comparaciones
Capítulo 10. Crepúsculo parlamentario
I. El águila emprende su vuelo
II. Vigilia
III. Wilson se despide
IV. La sesión del Senado
V. El allanamiento de todos los allanamientos
VI. El fin del gobierno de partidos
TERCERA PARTE: ECONOMÍA Y POLÍTICA
Capítulo 11. El golpe de las vacas
I. La situación nacional
II. La situación internacional
III. La escasez
IV. La retención de haciendas y la crisis productiva
V. El comercio exterior
VI. La deuda y el oro
VII. La inflación
VIII. El agro
IX. El fin del desarrollismo
X. El Plan Nacional de Desarrollo
XI. Comentarios al plan
XII. A modo de epílogo
Fuentes
I. Materiales de archivos
II. Prensa escrita nacional y extranjera
III. Fuentes documentales impresas o grabadas en audio
IV. Bibliografía general
V. Bibliografía sobre Uruguay
[…] les acusaban de querer derribar la democracia […] [y] como suele suceder en tales circunstancias, no hubo nada que no se produjera y aún más […] el enfrentamiento junto con la falta de confianza aumentó las disensiones, pues no había nada que llevara a la reconciliación […] [no vacilaron] en abolir previamente las leyes comunes […] de las que depende la esperanza de salvarse cuando van mal las cosas […] por si un día, en una situación de peligro, se pudiera tener necesidad de alguna de ellas.
Tucídides (la Stasis)
[...] el comienzo, el fin de una época están generalmente marcados por alguna revolución más o menos brusca que tiende a modificar el estado de cosas establecido [...] el término de época [...] hace pensar [...] en las circunstancias que la rodean y condicionan [...].
F. de Saussure
Introducción
El título de este libro se inspira en el término con que el diario francés Le Monde calificó, en primera plana, los sucesos políticos de 1973 en Uruguay, que concluyeron en la disolución de facto de las cámaras legislativas por el Poder Ejecutivo el 27 de junio.1 Si el último acto de un derrumbe institucional dura tanto (alrededor de medio año) es lógico pensar que arrastra un proceso que viene de más atrás. Por tanto, para quien pretende hacer un estudio detallado se plantea el problema del corte temporal. Comenzamos por el mes de enero de 1973, sin ignorar que el desenlace producido en seis meses no podría ser entendido sin tener por lo menos algo de información acerca de lo ocurrido en 1972 (inauguración del gobierno de Juan María Bordaberry); o en 1967-1972 (presidencia de Jorge Pacheco Areco); o con la reforma constitucional de 1967, que restituyó la presidencia unipersonal derogando el Ejecutivo colegiado que la mayoría de la clase política2 juzgaba desastroso por sus resultados;3 o a partir de 1955-1957, fecha aproximada del inicio de la crisis económica que batió récord en estándares internacionales; o incluso —para irredentistas que culpan al batllismo de todo, o para quienes gustan de afirmar el papel de los accidentes en la historia— desde 1903, cuando un grupo de legisladores colorados y blancos calepinos decidió la primera elección de José Batlle y Ordóñez para presidente.4
El aporte buscado consiste en una observación de cerca, que analizando pocos meses ocupa muchas páginas y al variar el punto de vista y la precisión de la mirada, pueden cambiar también las conclusiones, apareciendo novedades o respuestas siquiera hipotéticas a preguntas pendientes que antes no llamaban la atención. Tal vez personas y acontecimientos aparezcan bajo una luz distinta, lo que abarca a quienes en la cúpula o en la base se vieron enfrentados a dilemas que en el Uruguay de poco tiempo atrás hubieran sido impensables y frente a los cuales, en la medida de sus valores y responsabilidades, supieron o no cumplir. En los tiempos de crisis se puede dar lo mejor o lo peor de sí, pero para el ser común y corriente —la mayoría— lo probable puede ser una combinación; o quizás nada: la pasividad expectante.
Decidimos empezar por los sucesos de enero de 1973 en adelante esperando que el lector tenga un conocimiento por lo menos sucinto de lo acontecido desde diciembre de 1967, con la sorpresiva muerte del presidente colorado hacía un año electo, el general retirado Oscar D. Gestido y la asunción de su sucesor el vicepresidente Jorge Pacheco Areco, un político con escasos antecedentes que no tardó en mostrar su inclinación, enfrentando los graves problemas que heredó con violencia cuando lo creyó necesario y autoritarismo en su relación con actores sociales y sectores partidarios —estos últimos encarnados en el Parlamento—. El uso constante que hizo desde junio de 1968 del recurso de emergencia que la constitución restrictivamente designa medidas prontas de seguridad, lo llevó a adoptar repetidamente y con criterios personalistas, decisiones que no solo respondían a situaciones comprendidas en esta norma, sino también otras guiadas por razones de mera ejecutividad, abarcando un sinfín de ítems de mayor o menor importancia.5 Pacheco exhibió un estilo de gobierno con aires de supremo poco practicado, contrastante con la cultura de pares entre políticos profesionales que en Uruguay llega hasta la primera magistratura y el gabinete. Aparte de ello, algunos del grupo de políticos colorados que lo rodeó, fundando la Unión Nacional Reeleccionista (unr) formaron según acusaciones por hechos de corrupción, una especie de patio de los milagros de la política oriental.6
Lo que en el tono más neutro se podría sostener es que, encarando a su modo la suma de problemas acumulados y la impotencia en que habían caído los partidos gobernantes, el entonces presidente rebasó sistemáticamente sus atributos, instaurando un aleatorio gobierno por decreto no previsto en la carta.7