El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito

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El golpe de Estado más largo - Gonzalo Varela Petito

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más que antes el escenario político, pues el ataque a los partidos tradicionales parecía concederle un respiro a la izquierda coaligada en el Frente Amplio, amenazada por la crispación de la política y las acusaciones de connivencia con los tupamaros. Los principales partidos integrantes del Frente empezaron a albergar esperanzas y simpatías en función de un supuesto progresismo castrense (bautizado peruanismo en alusión al gobierno militar reformista existente en Perú) que según filtraciones de oficiales amigos, más un recurrente lobby de la inteligencia militar a cargo del legendario y tal vez sobrevalorado coronel Ramón Trabal, podría abrirse camino en el seno de las ff. aa.

      No faltaban personalidades ni ideas en el espectro político, mas asimilaba un mosaico antes que un sistema, debido a los desacuerdos y enfrentamientos agravados por la crisis económica y el decaimiento institucional. Zubillaga y Pérez han hablado de una “democracia atacada”, pero sucede que la mayoría de los contendientes pensaba estar luchando por su versión de la democracia.13 Eran muy pocos a soñar con una revolución fascista de opereta y muchos aunque en minoría, los que buscaban una vía corta al socialismo.14 Frecuente era en cambio la acusación de que lo que postulaba el otro como democracia era una dictadura. Sería por eso quizás adecuado usar el antiguo término griego de stasis: separación, escisión, con efectos de conflicto, violencia, desconfianza recíproca y suspensión o abolición de las leyes “de las que depende la esperanza de salvarse cuando van mal las cosas”.15

      Tal era el panorama entre fines de 1972 y comienzos de 1973, fecha en que comienza nuestro trabajo. Sin dejar de preocuparse por la situación, ni los políticos tradicionales ni los de izquierda, menos la ciudadanía, tenían claro lo que seguiría, y continuaba cada quien con sus reclamos y aspiraciones encontradas.

      Lo que seguiría, a partir del alzamiento militar de febrero de 1973, sería el inicio de un nuevo “Gobierno del motín”, hubiera dicho de estar vivo Eduardo Acevedo.16

      ***

      El tiempo transcurre y sucesos, instituciones y personas que estuvieron vigentes pueden ser olvidados en mayor o menor grado. Por tal motivo, para una mejor comprensión de las páginas que siguen, listaremos muy sucintamente como en un elenco dramático, algunos de los sectores partidarios relevantes y nombres de sus principales dirigentes de entonces, sin quitar importancia a los muchos que no son aquí mencionados y aparecerán en sucesivos capítulos.

      I. Dentro del Partido Colorado:

      —La Unión Nacional Reeleccionista (unr) dirigida por el expresidente Jorge Pacheco Areco embajador en España a partir de 1972 y por tanto ausente en 1973. Un núcleo de avezados, pero a menudo moralmente cuestionados políticos colorados lo secundaban. El sector provenía de una recomposición de los grupos que condujeran a la presidencia en 1967 al general retirado Oscar D. Gestido (muerto ese mismo año) a los que se agregaban políticos salidos de otros sectores colorados. Fue el más votado dentro del partido y —polémicamente— en todo el país en 1971, granjeándole a Bordaberry la presidencia gracias al triple voto simultáneo por lista, sublema y lema,17 al no juntarse la cantidad de votos necesaria para la reelección de Pacheco. De la prensa diaria el matutino La Mañana y el vespertino El Diario le respondían.

      —Unidad y Reforma (UyR) con la lista electoral 15 (por lo cual a menudo identificaremos a este sector también como lista 15 o quincismo)18 era encabezada por dos todavía jóvenes pero fogueados dirigentes: Jorge Batlle y Julio María Sanguinetti. El primero, ganador en competencia abierta del liderazgo de este grupo que había sido de su padre, Luis Batlle Berres, sería foco de discusiones, acusaciones y rupturas: un ave de tempestades no siempre elegidas. Su prédica consistía en que Uruguay vivía de espaldas al mundo, debía abandonar su apego al pasado y modernizarse, obedeciendo a una realidad que ya no era la del batllismo benefactor de la primera mitad del siglo. Se vinculaba por tanto a la abolición del colegiado y a los programas de ajuste económico y liberalización comercial. Era propietario y director del vespertino Acción.19 Los quincistas sumados a los reeleccionistas, integraban el Acuerdo Nacional interpartidario que se formó en 1972 con legisladores colorados y de la minoría blanca, en apoyo a las políticas del gobierno. Sus miembros se autodenominaban sin que ello fuera denigrante “acuerdistas”, como también les llamaba la oposición con ánimo crítico.

      —Por la Unión del Partido, con la lista 315, más que un sublema una persona: el senador Amílcar Vasconcellos, el último auténtico batllista según Wilson Ferreira Aldunate. En el tramo de 1968 a 1973, político con votos menguantes y ciudadano en su mejor hora. Opuesto a Pacheco, a Bordaberry y a los militares golpistas, en tanto colegialista ortodoxo era enemigo de la reforma constitucional de 1967, en lo que coincidía con el matutino El Día de alta circulación, propiedad de los descendientes de José Batlle y Ordóñez. (Pero tanto José como Luis Batlle hubieran preferido el gobierno colegiado de un solo partido, antes que las fórmulas de cogobierno bipartidista pactadas en 1918 y 1952.)

      II. Dentro del Partido Nacional o Partido Blanco:

      —Por la Patria (plp, sublema que tomó la consigna que fuera del caudillo blanco Aparicio Saravia y antes del héroe nacional José Artigas). Lista 4, pero más evocadora que el número es la personalidad brillante de Wilson Ferreira Aldunate, que a partir de 1970 lograría una reagrupación partidaria si no completa muy abarcadora, difícil en décadas anteriores. Como si hubiera aprendido en carisma y pasión de Luis Alberto de Herrera a quien no conoció personalmente, pero su ideario democrático y desarrollista era distinto y no polarizaba ni generaba rechazos tan fuertes en la minoría del lema, a la que también benefició por la acumulación de votos en 1971. Adoptó desde su campaña del mismo año, la modalidad brasileña de que el líder fuera llamado preferentemente por su nombre de pila antes que por su apellido (simplemente Wilson).

      —Movimiento Nacional de Rocha, mnr (o solo Movimiento de Rocha) fundado por el extinto Javier Barrios Amorín, con fuerte impronta en la moralidad personal y política. Su principal dirigente era el maestro Carlos Julio Pereyra, compañero de fórmula electoral (en tanto candidato a la vicepresidencia) de Ferreira Aldunate en 1971. En las páginas que siguen distinguiremos a menudo las opiniones de uno y otro, pero dadas las fuertes coincidencias, hablaremos también de ferreirismo abrazando posturas de sus dos agrupaciones en conjunto. No tenían ambas un diario que les respondiera, sino una publicación periódica crítica, Opinión Nacionalista. La convicción del ferreirismo expresada por el Honorable Directorio del Partido Nacional en que predominaba, era que el reeleccionismo le había arrebatado mediante fraude el triunfo electoral de 1971, pero reivindicando que su intransigencia con Bordaberry no era solo por esto, sino porque el presidente era incapaz de dialogar en función de un programa que convocara a todos los partidos del país.

      —Unión Nacional Blanca (unb) lista 400 de los hermanos Wáshington y Enrique Beltrán —senador y diputado respectivamente— descendiente a grandes rasgos de los blancos independientes separados del partido en 1931 (y vueltos a él por iniciativa de los Beltrán entre 1954 y 1958). Grupo especialmente representativo de votantes de clase media y alta urbanas, con énfasis en la honradez y la legalidad, estaba siendo largamente rebasado por el liderazgo de Ferreira que antes perteneciera a sus filas. Sin embargo tendría una participación significativa en las definiciones del Parlamento en contra del golpismo de Bordaberry, no obstante ser integrante del Acuerdo Nacional en apoyo a las políticas oficiales. Presidente rotativo por un año del último Consejo Nacional de Gobierno en 1965-1966, Wáshington Beltrán describiría en un libro de memorias como una política de buena voluntad basada en la colaboración entre los dos partidos tradicionales resultaba imposible en Uruguay. Era solo codirector del matutino nacionalista El País de elevada circulación, por lo que el diario no respondía estrictamente o siempre a sus opiniones. Manteniendo sus diferencias, la unb había concurrido en 1971 como sublema tras la candidatura presidencial de Ferreira Aldunate.

      —Alianza Nacionalista, grupo herrerista liderado por el anciano Martín R. Echegoyen, de reconocida cultura jurídica y citas en latín que le hicieran objeto de broma por los

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