El golpe de Estado más largo. Gonzalo Varela Petito

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El golpe de Estado más largo - Gonzalo Varela Petito

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entendía como política de coparticipación en el gobierno a toda costa, que le llevaría a integrar con su sector el Acuerdo Nacional de 1972 y en 1973 a ser presidente del Consejo de Estado de la dictadura. Y por ello intransigente opositor a la abolición del Ejecutivo colegiado y del tres y dos en la dirección de los entes públicos,20 no dejando de señalar el error fatal que en su opinión significara la reforma constitucional de 1967.

      —Aliado al anterior pero con personalidad propia, el Movimiento Herrera-Heber de los hermanos Alberto (Titito, en los ambientes familiar y político) y Mario Heber Usher, el primero perdido en un rumbo incoherente, el segundo empeñado más seriamente junto con su joven colaborador Luis Alberto Lacalle (nieto de Herrera) en la recuperación del declinante herrerismo. A diferencia de la Alianza, este sector había llevado una fuerte política de cuestionamiento del gobierno de Pacheco. A sus filas habían pertenecido otros políticos como Walter Santoro y Héctor Gutiérrez Ruiz, que luego pasarían a Por la Patria al lado de Ferreira. Integrante del Acuerdo Nacional, el Movimiento no tenía un medio periodístico propio tras el cierre de El Debate que fundara Herrera, pero al igual que otros grupos nacionalistas podía recurrir eventualmente a El País, donde mantenía una sección fija controlada por Alberto Heber. El candidato presidencial de ambos sectores herreristas en 1971 había sido el general conservador retirado Oscar Mario Aguerrondo, que había obtenido una minoritaria pero significativa votación.

      III. La izquierda estaba casi totalmente concentrada desde 1971 en el Frente Amplio (fa). Con poca autocrítica políticos tradicionales calificarían a la coalición de “colcha de retazos”, dada la variedad de fuerzas conjugadas; como si el Partido Nacional no se hubiera fracturado durante décadas porque los blancos no se soportaban dentro de un mismo lema y el Partido Colorado no hubiera perdido las decisivas elecciones de 1958, entre otras causas por la guerrilla civil de los grupos batllistas enemistados. Como si Batlle y Ordóñez no hubiera sufrido la más fuerte oposición de excolaboradores y correligionarios que contribuyeron a su derrota en 1916, y Herrera no hubiera tenido un permanente adversario en Juan Andrés Ramírez y otros blancos independientes.

      En cambio el Frente Amplio trató de subsanar las críticas que dirigía la izquierda a los tradicionales, no solo por razones ideológicas y programáticas, sino también organizativas. La unidad que aquellos mantenían gracias a la ley de lemas que los obligaba a juntarse para acumular votos, la buscó el Frente adoptando el compromiso de tomar decisiones unificadas por medio de autoridades comunes y un programa compartido. Cosa que blancos y colorados difícilmente habían logrado en forma sostenida a lo largo de su historia, sustentando el juicio, incluso en propias filas, de que no eran verdaderos partidos sino laxas alianzas. El fa mantuvo la acumulación de votos por sublemas, pero presentando candidatos únicos a la presidencia, vicepresidencia e intendencias departamentales.21 Su heterogeneidad se compensaba en la medida en que partía de la izquierda histórica, que tenía diferencias y polémicas cristalizadas en ideas y organizaciones, pero también confluencia de orientaciones; a la que se sumaban el Partido Demócrata Cristiano y grupos disidentes de los partidos tradicionales igualmente izquierdizados, y que se izquierdizarían más al calor del acuerdo. Mucho influía para la unión de 1971 algo decisivo en política que los críticos no contemplaban: el agrupamiento por encima de diferencias frente a lo que se percibía como un peligro mayor y un enemigo común perfilado en años anteriores.

      Entre diversos y entusiastas sectores reunidos por el Frente Amplio, destacarían por su poder de convocatoria el Partido Comunista del Uruguay (pc o pcu) encabezado por su primer secretario Rodney Arismendi, muy completo en tanto dirigente partidario, parlamentario de larga data y teórico marxista-leninista, acompañado por cuadros políticos y sindicales no menos experimentados;22 el Partido Demócrata Cristiano (pdc) con su principal dirigente Juan Pablo Terra y una juventud radicalizada; así como el disminuido, pero todavía influyente Partido Socialista (ps) más el singular exherrerista y ultraizquierdista Enrique Erro, que regresaría de la nada o algo similar para constituir la tercera fuerza en votos de la coalición. Y como invitado de piedra el mln-Tupamaros, a la vez en la clandestinidad y la legalidad, con su Movimiento de Independientes 26 de Marzo (M-26) que congregaría una pujante y numerosa fuerza militante particularmente juvenil, que el Frente pese a declararse por la constitución no rechazaría, en aras de la unidad sin exclusiones y con la esperanza de lograr la pacificación una vez ganado el gobierno (perspectiva que no compartía el mln, pese a su disposición igualmente unitaria).

      Dentro de un nutrido contingente de líderes partidarios el Frente Amplio tenía cinco senadores: Enrique Rodríguez del Partido Comunista (sublema fidel, lista 1001), Francisco Rodríguez Camusso —otro exherrerista— también de la subcoalición fidel-1001,23 Juan Pablo Terra del pdc, Enrique Erro del sublema Patria Grande24 y por último Zelmar Michelini, batllista de izquierda y un hito en la historia parlamentaria de Uruguay. El fa contaba a su favor con un semanario independiente de gran circulación —Marcha— y tres cotidianos: el democristiano Ahora, el comunista El Popular —ambos matutinos— y el vespertino Última Hora, que reunía en su Consejo Director a personalidades de distintas denominaciones de izquierda.

      El presidente del fa, general retirado Líber Seregni, sería en vida un político heroico y un militar ejemplar, pero ello no le libraría de padecer y ser punto de concentración de las graves tensiones, dilemas y contradicciones a que se vería sometido el Frente Amplio en 1973.

      De los antes nombrados algunos llegarían a ser presidentes en posdictadura: Julio María Sanguinetti (en dos ocasiones) Luis Alberto Lacalle y Jorge Batlle. También José Mujica, que en 1973 era un tupamaro de segunda importancia en prisión.

      IV. Además de los partidos habrá que considerar por último (aunque no como lo menor) a la Convención Nacional de Trabajadores (cnt) formada entre 1964 y 1966, que agrupaba a la gran mayoría de las fuerzas sindicales del país, unificando a trabajadores de los sectores público y privado, obreros y empleados, en una fuerza política de gran magnitud, no limitada al gremialismo económico. Se identificaba con la izquierda, si bien por estatutos no tenía afiliación partidaria y su extensa base abarcaba a agremiados de muy variada orientación política. Reivindicaba comprender a unos 400 000 o 500 000 trabajadores (en un país de menos de tres millones de habitantes) aunque es difícil verificar esta cifra. No era incompatible la doble militancia, partidaria y gremial. El presidente de la cnt José D’Elía no pertenecía a ningún partido, pero la mayoría de la dirección colectiva era de orientación comunista.

      ***

      Para la elaboración de este trabajo recurrimos a una ingente suma de fuentes que se detalla al final, pero prestando particular atención a la prensa de la época, que a menudo se menciona por sus diferentes nombres en el texto principal y no solo en las notas, tomando en cuenta que aun teniendo sus medios una afiliación partidaria (así era en Uruguay) la prensa significa en el proceso político un actor aparte. El enfoque elegido es reconstructivo y por tanto narrativo. Aquí y allá el autor no oculta sus opiniones, mas ha tratado de formularlas de modo que quien no las comparta pueda de todos modos servirse de la información.

      Agradecemos a Silvia Dutrénit habernos convencido de dar fin a esta obra (cuando otras veces había sucedido lo contrario) y a Gerardo Caetano el apoyo para su publicación. Igualmente a los funcionarios de la Biblioteca Nacional y de la Biblioteca del Palacio Legislativo de Uruguay, así como de la sala de lectura de periódicos de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos y de los Archivos Nacionales de Francia (Sede Pierrefitte-sur-Seine); a Sandra Pintos en el Archivo del Centro de Estudios Interdisciplinarios Uruguayos (ceiu) de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República, y a Sonia Zenteno, Flavia Bonasso y Raquel Sánchez por su contribución a la edición.

      El estudio de los acontecimientos de febrero de 1973 en Uruguay, así como el de otros del periodo, se encuentra sesgado por los

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