El Acontecer. Metafísica. Antonio Gallo Armosino S J
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Por esto, a veces se define la metafísica como «aquella actividad filosófica que se pregunta por el “ser”» (Heidegger loc. cit., p. 54). Para el fenomenólogo, la pregunta por él se refiere al ser primero, el que se da de repente y de inmediato en la experiencia. ¿Qué es lo que se experimenta? El ser es lo que se da ahí. Es lo dado, que se ve, que intuye, que se toca, que oye, que se encuentra; Zubiri (1962), en Sobre la esencia, habla de lo «de suyo» (p. 145).
En este contexto, el ser de la experiencia es: acontecer, presencia, devenir, realidad, objeto, causa… No todas estas palabras son sinónimos, y esto se debe a la complejidad del ser mismo, que no es solamente esto, o uno: es un acontecimiento con todas sus posibles cualidades y determinaciones.
Si especificamos con mayor precisión la pregunta sobre el ser experimental de la fenomenología, y consecuentemente creamos esta clase de «metafísica», se nos hará más fácil comprender y organizar las demás preguntas que surjan en conexión con los datos experimentales.
Tendremos la fórmula: R:/ [–«esto»] «es»…
La respuesta invierte los términos y coloca un nombre antes y el «es» a continuación de su contenido: el mundo «es», el pensar «es», la verdad «es», el espacio «es», el tiempo «es», el lenguaje «es», el devenir «es». También aquí existe el riesgo de confundir el sentido de la existencia con la aclaración del objeto. El «es» tiene el valor de una cópula gramatical, una partícula que tiende a desaparecer, para dar lugar a la identificación de dos nombres. Por ejemplo: «devenir es cambio». Solo establece una equivalencia o una inclusión. Con ello se genera una serie de problemas que deberán ser contestados. Pero el «es» no posee únicamente la función de cópula, porque al mismo tiempo afirma cierto tipo de existir.
Figura 3
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Habrá que recordar esta dualidad del «es» tanto en la pregunta como en la respuesta. Dualidad no significa necesariamente dialéctica, en el sentido de que un término sea la negación del otro. Hegel nota inmediatamente esta oposición y la interpreta enseguida como una oposición dialéctica. De allí desarrolla su teoría de la conciencia, y condena el conocimiento experimental a un nivel inferior. Si tenemos que juzgar el carácter de esta oposición y la diferencia de contenidos, no podemos hacerlo desde principios a priori, sino desde la experiencia misma.
5. Interpretaciones del «qué»
Los filósofos que han reflexionado sobre el «qué» han dado diversas formulaciones de su intelección del contenido de la respuesta. El «qué» no es todavía el «es»:
«Qué» = devenir. Átomos en movimiento: Heráclito, Demócrito, Lucrecio, Marx (devenir de la materia); Hegel (devenir de la idea); (devenir del ente compuesto); Whitehead (proceso).
«Qué» = unidad, entidad, estable, inmutable. Parménides, Empédocles (amor y discordia).
«Qué» = idea. Platón (Obras completas, 2011, p. 34); san Agustín (Confesiones, 2010, p. 15) y Baruch Spinoza (Ética demostrada según el orden geométrico, 1987, p. 56).
«Qué» = razón. Humanistas, Descartes (Discurso del método, 1981, p. 32); Leibnitz (La monadología, 1981, p. 57) y Kant (Crítica de la razón pura, 2010, p. 34).
«Qué» = dado y dante. Husserl (Ideas II, 1962, p. 21).
«Qué» = signo visible. Merleau-Ponty (Lo visible y lo invisible, 1968, p. 68).
•«Qué» = cosa y misterio. Marcel (Être et avoir, 1968, p. 87) y Teilhard de Chardin (El fenómeno humano, 1959, p. 22).
«Qué» = finitud, riesgo. Sartre (La náusea, 1957, p. 44); y Camus (El extranjero, 2010, p. 35).
«Qué» = lo real. Zubiri (Inteligencia sintiente, 1983).
«Qué» = lenguaje. Russell (Lógica y conocimiento, 1912, p. 56); Wittgenstein (Tractatus logico-philosophicus, 1933, p. 12) y Carnap (The logical structure of the world, 1967, p. 54).
«Qué» = interpretación. Derrida (Dissemination, 1981, p. 34); Lacan (Écrits, 2001, p. 50) y Barthes (Mitologías, 2009, p. 55).
«Qué» = orden numérico. Pitágoras (en Hernández, D., Vida, 2011, p. 76) y Badiou (Condiciones, 2003, p. 67).
El «qué» categoriza, señala únicamente el contenido del acto, independientemente de su existencia; se interesa por la noción.
El «es» pertenece, por sí, a lo «existente»; es experiencia de lo existente: no importa si se trate de mundo, hombre, tierra... la pregunta va a su efectiva presencia en el ser, aunque en cada uno de estos casos la respuesta sea totalmente diferente.
Además, hay que señalar la ambigüedad del «es», el cual puede referirse a dos situaciones: simplemente a que algo «existe», o bien limitarse a la función de cópula gramatical, en la cual solo establece la identidad de dos términos.
¿Por qué no podríamos identificar el «qué» con el «es»? Simplemente porque el «es» pertenece a la experiencia y posee todas las condiciones de lo existente, mientras el «qué» prescinde de lo existente y, aunque se refiera a un individuo real, no se señala esta realidad, sino nuestra capacidad de comprensión y categorización. La discusión sobre el «es» será nuestro verdadero y principal problema.
6. Primeras consideraciones
Veo un rayo de luz que penetra entre las cortinas a la habitación, como una espada brillante, y pregunto: «¿qué es?». Elimino el «qué». Por mis experiencias anteriores, no me interesa preguntar por un objeto ya conocido. Me queda el «es» en sentido exclusivo, el puro existir, de esto que está ahí. Puedo sintetizar la pregunta en el esquema siguiente:
En la línea cero:
1 El puro existir experimental: no es pensamiento; es cero de ser.
2 La pregunta lo objetiviza = lo vuelve ser o nada. ¿Qué significa más allá?
¿Más allá de la línea?, ¿de lo experimentado? No es posible. ¿Más allá de lo que ya tenemos? Entonces nos permite ampliar el horizonte del ser. Dentro del ser hay un lleno y un vacío; fuera del ser no hay nada.
La pregunta de Heidegger (¿Qué es metafísica?, 2003), «¿por qué más bien el “ser” y no la “nada”?», es ambigua. Da la impresión de que se pregunta como reflexión inmediata sobre la experiencia, pero en realidad es una pregunta conceptual sobre la oposición entre dos interpretaciones:
1 La captación del «ser».
2 La captación de la nada.
Son