Discriminación y privilegios en la migración calificada. Camelia Tigau
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En general, los mexicanos que emigran al sur de Estados Unidos han aumentado su nivel educativo paulatinamente, ya que se calcula que el 9.4 por ciento de ellos tienen licenciatura o posgrado, a diferencia de un 6.2 por ciento para Estados Unidos en general (South Texas Economic Development Center, 2015). En cambio, el porcentaje de mexicanos de segunda generación con ese mismo nivel de estudios es del 29.6 por ciento (Conapo y Fundación BBVA Bancomer, 2015), lo que indica una población que mejora significativamente su nivel educativo con los años. Aun así, cabe señalar que la de educación universitaria todavía constituye una elite minoritaria.
Según datos del Consulado de México en Houston, los migrantes mexicanos a Texas provienen principalmente de San Luis Potosí (el 14 por ciento), Guanajuato (el 13 por ciento), Nuevo León (el 11 por ciento, particularmente de la zona urbana de Monterrey), Tamaulipas (el 10 por ciento) y Ciudad de México (el 4 por ciento). Como en otros estados fronterizos, la frecuencia de la migración circular impide conocer con exactitud cuántos viven realmente en Estados Unidos y cuántos son mexicanos de tercera o cuarta generaciones.
Al ser un estado limítrofe que alguna vez fue parte del territorio mexicano, Texas es próximo no sólo geográficamente, sino también culturalmente. Uno de los informantes para este libro recuerda el proceso de escoger a Texas como lugar de destino, por su propiedad de estar “en el límite entre lo que está cerca y lo que está lejos”, para así encontrarse cerca de México sin vivir en el país. El mismo informante nos cuenta sobre la importancia de la cultura mexicana en la entidad del sur estadounidense, en donde los texanos comen guacamole y rompen piñatas en las fiestas. Sin embargo, también comenta sobre las diferencias en las identidades entre varios miembros de la comunidad mexicana, que serán objeto central de estudio de este libro:
Texas se parece mucho a Yucatán. Ambos obtuvieron su independencia casi al mismo tiempo.2 Tanto Texas como Yucatán estuvieron segregados del resto de México por mucho tiempo, geográficamente y por estar lejos de las principales fuentes industriales.
En cuanto a la movilidad social, es donde hay una diferencia sustantiva entre el que está legalmente aquí y el que está ilegalmente. Entonces es una cuestión de principio y eso causa conflicto [...]. El candidato republicano para el estado de Texas tiene una visión totalmente antiinmigrante que va contra la aceptación y el reconocimiento de los mexicanos o de los migrantes mexicanos aquí en el estado; no entiende que los mexicanos están regresando a México, que los inmigrantes que menciona en su discurso político ni siquiera son mexicanos [risas], o sea, quiere decir que es personal, ¿no?; que utiliza la figura del mexicano, del migrante mexicano ilegal, como una amenaza [...]; muchos conservadores en Texas no reconocen al inmigrante, no quieren darle una salida legal, su posición es dual, o sea, los ilegales tienen que salir de aquí, no hay que darles ningún reconocimiento. Tenemos estudiantes que se gradúan de Texas A & M que no tienen un estatus migratorio, se gradúan de ingenieros, pero no pueden trabajar en la misma universidad. Es un conflicto brutal [...]. Yo voy a la escuela de mis hijos y veo a muchos hijos de migrantes que están sentados con los míos y hablamos con ellos y convivimos con ellos en la escuela y sabemos que contribuyen activamente para la economía de la región, que pagan impuestos, pero al mismo tiempo oímos el otro discurso, ¿no?; el discurso del poder que no los quiere.3
Uno de los activistas entrevistados confirma esta misma percepción sobre el racismo en Texas y cómo crea conflictos en la comunidad de mexicanos. Lo vincula con la ideología de la supremacía blanca y la política del Destino Manifiesto, con las barreras históricas estructurales que han impedido la reforma migratoria y que regulan el acceso a los recursos y el bienestar. Para él, los migrantes pueden ser buenos aliados para defender a la democracia en Estados Unidos: “el Sur tiene un nivel de racismo estructural y abierto mucho más descarado que el Norte [...]; el Sur todavía está en una situación de miedo, y el nivel de violencia estatal contra los afroamericanos todavía tiene un nivel de legitimidad muchísimo mayor, y sobre todo en las áreas rurales el Ku Klux Klan está vivito y coleando; entonces el racismo todavía tiene expresiones, tanto en política pública como en la vida cotidiana”.4
El racismo está, entonces, inmerso en un doble conflicto: tanto entre los migrantes mexicanos y la sociedad de acogida, como dentro de la misma comunidad de mexicanos en Texas. A través del acceso al sistema legal y las visas se crea la dicotomía entre los documentados y los indocumentados. Generalmente, esta división corresponde también a la diferencia de clases sociales que se exporta desde México, ya que los indocumentados tienden a contar con una escolaridad baja, mientras que los documentados son calificados o altamente calificados.
Paradójicamente, el migrante calificado, muchas veces proveniente de las clases medias en México, pasa de ser una minoría privilegiada en su país a formar parte de un grupo social generalmente despreciado en Estados Unidos. A la hora de ser confundidos con los migrantes indocumentados, los profesionistas son vulnerabilizados como minorías migrantes, por lo que muchas veces surgen las tensiones entre los profesionistas que desprecian a los indocumentados por afectar su imagen, mientras que estos últimos acusan a los primeros por su poca colaboración y escasa hermandad. De esta forma, la diferencia de clases traspasa fronteras e impide la cohesión de la diáspora mexicana.
La estancia en la Universidad de Rice me permitió solicitar información sobre la entrada de profesionistas mexicanos a Texas en el periodo 2006-2016, por medio de la Ley de Libertad de la Información (Freedom of Information Act, FOIA). A pesar de que se pidió información de las entradas con los diversos tipos de visado a los que pueden acceder los trabajadores mexicanos calificados, los datos obtenidos son principalmente sobre las visas B1, TN2 y L1, pero por razones de confidencialidad no se especifican aspectos esenciales, como lugar de origen en México o fecha de nacimiento. Sin embargo, pudimos constatar que los sueldos reportados están entre un máximo de 2 077 365 dólares anuales para un ejecutivo de una transnacional que estudió administración de negocios, con grado de maestría, y los 2 400 dólares al año, para alguien que estudió lo mismo pero suponemos que sólo tuvo un empleo parcial. La desigualdad de ingresos confirma la existencia de mexicanos que provienen de ambientes y profesiones muy diferentes, con posiciones sociales muy variadas fuera del país.
La migración hacia las ciudades texanas
La mayoría de la migración calificada a Texas se dirige a las grandes ciudades como Houston, Austin, Dallas, pero también a otras más pequeñas como College Station, lugares de atracción por tratarse de centros urbanos menos conservadores que en el resto del estado. Las metrópolis texanas tendrán un papel especial a lo largo del estudio empírico, ya que la mayoría de los entrevistados residen en ellas. Cada una de estas ciudades tiene su interés especial para el estudio de la migración calificada.
La ciudad de Austin está en el séptimo lugar de Estados Unidos entre las ciudades con una mayor proporción de oferta laboral en tecnología. El 10 por ciento de los migrantes a Austin trabajan en dicha área, comparado con el 19 por ciento en San José, California, que se ubica en el primer lugar (Dutton, 2017).
La ciudad de College Station, a pesar de ser pequeña, también presenta sus peculiaridades. Treinta y dos de cada cien trabajadores extranjeros altamente calificados tienen una visa H-1B, y de éstos, el 99 por ciento trabajan en Cognizant Technology Solutions Corp., una compañía de consultoría multinacional (Cao, 2018). Según datos del Pew Research Center, College Station ha sido la ciudad con más aprobaciones de visas H-1B en todo el país entre 2010 y 2016, proporcionalmente hablando. En comparación, ninguna otra área metropolitana tenía más de cinco aprobaciones H-1B por cada cien trabajadores (Sood, 2018).
Ahora bien, el núcleo de la investigación fue Houston, considerado por algunos como un oasis multicultural dentro de un estado con significativa discriminación en contra de los extranjeros. Efectivamente, Houston es una de las ciudades más diversas de