Discriminación y privilegios en la migración calificada. Camelia Tigau

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Discriminación y privilegios en la migración calificada - Camelia Tigau

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1976: 112; Koshy, 2011: 594). Es más, existen minorías que oprimen a las mayorías, como los blancos en Sudáfrica (Ramaga, 1992: 104). De hecho, la perspectiva teórica de Derber, Schwartz y Malgrass (1990), discutida más adelante en este capítulo, reflexiona sobre los profesionistas como minoría en el poder, que gobierna y domina en todas partes del mundo a las demás clases trabajadoras.

      En el caso de Estados Unidos, las proyecciones demográficas indican que para 2050, las minorías raciales comprenderán más del 50 por ciento de la población estadounidense, por lo que a mediano plazo se convertirán en “minorías mayoritarias” (Richeson y Craig, 2011: 1). En éste y otros casos, el miedo a las minorías, definidas en términos étnicos y raciales (Denton y Massey, 1989), surge por su potencial de convertirse en mayoría, cambiando de esta forma las relaciones de poder.

      En otros de los principales países receptores de migrantes en el mundo, como Canadá, o incluso excolonizadores, como Gran Bretaña, la situación es parecida. Las minorías, incluidas las minorías visibles constituidas por migrantes recientes y diásporas, que no coinciden con el perfil poblacional anglosajón, se podrían convertir en mayoría. No sería un fenómeno nuevo pues, por ejemplo, las islas británicas han sido ocupadas sucesivamente por celtas, romanos, anglos, sajones y normandos.

      En este estudio no enfrentamos la dificultad de definir a la minoría en términos cuantitativos, ya que la población estudiada es claramente una minoría étnica, racial y educativa, tanto si la comparamos con la población en Estados Unidos como si tomamos como referencia a la población mexicana migrante. Además, coincidimos con Ramaga (1992: 108) en cuanto a su postulado de que “el estatus de minoría es un reconocimiento de impotencia agravada que se distingue por varias razones de la impotencia de la mayoría”.

      Sin embargo, hasta la fecha la investigación psicológica y social sobre relaciones intergrupales se ha centrado casi exclusivamente en las interrelaciones de los miembros de la mayoría (los grupos de alto estatus) con los miembros de las minorías (grupos de bajo estatus). Richeson y Craig (2011: 166) afirman que se sabe poco acerca de las dinámicas psicológicas que afectan lo que hemos denominado relaciones “interminoritarias intergrupales”: las actitudes que los miembros de un grupo de bajo estatus y/o minoritario adoptan, y el comportamiento que asumen frente a los miembros de un diferente grupo de bajo estatus y/o minoritario. Este autor destaca la necesidad de estudiar las relaciones intergrupales intraminoritarias a la par con las relaciones intergrupales tradicionales, para poder comprender la dinámica racial en el siglo XXI.

      John Ogbu (1990: 46-47) clasifica las minorías en tres tipos: autónomas, inmigrantes e involuntarias o castleike: a) las autónomas, como los judíos y los mormones en Estados Unidos, son minorías principalmente en un sentido numérico. Pueden ser víctimas de prejuicios, pero no de exclusión por motivos de estratificación. Por lo general, tienen un marco de referencia cultural que fomenta el éxito académico; las minorías autónomas no son el tema de este libro; b) las inmigrantes están compuestas por personas que se mudaron más o menos voluntariamente de su lugar de origen a otra sociedad porque creían que tal acción traería como resultado un mejor bienestar económico, mejores oportunidades generales y/o una mayor libertad política. Por ejemplo, las formas en que los inmigrantes a Estados Unidos perciben y responden a su tratamiento por los blancos estadounidenses y por instituciones como las escuelas (que los blancos controlan) están influidas por las expectativas que llevan consigo a ese país. Estos inmigrantes generalmente experimentan problemas iniciales de adaptación en la escuela, pero sus problemas no se caracterizan por las dificultades de ajuste persistentes o por el bajo rendimiento académico. Los chinos en Stockton, California (Ogbu, 1990) y los indios punjabi en Valleyside, California (Gibson, 1988), son ejemplos célebres de minorías inmigrantes; c) por último, las minorías involuntarias o castleike son personas que inicialmente no eligieron convertirse en miembros de una sociedad; más bien, fueron traídos a esa sociedad a través de la esclavitud o incorporados mediante la conquista o la colonización. Afroamericanos, indios americanos, mexicoamericanos en el suroeste de Estados Unidos, nativos americanos y hawaianos son ejemplos de minorías involuntarias.

      La mayoría de los estudios que se ocupan de los derechos y del reconocimiento de las minorías dan por hecho que la mejoría de su estatus sólo es com­patible con las sociedades democráticas, en la cuales las minorías serían escuchadas, tendrían un papel político reconocido y la sociedad sería de lo más tolerante y libre de prejuicios, lo que evitaría la discriminación.

      A pesar de que esta investigación no se centra en el aspecto jurídico sino en el social de la percepción acerca de los migrantes, resulta importante ofre­cer el panorama general de los avances en materia de derechos de las mi­no­rías, con fines de comprensión pragmática y contextual. En este sentido, concordamos con los hallazgos anteriores de De Gaay Fortman (2011: 265), quien encuentra que la preocupación fundamental no debe ser la condición de ma­yoría o minoría como tal, sino más bien la construcción de posiciones do­mi­nantes basadas en elementos colectivamente exclusivos y el abuso real de tales posiciones. Si bien lo que nos debe ocupar es la protección de la dignidad humana colectiva, también es importante trasladar esa misión de los mecanismos de la ONU para la “promoción y protección de los derechos humanos” a un entorno internacional que realmente permita su realización (De Gaay Fortman, 2011: 303).

      Varios autores han hablado del papel vital de los expertos en la sociedad del conocimiento (Hamid et al., 2017; Heisig et al., 2016; Popescu, Com˘anescu y Sabie, 2016, entre muchos otros). En particular, una nueva vertiente en la teoría de capital humano (Ployhart et al., 2014) enfatiza la importancia de estudiar los recursos humanos no sólo a nivel individual, sino también a partir de la dinámica de los equipos que a través de interacciones complejas producen conocimiento. Trabajos de vanguardia como los de Lim (2017) han planteado la selección de migrantes con base en su nivel educativo como un caso de discriminación similar a la que podría estar basada en la raza o el género, debido a que reproduce los estereotipos acerca de los migrantes de bajas calificaciones.

      Para los propósitos de la investigación que aquí nos ocupa, remitimos al libro de Derber, Schwartz y Malgrass (1990), centrado en el papel de los expertos como aquellos actores que controlan el funcionamiento de las sociedades humanas a lo largo de la historia. Los autores recuerdan que los eruditos burocráticos-funcionarios o “mandarines” gobernaron China por más de mil años al establecer que, de acuerdo con las leyes de la naturaleza, “debería haber dos tipos de personas: los educados que gobiernan y los incultos que son gobernados” (Derber, Schwartz y Malgrass, 1990: 217). Los mandarines crearon una jerarquía formal de clases basada en las credenciales confucianas otorgadas por los exámenes. Derber, Schwartz y Malgrass (1990) también observan que muchos otros grupos han construido un gran poder a partir de sus presuntos conocimientos, incluidos médicos brujos en sociedades tribales, sacerdotes en la Edad Media y artesanos organizados en sociedades capitalistas del siglo XIX. Los autores concluyen que el basado en el conocimiento es una forma básica del poder. Las jerarquías basadas en conocimientos son mucho más antiguas que las que se sustentan en la propiedad del capital y son esenciales para comprender el poder en las sociedades humanas.

      En particular, en Estados Unidos los puestos de trabajo más prestigiosos son los de juez de la Suprema Corte, médico y físico nuclear. Las veinte ocupaciones más apreciadas son prácticamente todas profesionales, incluidos abogados, arquitectos, dentistas, jueces,

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