Discriminación y privilegios en la migración calificada. Camelia Tigau
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el antisemita no tiene simplemente un conjunto de actitudes negativas. Más bien está tratando de hacer algo: a saber, encontrar una isla de seguridad institucional. La nación es la isla que él refleja. Se trata de un anclaje positivo: es su país correcto o incorrecto; es más alto que la humanidad; más deseable que un Estado mundial. Tiene la definición que necesita. La investigación establece el hecho de que cuanto mayor es el grado de nacionalismo, más grande es el antisemitismo.
La nación es ante todo una proyección (la proyección principal) de él como individuo. Es su grupo interno. No ve ninguna contradicción en excluir de su órbita benéfica a aquellos a quienes considera intrusos y enemigos (es decir, a las minorías estadounidenses). Es más, la nación representa el statu quo. Es un agente conservador, dentro del cual se encuentran todos los dispositivos para una vida segura que él aprueba. Su nacionalismo es una forma de conservadurismo. Según su definición, la nación es la que se resiste al cambio. Por lo tanto, desconfía de los liberales, los reformadores, los partidarios de la Carta de Derechos y otros “amigos”: [ellos] están dispuestos a cambiar su concepción segura de lo que significa la nación (Allport, 1979: 406).
Nuestro teórico va más lejos y afirma que las personas prejuiciosas encuentran difícil la sociedad democrática, por los que muchas de ellas declaran que “Estados Unidos no debería ser una democracia, sino simplemente una república. [...] La individualidad contribuye a la indefinición, el desorden y el cambio. Es más fácil vivir en una jerarquía definida donde las personas son prototipos, y donde los grupos no cambian ni se disuelven constantemente”.
En consecuencia, concluye Allport, a las personas prejuiciosas les gusta la autoridad, piensan que Estados Unidos necesita “más disciplina”, son nacionalistas y propensas a seguir a demagogos que les “proporcionen canales para protestar y odiar, y estos placeres de indignación son divertidos y temporalmente satisfactorios” (Allport, 1979: 416).
Allport finaliza su estudio con la afirmación de que que la discriminación y el prejuicio pertenecen tanto a la estructura social como a la de la personalidad: “Para mayor precisión podemos decir que lo que llamamos discriminación generalmente tiene que ver con prácticas culturales comunes estrechamente vinculadas con el sistema social imperante, mientras que el término prejuicio se refiere especialmente a la estructura actitudinal de una personalidad dada” (Allport, 1979: 514).
Retomar este planteamiento hoy en día nos ayuda a explicar el surgimiento de una figura política como Donald Trump, que responde a una población frustrada, con prejuicios sin resolver, económicamente vulnerable, no necesariamente por la inmigración, sino por los efectos de la economía del conocimiento, mediante la cual, entre otras cosas, las máquinas reemplazan con mucha frecuencia al trabajo manual. De esta forma, la presente investigación se despliega en un nuevo contexto, aunque repleto de los antiguos vicios de la sociedad estadounidense, con una trayectoria histórica de programas de integración de las minorías insuficientes, que no se desarrollaron a la par que las políticas permisivas hacia la inmigración. Aunque el estudio de la sociedad estadounidense no sea un objeto directo de este libro, resulta imprescindible entender el mecanismo de formación de sus prejuicios, que se verán reflejados más adelante en el transcurso del análisis de testimonios.
LOS MIGRANTES COMO MINORÍAS.
ESTEREOTIPOS Y METÁFORAS
De acuerdo con los planteamientos de las investigaciones del prejuicio a nivel lingüístico, Santa Anna (2002) emprende el estudio de las metáforas para identificar los principales estereotipos estadounidenses hacia la comunidad hispana. Para empezar, es preciso explicar la metáfora no como una herramienta poética, ornamentación de la expresión literal, sino como un mecanismo básico del pensamiento humano, central en la construcción del orden social. En la misma línea que Teun A. van Dijk, Santa Anna (2002: loc. 599-602) considera que las relaciones sociales jerárquicas se promulgan, sostienen y legitiman a través del discurso.
Santa Anna muestra que el pensamiento metafórico no sólo refleja, sino que constituye los dominios sociales de la ciencia, el derecho y la mayoría de los aspectos de la vida cotidiana (Santa Anna, 2002: loc. 660-662). Afirma el autor: “Los estudios de las ciencias cognitivas muestran cómo las metáforas moldean el pensamiento de sentido común, y aunque sus métodos son muy diferentes, comparten este objeto de análisis con los estudios críticos de los procesos del discurso. La metáfora [...] da forma al discurso cotidiano, brindando así forma a la forma, a la manera en la que la gente discierne y representa lo cotidiano (Santa Anna, 2002: loc. 1329-1330).
Con estas premisas teóricas basadas en las ciencias cognitivas, Santa Anna identifica el papel del lenguaje opresivo en la función de representar la violencia hacia las comunidades latinas en Estados Unidos. Su estudio se centra en las representaciones metafóricas del discurso público en ese país para buscar comprender la construcción de la idea de los latinos como grupo o tipos de persona y de sus problemas políticos en el pensamiento estadounidense (Santa Anna, 2002: loc. 1459-1461). Una de sus hipótesis principales consiste en afirmar que el racismo fundacional contra los chicanos y otros latinos ha persistido desde finales del siglo xix y no ha cambiado en lo fundamental hasta el día de hoy, excepto en la forma de su expresión (Santa Anna, 2002: loc. 470).
El autor identifica algunas metáforas que considera clave para la percepción acerca de los latinos en Estados Unidos y las analiza con la idea de que no pretende configurar una lista exhaustiva, pero definitivamente sí reveladora del discurso mediático:
1. La inmigración como una invasión. Se cree que la “invasión alienígena” de inmigrantes ilegales está causando dificultades económicas y erosionando los estilos de vida de los ciudadanos estadounidenses y los inmigrantes autorizados (Santa Anna, 2002: loc. 1589-1590). La invasión se vincula, a su vez, con las ideas de guerra y ataque armado, que tendrían el propósito de apoderarse de ciertas regiones de Estados Unidos o del país en general.
2. La inmigración como aguas peligrosas. Se refiere al movimiento de un número considerable de personas hacia Estados Unidos, cuya primera implicación es justamente esa cantidad masiva de inmigrantes “implacable y abrumadora” (Santa Anna, 2002: loc. 1754-1758). Lo anterior desata una alarma cultural en cuanto a que ese gran flujo de latinos podría eliminar el dominio de la cultura angloamericana. Estas primeras dos metáforas, considera Santa Anna, representan más del 80 por ciento de todas las expresadas en el discurso público sobre la inmigración (Santa Anna, 2002: loc. 1830-1834).
3. La nación como casa con inquilinos y animales domésticos. Esta metáfora histórica utilizada desde del siglo xv, implica que la inmigración es comparada con una enfermedad o concebida como carga (Santa Anna, 2002: loc. 1637-1638). Acto seguido, los inmigrantes son descritos como animales para ser atraídos, atacados o cebados. A decir de Santa Anna, “los inmigrantes eran vistos como animales para ser comidos por la industria estadounidense, por el Servicio de Inmigración y Naturalización o por sus agentes de la Patrulla Fronteriza, así como por los partidarios de la Propuesta 187 antiinmigrante. La verdad es que los empleadores ansiosos de mano de obra realmente barata cazan a los trabajadores extranjeros. […] Los partidarios de la inciativa 187 devoran a los débiles y desamparados” (loc. 2168-2171). La metáfora del inmigrante como carga también la