Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual. Omar Alberto Garzón Chiriví

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Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual - Omar Alberto Garzón Chiriví Ciencias Humanas

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sido asociado al imperio inca y por consiguiente, cuando se encuentran voces quechuas en las regiones del sur de Colombia, se trata de explicar su presencia como resultado de la avanzada Inca en épocas prehispánicas, rezago de la presencia de indios de habla quechua, en su mayoría yanaconas, que acompañaron las huestes conquistadoras desde Quito y posteriormente se asientan en territorio colombiano. Otra forma de explicar estos vocablos es por el esfuerzo de los conquistadores para implantar el quechua como lengua vehicular en todo el territorio sometido. (p. 36)

      En términos lingüísticos, la región muestra “la coexistencia desde épocas prehispánicas de grupos étnicos lingüísticamente diferenciados, pero que comparten y establecen relaciones entre sí, llegando a identificarse totalmente en diversas manifestaciones culturales” (Ramírez de Jara, 1992, p. 35), tal como ocurre para el caso de Sibundoy.

      Los ingas son reconocidos como un pueblo en constante migración. El comercio de artesanías y medicinas naturales los ha llevado a erigir asentamientos no solo en regiones del piedemonte y de la selva amazónica, sino también en las grandes ciudades del interior andino. En este proceso han trasladado la tradición curativa del yagé por muchas partes, lo que los ha convertido en maestros indiscutibles de este conocimiento. La presencia de elementos rituales ingas durante las celebraciones de toma de yagé se hace evidente, sobre todo, en la ejecución de los cantos curativos.

      En el establecimiento de estas redes históricas de intercambio económico, social y cultural en la región es desde donde es posible explicar buena parte de la configuración de la frontera como un espacio de culturas y lenguas en contacto. De igual manera, nos permite explicar la existencia de un conjunto de alianzas de saber en torno al chamanismo, así como una serie de alianzas de orden lingüístico ceremonial, como ocurre con los cantos de curación apropiados por los caméntŝás, que posiblemente son de origen inga. Es notorio que, al igual que se mezclan saberes y lenguas indígenas, se apropien saberes occidentales que han sido llevados por los misioneros o por los colonos o que han sido recogidos durante los viajes que hacen los indios a otras partes del país o del mundo.

      El sistema de medicina tradicional forma parte de un conjunto de prácticas culturales del pueblo caméntŝá, las cuales apuntan a la prevención y la curación de las enfermedades del cuerpo social e individual de la comunidad. Los médicos tradicionales (llamados taitas por la comunidad) se destacan por ser poseedores de un conocimiento botánico particular que, combinado con el manejo de un conjunto de técnicas chamanísticas, los hace personas reconocidas no solo al interior de su comunidad, sino también fuera de ella.

      Buena parte de este saber medicinal tiene su origen en la planta de la ayahuasca o el yagé (Baniesteropsis caapi spruce), como se le conoce. Mediante su ingestión, los médicos tradicionales visualizan las enfermedades en los pacientes y la cura correspondiente. Aunque la planta es de origen selvático, con el tiempo los caméntŝás se han convertido en personas de gran habilidad en su manejo. Frecuentemente, viajan a la selva en el bajo Putumayo en busca del bejuco para prepararlo o lo compran a otros yageceros que recorren el alto y bajo Putumayo distribuyendo la bebida. De regreso de la selva, traen consigo plumas, pieles y colmillos de diversos animales, los cuales les sirven para elaborar los tocados (coronas) ceremoniales y los collares que son símbolo de poder.5

      Como queda demostrado dentro de los antecedentes históricos expuestos, el chamanismo al interior de los caméntŝás forma parte del intercambio de aprendizaje tanto con los ingas como con los cofanes, los sionas y los coreguajes. En el proceso de desplazamiento entre la zona andina, el piedemonte y la selva amazónica es donde se establecen estos lazos de saber medicinal y botánico; esto incide en la constitución de los aspectos lingüísticos y ceremoniales.

      En una conversación en enero de 2001, el taita Florentino Agreda comentaba que, dentro de los caméntŝás, antes de conocerse el chamanismo asociado al saber del yagé se hablaba de otro saber medicinal relacionado con una palma existente en la región. A este saber se le conocía como “el saber de la palma real”. Según el taita Floro, a esta palma se le otorgaban una serie de poderes medicinales que manejaban los médicos tradicionales de la comunidad; de acuerdo con él, no existe en ninguna otra parte del valle. No se sabe cómo llegó allí y no se conocen médicos o personas que en la actualidad sepan de su uso. Este dato me ha parecido de vital importancia, pues revela que seguramente el yagé como el principal elemento de curación empleado por los médicos tradicionales puede ser, dentro de los caméntŝás, relativamente reciente y fruto de su relación con los ingas.

      Quiero ser enfático en señalar que, a pesar de que las técnicas de curación utilizadas dentro de los caméntŝás están marcadas por el uso del yagé, estas no dependen únicamente de esta planta. Los médicos tradicionales caméntŝás se caracterizan por poseer un saber botánico importante. Este saber se condensa en el conocimiento y el uso que tienen de las plantas existentes en la región, con las cuales preparan toda una variedad de medicamentos, y constituye un elemento de intercambio con otros médicos, no solo de la región, sino también de otras partes de la selva amazónica.

      Existe allí, por ejemplo, una planta que tiene efectos similares a los del yagé y que se conoce como páramo yuyo o yagé de páramo (Spilanthes americana [Mutis] compuesta). Son muy pocos los médicos tradicionales que conocen su empleo, y aquellos que lo saben se cuidan de darlo a los foráneos, debido a los efectos que produce. Esta bebida es el resultado de la cocción de unas hojas pequeñas y carrasposas; su sabor es más agradable que el yagé, el cual es bastante amargo. Al tomarlo se produce una sensación de corriente que recorre todo el cuerpo. Contrario a la borrachera6 del yagé, que por lo general es acompañada por colores fuertes, esta es en blanco y negro. Puede producir la sensación de pérdida del sentido y de la noción de tiempo y espacio.

      Otras plantas de uso común son: el chonduro (Cyperus niger), del cual existen un sinnúmero de variedades y que se utiliza de manera particular en la cura de enfermedades producidas por embrujos; el coquindo (Aspidosperma album), que es una semilla traída de la selva, la cual sirve para curar los males del corazón y funciona en ocasiones como antidepresivo; el andaquíborrachero (Datura candida), que es empleado en los procesos de enseñanza de los médicos; y el yoco cusumbo (Paullinia yoco), el cual se usa para los problemas de impotencia sexual y malestares digestivos. De igual manera, se usan plantas como el toronjil, la yerbabuena, la ruda, la albahaca, la manzanilla y la ortiga, que combinadas sirven para realizar baños de suerte o para hacer las llamadas limpias.7 Una planta de uso común es el azul tocto (Stemodia suffruticosa), con la cual se prepara un purgante.

      Unido al manejo de estas plantas y al conocimiento de la dosis y sus rezos correspondientes está el empleo de los soplos, los cantos, los sahumerios —pueden llevarse a cabo con una piedra llamada copal o con yerbas como la ruda— y los rezos mismos, arte en el cual también son especialistas estos médicos. Con el soplo, el médico deposita en el enfermo su energía; con los cantos, invoca a los espíritus para que lo asistan en la curación; y, finalmente, con los rezos, se hace la petición correspondiente a sus deidades.

      Las enfermedades que se atienden van desde dolencias musculares hasta enfermedades mentales y del corazón. Se atienden las enfermedades espirituales (Nava, 2006), se cura y se previene la envidia del vecino y se conjura el infortunio o lo que los estudios sobre medicina intercultural en América Latina han denominado las enfermedades culturales (Peretti, 2010), síndrome cultural (Boyer, 2006) o enfermedad popular (Gil, 2006). Y así como tienen que ver con la curación y prevención de las enfermedades corporales y espirituales individuales, también se relacionan con las formas de organización familiar, con la manera en que se cultivan las plantas y se organiza la chagra (jajañ en lengua caméntŝá) y con cómo se establece el gobierno interno (el cabildo). Esto implica que tanto la enfermedad como la curación están vinculadas con un conjunto de relaciones de orden social y de interacciones culturales colectivas; esto hace del chamanismo

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