Rezar, soplar, cantar: etnografía de una lengua ritual. Omar Alberto Garzón Chiriví
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En desarrollo de estas encuestas y conversaciones, se constató que un factor que aduce la mayoría de los hablantes para que la lengua esté perdiendo vitalidad es la dificultad en su pronunciación y en su comprensión. Desde los estudios sociolingüísticos sabemos que esto corresponde más a una actitud lingüística negativa (Moreno-Fernández, 1998) de los hablantes frente a su lengua que a que la lengua realmente sea de difícil aprendizaje. La afirmación más reiterada al hacer mención de este aspecto es “esa lengua es muy enredada, es muy difícil” o la de los jóvenes que dicen que “es más fácil aprender inglés”. Esta es una idea bastante generalizada, no solo dentro de los mismos hablantes, sino también para sus vecinos los ingas e incluso para los investigadores. A esto se debe en parte que en algún momento la denominación del grupo haya sido la de / kötse / o “coches”, término que traduce “marrano”, denominación por demás peyorativa y que llegó a relacionar la lengua con el grupo social.
Esto se puede atribuir a un cambio en la situación social y cultural del grupo frente a los otros grupos que habitan la región —colonos e indígenas de otras comunidades, de manera particular los ingas—, lo que ha permitido que esta percepción cambie. Aquí es importante hacer notar cómo, a partir de una serie de procesos de reflexión endógena y del debate internacional y nacional sobre el reconocimiento de los derechos culturales de los pueblos tribales, la gran mayoría de sociedades indígenas han cambiado las denominaciones que habían sido dadas a sus lenguas por propias y que relacionan la lengua con la gente que la habla. De este modo, la comunidad caméntŝá hoy se identifica como “Kamuentsá yentsang, kamentsá biyang”, es decir, “Hombres de aquí, con pensamiento y lengua propia”.
Para algunos de los hablantes de mayor edad, este hecho no constituye un factor de discriminación, sino, por el contrario, se presenta como un factor de estatus frente a hablantes de otras lenguas. Es común observar cómo en reuniones en donde se encuentren hombres mayores —o con cierta autoridad dentro de la comunidad— con personas jóvenes y que hagan uso de su idioma, los primeros sean insistentes con los segundos en la corrección de la pronunciación. Estas personas mayores son, por decirlo de alguna manera, depositarios de una tradición que aboga por la conservación y el buen uso de su lengua. No se puede pasar por alto el hecho de que sean en buena parte los hombres los garantes de esta tradición o por lo menos en quienes se hace más notorio.
Los hablantes reconocen la existencia de un “lenguaje ritual” o “ceremonial”, que hace referencia a una variedad en donde la lengua está llena de formas de cortesía que se emplean durante eventos particulares, como en el saludo o en la celebración de los matrimonios. En el caso del saludo, por ejemplo, las personas deben observar toda una serie de normas de cortesía dependiendo de la situación. Si se está delante de la casa de un mayor, quien llegue a ella debe esperar a que desde dentro se le invite a seguir; esto se lleva a cabo mediante unas formas lingüísticas particulares que los interlocutores o participantes del evento reconocen.
La percepción de los hablantes del caméntŝá frente a su lengua varía de acuerdo con aspectos de edad, género, escolaridad y rol social. Las personas que están entre los 40 y los 60 años son quienes hacen mayor uso de su idioma. Esta franja de población corresponde a las personas mayores, principalmente los hombres, quienes son los que, por lo general, ocupan los cargos mayores dentro del gobierno interno (cabildo) y quienes se han convertido en garantes lingüísticos de su comunidad. Son frecuentes sus críticas a las generaciones más jóvenes por no hacer uso de la lengua o por el mal uso que hacen de ella. Así, los más jóvenes se cuidan de hablar la lengua delante de ellos por temor a ser corregidos. Aunque a estos se les respeta y reconoce, han ido perdiendo su estatus social. Algunos jóvenes están de acuerdo con que es importante la revitalización lingüística al interior de la comunidad, pero no comparten que eso sea acompañado con otras costumbres, como el corte de cabello en redondo o el uso de la cusma, lo que consideran poco práctico en estos momentos. Conversando con algunas de las personas de mayor edad, comentaban que el corte de cabello en redondo fue una imposición de la Iglesia, la cual lo convirtió en un ritual masculino de paso de la niñez a la adolescencia. Al evento eran invitados familiares y amigos, quienes servían como padrinos. El niño era sentado en la parte exterior de la casa, donde los invitados iban pasando, uno por uno, cortando un mechón de cabello, a la vez que dejaban una moneda; pero la costumbre, cuentan, era usar el pelo largo.
Quienes están en un rango de edad entre 20 y 35 años afirman hacer un uso menor de la lengua. Muchos jóvenes que están en un rango de edad de los 10 a los 20 años aseguran poder comprender cuando escuchan la lengua, pero no poder hablarla. Entre aquellos que están en edad escolar, es decir, entre 6 y 18 años, se da un proceso de recuperación de la lengua promovida por la escuela y el colegio bilingüe de la comunidad. Los jóvenes que han salido a estudiar a las universidades públicas del interior del país se han organizado en cabildos urbanos, desde donde promueven el uso de la lengua como elemento de identidad. Por otra parte, esta capa de población está asumiendo algunos cargos dentro de la vida pública de la comunidad en los que es un requisito hacer uso de la lengua.
En el caso de la población infantil, el uso de la lengua es menos frecuente. Algunos dicen poder entenderla, pero no poder hablarla (competencia para la comprensión y no para la producción). Se pudo constatar que en el caso de las mujeres caméntŝás que son madres, que han constituido familia y que están entre 25 y 30 años en adelante, llevan a cabo el proceso de socialización temprana de sus hijos en lengua caméntŝá. Esto es algo que se puede percibir más en la convivencia con la comunidad que mediante las encuestas. En lo que tiene que ver con su procedencia étnica y social, se encuentran familias constituidas por hombres caméntŝás y mujeres ingas, en donde se habla la lengua del padre. En ocasiones, puede observarse que el padre aprende la lengua de su esposa y es frecuente que la madre comprenda la lengua del padre, pero no que la hable. Esto ocurre principalmente dentro de hablantes que se encuentran en un rango de edad entre 40 y 60 años.
Ante las situaciones descritas, la sociedad caméntŝá ha adelantado un proceso de reflexión sobre la importancia del uso de la lengua caméntŝá, el cual, aunque aún no es lo bastante fuerte, busca que la lengua sea empleada dentro de los espacios sociales y políticos de la comunidad. En ello se han comprometido instituciones como la escuela, el colegio y el cabildo, desde donde se propone el uso obligatorio de la lengua para poder acceder a cargos como gobernador o alguacil.
Igualmente, se discute de manera permanente la necesidad de implementar el uso de la escritura en la lengua, pero en esto aún no hay un acuerdo, ya que no hay un sistema alfabético unificado; el que existe fue propuesto desde los trabajos de Linda Haward, del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), desarrollado en la década de los setenta, con aportes posteriores de José Narciso Jamioy. El único texto escrito producido en la lengua con este sistema de escritura es la Biblia, elaborada por el ILV —la cual se encuentra en la gran mayoría de casas—, con la traducción lingüística adelantada por el colegio bilingüe.4 Este intento por contar con algún tipo de texto escrito es el testimonio de la búsqueda, por parte de los hablantes, de estatus para su lengua.
En la mayoría de casas se tiene acceso a la radio y a los programas de la televisión nacional e internacional, vía cable; así mismo, la interconectividad digital se ha ampliado, permitiendo que haya acceso a los servicios vía web. Este hecho ha incentivado la compra de computadores y teléfonos digitales, con los cuales las comunidades rurales han transformado, para bien, la comunicación con otras partes del país y del mundo. Allí, como en el resto del mundo, la revolución digital no solo ha transformado la manera de comunicarnos, sino los idiomas mismos.
Espacios como el colegio y la escuela han desempeñado un papel importante en el proceso de reflexión lingüística. Los profesores bilingües y los padres de familia han asumido esta tarea propiciando mecanismos de recuperación lingüística,