Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca

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Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017 - Franklin Maiguashca Elementos de Economía

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el sistema de mercado y las economías mixtas. En la actualidad, aun naciones muy próximas en sus formas de ser y actuar frecuentemente abordan este tema con las particularidades sociales e históricas de cada una de ellas, lo que incluye espacios de variada amplitud para sus convergencias y divergencias. Por otra parte, interesa destacar que, según esta conceptualización, no queda la menor duda de que “no solo de pan vive el hombre”16 y que cualquier cosa que tenga que ver con la economía tiene que ver también con el resto de la estructura social.

      La afinidad del imperativo funcional de consecución de objetivos con el subsistema operacional de la política radica en que para llegar a los propósitos que colectivamente se quieran obtener, el recurso indispensable con el que se tiene que contar es el poder. Para que cualquier sistema social funcione es indispensable establecer jerarquías de responsabilidades, que deben ir de la mano con sus correspondientes jerarquías de autoridad. Al igual que en el subsistema económico, a priori no hay ninguna razón para que los sistemas sociales tengan que adoptar modelos coincidentes de responsabilidadautoridad. No obstante, en la práctica, sobre todo países con recorridos históricos relativamente cortos con alguna frecuencia han trasladado a sus geografías modalidades concebidas en otros países o de inesperada novedad en determinados tiempos. Como clara ilustración del primer caso está la Constitución de los Estados Unidos, que en 1787 incorporó a su institucionalidad a los tres poderes del Estado, que los enciclopedistas franceses proponían en sus escritos: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial. Como ejemplo del segundo tenemos a la Constitución de la República del Ecuador de 2008, que agregó a estos tres poderes las funciones Electoral y de Transparencia y Control Social.

      El vínculo entre el imperativo funcional de la integración y el subsistema cultural y de valores se encuentra en la necesidad de que un sistema social tiene de convertir individualidades sueltas en una colectividad con un alto grado de identidad propia, a fin de asegurar su permanencia como tal. Se trata, por ejemplo, de convertir once personajes que corren tras un balón en un equipo de fútbol con sinergia, con una efectividad colectiva superior al total de la suma de las habilidades individuales, como lo que sucedió con la selección ecuatoriana de fútbol cuando, después de innumerables intentos, se clasificó a tres campeonatos mundiales. Hay quienes sostienen que estos logros se obtuvieron porque hubo suficientes compatriotas que, con devoción sin precedentes, se encomendaron a numerosos santos de prestigio; sin embargo, para muchos de nosotros la respuesta es diferente y se puede poner en los siguientes términos. En los tres casos exitosos —que se espera no serán los últimos—, primó la intensidad de la coherencia con la que los jugadores se desempeñaron durante las eliminatorias. Esta coherencia surgió de una “cultura de grupo” que quienes estuvieron a cargo de la preparación de la selección alcanzaron a forjar para que hiciera parte intrínseca del desempeño de cada uno de los jugadores. Los criterios de Schein, uno de los tratadistas más distinguidos sobre el tema, ayudan a entender lo anterior. “La cultura de un grupo se puede definir como [...] un patrón compartido de supuestos aprendidos por el grupo en el proceso de resolver sus problemas de adaptación externa y de integración interna y que han funcionado lo suficientemente bien como para considerarlos válidos y, por tanto, susceptibles de ser enseñados a los nuevos miembros”.17 Parece que nos faltó lo último en las eliminatorias de 2010 y 2016, en las que no nos clasificamos.

      El imperativo funcional de administración de tensiones y su estrecha correlación con el subsistema institucional surge de la necesidad de generar y mantener la estabilidad interna de un sistema social. Con el tiempo, las costumbres, las leyes y las instituciones han sido los mecanismos tradicionales para generar este resultado. Se trata no solo de establecer reglas del juego, sino también de estructurar organismos que se encarguen de hacerlas funcionar, y dado el caso, tengan legítimo poder para sancionar cuando estas se incumplan o se violen. El Ecuador de los años noventa ilustra qué puede suceder cuando se atenta en contra de la institucionalidad. En 1994, la Ley de Instituciones Financieras oficializó la tenencia de cuentas bancarias en dólares y, al hacerlo, cercenó de un tajo el alcance de la política monetaria del Banco Central. Para 1996, un estudio publicado por esta institución presentó evidencias claras de que el sistema bancario privado ecuatoriano tenía problemas serios de capitalización y liquidez, pero no hay ninguna información sobre si las autoridades correspondientes hicieron algo al respecto.18 A finales de 1998, la Ley de Reordenamiento en materia económica en el área tributaria y financiera eliminó el impuesto a la renta y creó el impuesto a la circulación de capitales, lo cual hizo que de la noche a la mañana los pagos en cheque fueran reemplazados, en proporciones históricas, por pagos en efectivo.

      Históricamente, los humanos, en su búsqueda de respuestas al problema económico, han recurrido a las siguientes modalidades: la tradición, el mandato de una autoridad todopoderosa, el sistema de mercado y las economías mixtas. En el caso del Ecuador y de varios otros países de América andina, debido a las consecuencias que surgieron por el encuentro abrupto entre los españoles y nuestras civilizaciones aborígenes, es menester agregar una quinta: las estructuras dualistas.19

      TRADICIÓN

      Es con seguridad la opción más antigua que aún persiste en Ecuador en nuestras nacionalidades indígenas. Consiste en llevar a cabo las tareas de producción y de distribución en formas establecidas en el pasado distante, verificadas a través de procesos de ensayo y error y conservadas por la poderosa inercia de la costumbre. De este modo, la tradición tiene la singular ventaja de que cuando se trata de producir y distribuir, todo el mundo sabe no solo lo que corresponde hacer sino cuánto va a recibir como resultado de sus esfuerzos. La aceptación incuestionable del pasado hace que estas responsabilidades se cumplan tal como fueron establecidas por varias generaciones, frecuentemente desde tiempos inmemoriales. A las generaciones del presente no les toca cambiarlas sino más bien mantenerlas y entregarlas intactas a las generaciones venideras. Los ejemplos de la efectividad de esta práctica están en la presencia contemporánea de grupos humanos que han sobrevivido sin mayor evolución desde la Edad de Piedra hasta nuestros días, en hábitats en extremo inhóspitos como es el caso de los aborígenes de Australia y los bushman del desierto del Kalahari.

      Como es común en la vida de los humanos, de la fortaleza arriba destacada se desprende también la debilidad mayor de la tradición como alternativa de solución al problema económico de siempre. Esta es su aversión al cambio. En sociedades basadas en la tradición, el cambio es una amenaza a toda una forma de vida y, en especial, a las estructuras de poder, razón por la cual no es de extrañar que en este tipo de conglomerados humanos sus estructuras y sus funcionamientos estén orientados a mantener las cosas como están. Eventos mayores como cambios climáticos, guerras, conquistas y, en forma persistente, el cambio tecnológico son y han sido fuerzas ante las cuales la tradición ha tenido que ceder, pero sin desaparecer en su totalidad. Nuevamente, el caso de las nacionalidades indígenas ecuatorianas es un buen ejemplo de esto último.

      MANDATO DE UNA AUTORIDAD CENTRAL

      Históricamente, esta solución ha ido muy de la mano con la tradición, especialmente cuando el poder del soberano ha sido entendido como derivado de los dioses. Bajo el sistema de mandato de una autoridad todopoderosa se produce y se distribuye de acuerdo con los dictámenes de ese poder central, como en los casos de los faraones en Egipto, los incas en el Tahuantinsuyo, las unidades feudales en la Edad Media, los regímenes del despotismo ilustrado en Europa, Meiji en el Japón, Stalin en Rusia, Mao en China y Castro en Cuba.

      Su principal fortaleza radica en que cuando acierta esa centralización del poder tiene la capacidad de generar resultados excepcionales, como el episodio bíblico de las vacas gordas y de las vacas flacas, o el de la Restauración Meiji que, en menos de treinta años, sacó al Japón de la Edad Media y lo situó en la Edad Moderna. Sin embargo, esa misma centralización del poder, cuando no

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