Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017. Franklin Maiguashca

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Cómo entender la economía del Ecuador 1965-2017 - Franklin Maiguashca Elementos de Economía

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de bienestar tiene una larga y aceptada trayectoria, caractericen a su régimen económico como “economía social de mercado”, mientras que los estadounidenses, para quienes no existe una experiencia parecida, hablen del suyo como “economía de mercado” a secas.

      NACIONES DE TALLA BRIC

      Desde un punto de vista económico, esta es una categoría reciente, cuyo denominador común es su vigorosa y creciente presencia en la economía mundial contemporánea. En 2007, en el ordenamiento internacional de las magnitudes del Ingreso Nacional Bruto, Brasil ocupó el décimo puesto, Rusia el duodécimo, India el undécimo y China el cuarto.32 Curiosamente, y a pesar de las cercanías cuantitativas, no deja de llamar la atención que, en términos históricos, mientras la Rusia de hoy es de origen muy reciente y Brasil apenas está saliendo de su adolescencia, China e India registran, a la fecha, ancestros milenarios. En este respecto, vale la pena detenernos brevemente en el caso chino.

      Chenggang Xu, en un artículo publicado en el Journal of Economic Literature,33 sostiene que la institución fundamental que rige la economía de ese país es lo que él llama el Régimen Autoritario de Descentralización Regional. Dice que este se caracteriza por una combinación de centralización política y descentralización económica de las regiones. El Gobierno central controla el recurso humano: nombra a los funcionarios de los gobiernos subnacionales; vigila muy estrechamente su desempeño y administra los avances, retrocesos o estancamientos de las carreras de cada uno de ellos. Se asegura de que se cumplan las políticas por él establecidas. Simultáneamente, el Gobierno central delega en los gobiernos subnacionales (provincias, municipalidades, distritos y cantones) la administración de la economía de cada una de sus jurisdicciones incluyendo la potestad de expedir leyes, hacer que estas se cumplan e iniciar y coordinar reformas. Cerca del 70 % del gasto público del país está a cargo de los gobiernos subnacionales. De esta proporción, más del 55 % tiene lugar a un nivel subprovincial.

      Según Xu, el aporte fundamental de este régimen al meteórico avance de la economía china es haber sido la vía para introducir reformas que, desde 1978, se gestaron, se probaron y, si resultaron exitosas, se difundieron a todo el país desde los gobiernos subnacionales. Para este efecto, el mecanismo que el Gobierno central sigue utilizando es poner en competencia a las burocracias de estos gobiernos, premiando o sancionando a quienes cumplan mejor con los objetivos y metas de los proyectos y programas de turno. Lo interesante de su análisis es que atribuye el buen funcionamiento de este régimen a la existencia de dos antecedentes críticos en la historia de la China. El primero radica en la experiencia de administración descentralizada con la cual vivió la China imperial por más de dos mil años. El segundo tiene que ver con la Revolución Cultural que generó en la población desilusión con la ideología comunista y preparó el ambiente para el avance de las reformas que se dieron después de Mao. Al respecto, Xu consigna los siguientes datos: para 1978, el PIB per cápita era aproximadamente igual al de Zambia que, para aquel entonces, estaba en un 33 % del promedio de los países africanos. Hacia 2005 ese indicador se había multiplicado por ocho, transformando a China de uno de los países más pobres del planeta en una potencia económica mundial.

      Lo sorprendente de todo lo anterior —dice Xu— es que la base institucional china en lo que a administración pública, leyes y finanzas corresponde ha sido y es “notoriamente débil” y “poco apropiada para propiciar el desarrollo económico”: la protección constitucional a los derechos de propiedad no se estableció sino en 2004; la competencia entre los gobiernos subnacionales frecuentemente lleva a desviar esfuerzos y recursos en favor de intereses burocráticos; hay un desbalance evidente entre el desarrollo de los conglomerados urbanos y el de un inmenso sector rural; el Gobierno central participa directamente en cantidad de actividades comerciales y, por tanto, no hay una clara distinción entre negocios; el país está sistemáticamente por debajo del promedio de la mayoría de los indicadores que miden el cabal cumplimiento de las leyes; pertenece, además, al grupo de los más corruptos en el mundo. Si a todo esto se le agregan pasivos socioeconómicos como el conocido irrespeto a los derechos humanos, el terrible sufrimiento que a millones de personas ha traído la política del “hijo único” y la depredación del medio ambiente, es claro que hay que capitalizar, con cuidadoso beneficio de inventario, los aprendizajes sobre lo que ha hecho China para avanzar en su desarrollo.

      En pocas palabras, en lo que a nuestras modalidades respecta, en China tenemos de todo: tradición, mandato de autoridad central, sistema de mercado, economía mixta y dualismo.

      NACIONES DE TALLA MEDIA

      Para 2007, Argentina, Chile y Colombia, según sus respectivos Ingresos Nacionales Brutos, ocuparon las siguientes posiciones relativas en el contexto mundial: 30, 46 y 37,, respectivamente.34 Y, si bien es cierto que hay suficiente proximidad entre ellas como para haber puesto a los tres países en la categoría de tallas medias, la principal razón para haberlos reunido en un solo grupo es que, en todos ellos, se tomó la acción histórica de “no permitir” el dualismo.

      Alain Rouquié puntualiza los procedimientos utilizados para esta prevención:

      Los “barones” de la lana de la Patagonia o Tierra del Fuego pagaron a “cazadores de indios” a principios de siglo para desembarazarse de los indígenas que no comprendían que los borregos eran propiedad privada […]. Por lo demás, en Argentina las campañas de pacificación llevadas a cabo por el ejército continuaron en el norte [...] hasta después de la Primera Guerra Mundial [...] (Y) en Colombia en 1972 [...] dieciséis indios fueron asesinados a sangre fría por mestizos [...] (porque para ellos) los indios eran “animales dañinos”, y que ignoraban que estuviera prohibido matarlos [...]. El tribunal los absolvió para gran escándalo de numerosos colombiano.35

      El espíritu y la letra de este párrafo son reminiscentes de sentimientos similares en las latitudes del oeste de los Estados Unidos, donde se popularizó el dicho de que “el único indio bueno era un indio muerto”. Y, claro está, la intención de traer estos deplorables temas a colación no es entrar en comparaciones insidiosas. Lo hacemos, más bien, para regresar a la pregunta planteada al principio de esta sección, en el sentido de si, en lo que a lograr desarrollo económico respecta, las cosas van mejor cuando no existen dualismos. En el caso de los tres países en consideración, al igual que con los de “talla mayor”, la respuesta está por el lado afirmativo.

      NACIONES DE TALLA MENOR

      En el cuadro 1.1, las condiciones económicas y culturales que prevalecen en las naciones que aparecen en esta categoría permiten ver la otra cara de la moneda. En 2007, en el ordenamiento de los INB en consideración, Bolivia ocupó el puesto 106, Ecuador el 68 y Guatemala el 79.36 Se trata claramente de países pobres que, a la vez, son “dualistas”, con la particularidad adicional deque en los dos primeros, en los últimos años, se ha dado una creciente hegemonía del Poder Ejecutivo. En Ecuador, la definición ya está dada. El artículo 56 de la Constitución vigente dice: “Las comunidades, pueblos y nacionalidades indígenas, el pueblo afroecuatoriano, el pueblo montubio y las comunas forman parte del Estado ecuatoriano, único e indivisible”.

      Y el artículo 57 incluye como uno de los derechos colectivos del conglomerado humano arriba identificado: “Mantener, desarrollar y fortalecer libremente su identidad, sentido de pertenencia, tradiciones ancestrales y formas de organización social”.

      Sin embargo, una vez promulgada la Constitución, se ha visto en la práctica cómo han aflorado las diferencias entre las cosmovisiones “modernas” y “tradicionales”. Las discusiones sobre la Ley de Aguas, por ejemplo, pusieron sobre la mesa la crucial disyuntiva de tratar tan vital recurso como parte inalienable de la “Pachamama” o como “mercancía transable”. Los enfrentamientos ocasionados por la aplicación de la Ley de Minería son una instancia adicional que ilustra la forma en que creencias ancestrales se enfrentan

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