Activismo, diversidad y género. Laura Raquel Valladares de la Cruz

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Activismo, diversidad y género - Laura Raquel Valladares de la Cruz Biblioteca de Alteridades

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reivindicación que impulsan las mujeres en el ámbito local para impulsar sus agendas y derechos. Como parte de su labor académica y su participación en esta asociación civil ha promovido la realización de múltiples eventos de formación y capacitación, tales como los talleres de sensibilización en equidad de género con distintos gobiernos municipales, así como tres encuentros de presidentas municipales, síndicas y regidoras en tres entidades (Oaxaca, Guerrero y Veracruz); estas valiosas experiencias son el fundamento a partir del cual reflexiona en torno al reto civilizatorio que implica construir un México democrático, con equidad social, étnica y de género, en un contexto de múltiples obstáculos sociales y políticos y de agudización de las violencias estructurales.

      En el tercer eje, denominado “Rostros y escenarios de la violencia y feminicidio en México”, se reflexiona sobre los escenarios en donde se presenta la cúspide de la violencia ejercida contra las mujeres que es el feminicidio. Dos son los artículos que se dedican a esta problemática.

      El primero ha sido preparado por la antropóloga Perla Fragoso, quien parte de la afirmación de que el feminicidio es un problema público que el Estado mexicano debe urgentemente atender. Analiza, desde una mirada crítica, los dispositivos institucionales y legales existentes en el tratamiento de este grave delito que atenta contra la vida de las mujeres. Se trata de un abordaje muy sugerente que parte de un método genealógico para analizar los discursos y prácticas que reconocen en el asesinato de una mujer un crimen misógino. En otras palabras, el texto de Perla Fragoso constituye un ejercicio genealógico, en un sentido foucaultiano, sobre el feminicidio en Chiapas. Para esto, la autora reflexiona a partir de los discursos de dos actores clave: por un lado, las organizaciones de la sociedad civil y, por el otro, el Estado mexicano, representado por los órganos nacionales que emitieron la Declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres en el Estado de Chiapas en el año 2016, y por la Fiscalía General de Chiapas, en el contexto de la solicitud de investigación para la Declaratoria de la Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres en el año 2013. Si bien, Fragoso nos invita a pensar que en la actualidad algunas mujeres nos atrevemos a señalar y denunciar el horror de las violencias contemporáneas, no todas tenemos una red de mujeres para enfrentar los feminicidios que ocurren día a día en México. Según la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la violencia contra las mujeres es “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado, como en el público”. Ahora bien, de acuerdo con el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en México diez mujeres son asesinadas diariamente, así lo testimoniaron las madres de las víctimas de feminicidio durante la marcha del 8 de marzo de 2020, en el Día Internacional de la Mujer, y quienes como respuesta recibían una potente consigna que se escuchaba desde el sur hasta el norte: “No estás sola”. La declaración de las Alertas de Violencia de Género contra las Mujeres en la mayoría de los estados del país es una muestra de este espinoso y complejo escenario. Por ello, el debate sobre los discursos, normas y realidades cuantificables sobre la violencia feminicida se convierte en una reflexión no sólo pertinente desde nuestra disciplina antropológica, que busca visibilizar y confrontar discursos, así como incidir en la desaparición de este flagelo.

      En el mismo eje temático, Susana Flores López desde su posición como feminista indígena, coloca sobre la mesa un tema que ha sido tabú tanto para el campo académico como en el campo político: mujeres indígenas en situación de prostitución. Flores parte desde una antropología feminista y retoma la categoría étnica que le permite explorar diversas vulnerabilidades educativas, económicas y de género a las que están expuestas las mujeres indígenas en el sur de Chiapas. Para la autora, la prostitución representa el espacio donde se expresa la mayor violación a la integridad de la mujer y se aleja de una definición reduccionista que entiende a la prostitución como “el intercambio de sexo por dinero”. Con sólo tres meses de trabajo de campo, Susana viajó a la zona periférica de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas, y logró crear relaciones y vínculos con mujeres indígenas en cuatro cantinas y dos esquinas de hoteles localizados en la “zona roja” de la ciudad. Susana Flores apuesta por un ejercicio etnográfico ético, y desde ahí, es que logra construir consensos con las mujeres en situación de prostitución sobre el uso de nombres ficticios y sobre los testimonios que le compartieron debido al “miedo a ser visibles”. Esta apuesta metodológica sacude las viejas y clásicas formas de hacer etnografía y nos invita a reflexionar: ¿cómo hacer trabajo de campo, desde una mirada de género y comprometida, con las mujeres en situación de prostitución en un corto periodo de campo?, ¿cómo registrar las vivencias de las mujeres tseltales y tsotsiles en situación de prostitución con las vivencias de la antropóloga? Sus pesquisas son el resultado de su trabajo de investigación de maestría en antropología. Este complejo tema abre nuevas líneas de investigación, propuestas por Susana Flores, que van desde mirar los procesos de migración y desplazamiento que llevan a las mujeres y a familias completas a buscar nuevas vidas en contextos extracomunitarios, y sus formas de incorporación en condiciones de marginalidad y exclusión. Por otro lado, centrar la mirada en los espacios citadinos empobrecidos y marginales que generan cinturones de miseria en las ciudades de atracción migratoria. Igualmente, una investigación como la realizada por Susana Flores nos permite mirar la forma en que los sistemas de exclusión y discriminación se reproducen sobre los nuevos habitantes de una ciudad como San Cristóbal de Las Casas. Sin duda es un tema novedoso y relevante que nos lleva a poner la mirada en una realidad que, generalmente, ha estado invisibilizada en los estudios antropológicos sobre los pueblos indígenas, las migraciones y las nuevas urbanidades.

      Finalmente, en el último eje temático de este libro colectivo bajo el título de “Pueblos afromexicanos: activismos y reivindicaciones”, se presenta un tópico de suma relevancia que se refiere a la particular historia de los pueblos afrodescendientes en México, que ha sido invisibilizada y negada. Pues ha sido muy reciente, tan sólo hace unas décadas atrás que empieza a ser documentada por las propias mujeres afrodescendientes que, sin duda, nos remontan a la opresión durante el periodo de esclavitud, y hacen énfasis en cómo en este mismo periodo las mujeres sufrían de distintos modos porque no sólo eran vistas como instrumentos para garantizar el crecimiento de la fuerza de trabajo esclava, sino que también eran víctimas del abuso sexual y de otras formas de maltrato (Davis, 2019).

      Aunque en este libro no presentamos estudios desde un enfoque histórico, sino más bien desde un enfoque antropológico contemporáneo, es menester mencionar que no se puede conocer un pueblo sin su propia historia y el racismo estructural que ha enfrentado los jóvenes y las mujeres. Es en este sentido que Martiza Urteaga y Alejandra Ramírez presentan cómo los jóvenes afromexicanos de la Costa Chica de Oaxaca se enfrentan a un panorama de múltiples violencias y cuyos efectos los interpelan, tensionan y cuestionan como sujetos de derecho. Las autoras proponen al cuerpo como una herramienta analítica para identificar y comprender los mecanismos y prácticas mediante las que estos jóvenes confrontan las dinámicas de invisibilización, discriminación y criminalización que configuran su experiencia juvenil; y nos demuestran cómo los jóvenes son los principales protagonistas en el proceso de resignificar sus cuerpos para construirlos como cuerpos visibles en espacios como las redes sociales, los bailes, las canchas y la escuela.

      Cierra este libro un texto que también se refiere a la población afromexicana del estado de Oaxaca. Se trata de un ensayo escrito a dos manos en un ejercicio de reflexión intercultural y colaborativa en el proceso de investigación antropológica, pues ha sido redactado por María José Lucero Díaz, antropóloga chilena y recién egresada de la maestría en antropología, y por Yolanda Camacho, quien es presidenta de la Colectiva Ña’a Tunda, cuyas miradas y experiencias se conjugan para visibilizar el proceso organizativo de las mujeres afrodescendientes y su lucha por el reconocimiento de los derechos de uno de los pueblos constituyentes de la nación mexicana, y que no habían sido reconocidos como tales, sino hasta hace muy pocos años. En este marco de disputas por el reconocimiento como pueblos y la visibilización de esta diversidad cultural, las mujeres de estos pueblos han transitado por un proceso organizativo en donde han creado y fortalecido

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