La zanahoria es lo de menos. David Montalvo

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La zanahoria es lo de menos - David Montalvo

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define es el exterior y por ese motivo, como una cebolla, valga la comparación, el ser humano se va construyendo una infinidad de capas alrededor de él para sobrevivir en el mundo, para ser aceptado e integrado.

      Parte del proceso de desintoxicación emocional que propone este libro es ir quitándonos las capas poco a poco para desnudar el alma, para descubrirnos como realmente somos y llegar a lo más valioso de ese universo interior.

      Ella ya salió del hospital, se encuentra estable hasta ahora, y aunque es un proceso lento, estoy seguro de que más que el cáncer, ella se enfocará en verse desde adentro, solucionar lo inconcluso y comenzar a valorar y disfrutar que sigue con vida.

      Muchos me preguntan: ¿cómo puedo saber si existe un desbalance o desequilibrio interno o si traigo un montón de capas que no he descubierto que me están haciendo daño?

      Uno de los indicadores que nunca falla es nuestro mismo cuerpo. Por más capas que nos echemos encima para, presuntamente, acorazarnos de los «peligros» del exterior, cuando hay una intoxicación nuestro organismo nos habla de diferentes maneras por medio de un simple dolor de cabeza, un mareo, gripe, fiebre, dermatitis, una inflamación en el abdomen o una colitis.

      El problema, y la actitud más habitual que tomamos, es querer solucionar todo con una simple pastilla y olvidarnos del asunto. Normalmente le ponemos atención al síntoma pero no a la causa. Algunos ni siquiera usan la pastilla, solo dejan que pase el tiempo, sin darle la mayor importancia al malestar.

      Nos da miedo dejar de vivir no tanto por el hecho de la muerte misma, sino por todo lo que dejaríamos pendiente, sin resolver.

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      Emocionalmente también funcionamos de manera muy similar. Nuestras reacciones, sobre todo esas que nos duelen, que no entendemos o que surgen aparentemente de la nada, también nos hablan de que algo necesita ajustes. Nuestras actitudes y respuestas frente a determinadas situaciones son solo reflejos de lo que estamos procesando internamente.

      Si estamos muy irritables o sensibles, si tomamos todo de forma personal, reaccionamos agresiva o pasivamente, o simplemente mediante maneras no habituales o fuera de la media, significa que hay algo por dentro que está intoxicado. Hay que revisarlo con toda la seriedad del caso, como se enfrenta un problema de salud.

       Los cinco personajes

      Para tener mayor claridad en este proceso interno, quiero compartirte algunas personalidades tóxicas.

      Cada una de ellas tiene una toxina mental más preponderante y que es la causa de que sigamos hospedándolas, como si se tratara de una especie de predisposición genética. En realidad, es solo la persistencia de algo que echó raíz en nosotros, por lo que la asumimos como una presencia habitual y natural.

      Estas personalidades las vamos adoptando y haciendo propias como esas capas de cebolla, muchas veces sin siquiera darnos cuenta.

      Quiero hablarte de las que para mí son los cinco principales personajes tóxicos y cómo, cada uno, tiene sus respectivos patrones de comportamiento, que si no son bien gestionados, pueden causar altos grados de toxicidad y dañar nuestro estado general de bienestar.

      Como en muchos conceptos de este libro, podrás identificarte con más de un personaje o hasta podrás decir: «Ese le queda perfecto a mi suegra»; «Este seguro es el de mi esposo»; «Mi jefe encaja perfecto en esta descripción». Es normal, todos tenemos un poco de todo, y muchos nos ponemos el disfraz según corresponda.

      A veces también somos más camaleónicos y nos movemos de uno a otro rol en diferentes etapas en la vida, pero con ninguno nos sentimos conformes.

      Lo importante es que conozcas estos personajes y veas de qué forma te has ido construyendo tu propio disfraz tóxico, y sobre todo sincerarnos para descubrir si alguno de ellos está más presente que los demás.

      Vamos con el primero.

       Primer personaje: el negativo

      Joseph Joubert, ensayista y moralista francés, escribió en cierta ocasión: «Usted no puede evitar que los problemas golpeen a su puerta. Pero no hay necesidad de ofrecerles una silla».

      Este personaje tiende a sentar a sus problemas frente a él, tanto los existentes como los inventados, e inclusive les da hospedaje el mayor tiempo posible.

      Su toxina mental preponderante es el pesimismo. Y si compartimos la definición de la RAE del pesimismo como la «Propensión a ver y juzgar las cosas en su aspecto más desfavorable», entendemos que el filtro del negativo está ajustado para visualizar el punto negro en la pared blanca, el frijol en el arroz, la mancha en la camisa o la dificultad en la solución.

      El negativo distorsiona su visión a raíz de experiencias o desilusiones previas. Suele ser una persona con un pasado sin sanar o sin solucionar. De ahí la frase: «Detrás de una persona complicada, hay una historia similar».

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      Nuestras actitudes y respuestas frente a determinadas situaciones son solo reflejos de lo que estamos procesando internamente.

      Las personas negativas creen que las cosas siempre pueden estar mejor, y aunque esta idea pudiera parecer buena para aquellos que buscan el crecimiento constante, el problema es que las primeras se olvidan de lo bueno que tienen enfrente, del regalo que nos hace siempre el presente cuando las cosas se dan sin complicaciones, excusándose en lo que pudiera o debiera ser, y eso lo vuelve un círculo vicioso en donde nunca están satisfechos con los resultados.

      Esta inconformidad pesimista por la vida está muy marcada por la queja constante. Hace algún tiempo conocí a una persona que había sido rechazada en sus últimas diez entrevistas de trabajo, en empresas de diferentes giros, y cuando le pregunté qué creía que estaba pasando, me contestó: «Es que en México no hay empleo, las cosas cada vez están peor, hay una conspiración del sistema contra nosotros». Esa es la actitud típica del personaje negativo.

      El negativo sufre porque si bien su forma de ver las cosas funciona como un escudo de realismo para no ilusionarse demasiado con algo o con alguien, la verdad es que pensar así no lo hace inmune a que viva situaciones que no quiere. De hecho, es más común que las experimente al estar huyendo de ellas constantemente. Lo que resistes, persiste.

       Segundo personaje: el generalizador

      El problema no es si es el vaso está medio lleno o medio vacío, para este personaje todos los vasos del mundo son iguales en tamaño, color, material y cantidad de agua, según la experiencia que él ha tenido con algún vaso en su pasado.

      Siguiendo con las definiciones, según la RAE generalizar es «Abstraer lo que es común y esencial a muchas cosas, para formar un concepto general que las comprenda todas». Esto es, meter todo y a todos en una misma canasta. Su toxina mental preponderante es la ansiedad de que todo encaje en lo que él considera significativo.

      El generalizador usa palabras como las siguientes: «todos», «siempre», «nosotros», «usualmente», «generalmente». Y está también muy asociado a dar recomendaciones como «ellos tienen que…», «deben…», «necesitan…».

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