La familia de T…. Álvaro Gutiérrez Zaldívar

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La familia de T… - Álvaro Gutiérrez Zaldívar

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que recuerdan su pasado esplendor. Algunas de las que hoy no se usan ofrecen a la vista ladrillos grandes que estaban en origen unidos con barro, que con el tiempo desapareció; las estructuras se mantienen porque han vuelto a ser afirmadas con cemento. Algunas de las pegadas con barro siguen en uso.

      Hay además casas que han recibido ampliaciones. Una de las más antiguas tiene un mirador central e internamente todavía conserva los caños de bronce del gas de carburo, que a fines del siglo XIX se usaban para la iluminación.

      Entre 1880 y 1930 la tierra fue rentable y dio a la Argentina una imagen internacional de prosperidad y agraciado futuro. Hubo años de grandes exportaciones de lana y venta de cereales. Hubo también mucho movimiento durante y después de la Primera y la Segunda Guerra Mundial; países importantes nos debían sumas enormes de dinero, pero todo eso, como consecuencia de las malas políticas locales, también desapareció.

      El país ha estado muchos años situado sobre una cinta móvil; gastaba su energía corriendo, pero seguía en el mismo lugar. Cuando dejaba de correr retrocedía. Eso aún hoy nos hace perder posibilidades.

      De estos problemas no voy a contar, este no es un libro político; solo soy un simple observador de los antecedentes de un grupo humano que permanece unido y vive en armonía a través de los años.

      Lo que para ellos es importante.

       La familia y el campo – Antecedentes. Los europeos, los criollos, los indios, los esclavos.

       Los primeros europeos que habitaron en Buenos Aires.

      El 1534, el rey Carlos V firma en Toledo, España, una Capitulación a favor de don Pedro de Mendoza para poblar las tierras del Río de Solís, también llamado de la Plata. Este adelantado perdió su vida y su fortuna para venir a buscar una tierra supuestamente llena de metales preciosos, lagos con fondo de oro y otras riquezas de ese tipo, que aquí no existían o nunca estuvieron a su alcance. Mendoza se comprometió a traer en dos años un millar de colonos, cien caballos, fundar tres fuertes y construir un camino real que iría del Río de la Plata hasta el Océano Pacífico.

      Obviamente, ignoraba la existencia de la Cordillera de los Andes, porque ese camino recién se realizó cientos de años después de su muerte.

      Mendoza es señalado como el primer fundador de Buenos Aires, aunque hay historiadores que sostienen que la ciudad se fundó recién en 1580, con don Juan de Garay.

      Los llamados criollos eran el producto del cruzamiento entre europeos y locales. Con respecto a los indios, su procedencia y situación las iré contando a lo largo de este libro. En cuanto a los esclavos voy a hacer una referencia específica.

      El comienzo de la familia

      Cuando el padre del tatarabuelo de T… accedió al campo por donación de su padre no recibió algo económicamente importante; los campos valían poco, eran peligrosos y difíciles de manejar. En esa época no existían los alambrados, por lo que toda la pampa era un camino; tampoco había molinos de viento para extraer agua del suelo por medios mecánicos. Él trató de sembrar, pero no había soluciones para proteger los cultivos, y los animales sueltos se comían lo que plantaba. Todo debía ser hecho con gran dificultad y usando exclusivamente fuerza humana o animal. Tampoco ayudaba la presencia casi permanente de las langostas.

      En la Argentina de esos años había poca gente; no habían llegado las grandes inmigraciones, no se conseguían peones, y rara vez alguien compraba hacienda.

      No valía la pena, la pampa estaba llena de caballos y de vacunos sin dueño que se movían de un lado a otro sin limitaciones territoriales.

      No había un sistema seguro para encerrarlos y cuando consiguieron hacerlo, empezaron a caer los malones indios sobre las estancias.

      Los pobladores acabaron exterminando el ganado cimarrón, con lanzas que tenían puntas en forma de hoz, con las que cortaban los tendones de las patas del animal, luego sacaban los cortes más valiosos y abandonaban el resto.

      Los esclavos

      El padre del tatarabuelo arrancó con unos veinte esclavos que vivían en el monte, de distinta procedencia. La mayoría venían de Brasil, su origen era Angola, que durante trescientos años fue manejada por Portugal.

      El número de españoles y criollos era pequeño; los indios no querían puestos fijos y la solución buscada para el trabajo en el campo fueron los esclavos. Casi todos los peones en las estancias eran negros; un negro bozal, es decir, que no hablaba español, se vendía en Buenos Aires a 80 pesos fuertes. Era el mejor destino que le podía tocar. El peor eran las minas de Potosí, donde morían al poco tiempo; ahí un negro joven podía ser vendido en 300 o 400 pesos.

      Hubo también un señor de apellido Romero que tenía licencia de la Corona para traer directamente esclavos de África. Se calcula que entre los siglos XVI y XIX los traficantes introdujeron en América unos 12 millones de esclavos; en este último siglo se comenzó a abolir la esclavitud. Alrededor de 1830 la venta de esclavos constituía el noventa por ciento de las exportaciones de Portugal.

      Esto tuvo como consecuencia que en Angola no se conozca el nombre de un solo guerrero; no hay héroes nacionales, estadistas o escritores que no sean recientes.

      Durante siglos, la historia de ese país fue anónima. No solo se llevaron sus hombres y sus mujeres, sino que lo dejaron sin historia, sin héroes, sin ancestros, sin pasado.

      No hay un San Martín, un Belgrano, un Sarmiento, un Avellaneda, un referente. Lo abandonaron, sin dejarle una identidad histórica.

      El tatarabuelo tampoco compró esclavos, los recibió de su padre; estaban ya trabajando allí, con sus descendientes y continuó con ellos, contratándolos. Cuando alguno no podía trabajar por algún motivo, lo dejaba seguir viviendo ahí; le daba un lugar y comida y buscaba personal pago para reemplazarlo.

      En determinados años hubo terribles epidemias, de tifus, cólera, fiebre amarilla y viruela; gran cantidad de las personas de este origen murieron de esas pestes desconocidas, que los encuentran sin defensas naturales. Paradójicamente, los más jóvenes eran los que más rápido morían.

      Entre 1811 y 1820 uno de cada cuatro habitantes de Buenos Aires era esclavo; en general eran bien tratados.

      Al trabajar con la familia evitaban ser reclutados para alguna de las guerras absurdas que exterminaban a la población.

      La mayoría de ellos no tenía apellido. Cuando el gobierno expropiaba bienes, se quedaban donde estaban. El primer antepasado familiar los encontró ahí. No tenían problemas de mezcla de sangre, porque sus orígenes geográficos y tribales eran distintos.

      A ellos no les importaba de quien fuera la tierra; trabajaban para el que llegara. Algunos historiadores sostienen que cuando ingresaban al ejército les ponían de apellido “Lapatria”.

      Los que vivían en la estancia eran descendientes de esos esclavos que fueron quedando; sus padres o abuelos habían sido traídos por esclavistas o entrados desde otros países. Hubo en 1813 una Asamblea en nuestro país que decretó “la libertad de vientres”; que el hijo de esclavos naciera libre fue un enorme avance, pero los esclavos nacidos antes continuaron siendo esclavos.

      Cuando

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