La otra campana. Matías Tombolini
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El set de medidas tuvo como punto de partida una limitación fundamental que dejó la gestión precedente: el Presupuesto Nacional no tuvo tratamiento, tal como lo anticipaba Fernández en su discurso de asunción: “En este contexto, he decidido que no le daremos tratamiento parlamentario al Presupuesto Nacional proyectado por el gobierno saliente para el ejercicio 2020. Sus números no reflejan ni la realidad macroeconómica, ni las realidades sociales, ni los compromisos de deuda que realmente han sido asumidos. Un presupuesto adecuado sólo puede ser proyectado una vez que la instancia de negociación de nuestras deudas haya sido completada y, al mismo tiempo, hayamos podido poner en práctica un conjunto de medidas económicas, productivas y sociales para compensar el efecto de la crisis en la economía real”.
Desde hacía tiempo que la ley de leyes resultaba letra muerta para la gestión pública, a tal punto que cuando miramos los supuestos macroeconómicos, sobre los que se elaboraban aquellos presupuestos, y lo comparamos con lo que pasó en la realidad (Tabla 1), podemos entender el tamaño del dibujo que representaba lo que en realidad debe ser una herramienta central de la gestión pública.
TABLA 1
Es importante que nos detengamos un momento para definir claramente cada una de las variables mencionadas. Si bien puede ser que sea un poco técnico, comprender estos números básicos resulta fundamental para saber cuáles son los elementos centrales que se tienen en cuenta a la hora de elaborar la ley que organiza cuánto y cómo gastamos los recursos nacionales durante el año.
El primero es la inflación. Se trata de un término muy utilizado en nuestra economía, y alude a un fenómeno que identifica un alza de precios sostenido y generalizado, tanto de bienes como de servicios. En este sentido, es importante destacar que dicho aumento tiene que abarcar a todos o la mayoría de los precios, sino sólo nos encontraríamos frente a una variación de precios relativos. Otro concepto es el de tipo de cambio, que hace referencia al valor de nuestra moneda en relación con el dólar. Por la forma en que se construye este guarismo (es decir, $/US$), una suba del mismo significa una depreciación del peso.
Más adelante nos enfrentamos a otros términos: PBI, Consumo Total (es decir, la sumatoria del privado y el público) y la inversión. Los menciono juntos por el vínculo que hay entre ellos. El agregado macroeconómico Producto Bruto Interno, conocido como PBI, se refiere a la producción total de bienes y servicios llevada a cabo por un país. En este caso, es clave comprender que cada letra nos enseña una característica propia: es un producto, dado que no contabiliza insumos intermedios, solo bienes finales; es interno, porque solo contempla lo producido dentro de las fronteras del país; es bruto porque contempla toda la inversión (ya sea para ampliar la capacidad productiva o reemplazar capacidad desgastada). Tanto la inversión como el consumo son componentes de este agregado. El primero identifica la formación bruta de capital y el segundo, los gastos destinados hacia bienes de consumo, tanto aquellos realizados por los hogares como por el Gobierno.
Por el lado del sector externo, tomamos en cuenta dos resultados: el saldo comercial y el saldo de la balanza de pagos. El primero muestra la diferencia entre exportaciones e importaciones, lo que podría entenderse como el total de divisas con el que cuenta un país luego de realizar todas sus compras y todas sus ventas con el exterior. Así, si el resultado fuese positivo, la economía doméstica contaría con un ingreso de divisas, mientras que sería una pérdida de las mismas en caso de obtener un resultado negativo. De la mano de este concepto, el saldo de la balanza de pagos muestra este resultado, pero de una forma más amplia. En otras palabras, este balance registra todas las transacciones entre residentes y no residentes, extendiendo el análisis hacia servicios y otras transferencias, pero, en definitiva, arribando a conclusiones similares en torno a las divisas con las que cuenta el país.
Finalmente, por el lado del sector público tenemos el déficit fiscal. En esta ocasión, lo tomamos desde lo que se conoce como resultado primario. Traduciendo este concepto a una terminología más cotidiana, el Gobierno realiza la diferencia entre lo que recaudó y lo que gastó. Este saldo indica si el organismo cuenta con un déficit o un superávit. Asimismo, dicho resultado es primario, dado que no contempla el pago de intereses (si lo hiciera, estaríamos hablando de un resultado financiero).
Desde el primer día se buscó replantear el rol del Estado en diversos frentes, con una mayor preponderancia y mayor actividad, modificando la composición de la presión fiscal y el gasto, es decir, el modo en que se repartían los costos de una crisis económica a la que no le podíamos buscar responsables fuera de nuestras fronteras. El camino para alcanzar un patrón de desarrollo sustentable se asentó en un conjunto de medidas concretas, las que podríamos organizar del modo que sigue a continuación.
Derechos de exportación
El debate sobre las retenciones lleva más de una década en nuestro país y, sin dudas, este tipo de medidas atiende una concepción concreta respecto de cómo se reparte la carga del esfuerzo fiscal. Fue justamente en función de esto que se reorganizó la tasa que se aplicaba sobre los principales cultivos (Tabla 2).
TABLA 2
De esta forma, dados los precios internacionales y las retenciones aplicadas a cada producto, podemos observar los valores percibidos por los productores en los últimos años (Tabla 3).
TABLA 3
Si miramos la Tabla 4 podemos tener un panorama sobre cómo se movieron las principales variables. Se debe agregar que, al analizar la estructura de costos, hay muchos insumos dolarizados, de modo que la devaluación mejoró los ingresos, y también afectó los egresos de los productores, solo que en proporciones muy diferentes.
TABLA 4
El análisis, además, debe completarse con criterios múltiples como, por ejemplo, que el rendimiento de los campos no es similar en las diferentes zonas del país, y que la escala de costos depende del tamaño de los productores. Todos argumentos atendibles, que además abrieron una honda herida que aún sigue abierta en la Argentina.
Esto no quita que cuando la moneda se devalúa (durante la gestión de Macri esto fue 542,9 %), (18) si además hay buenos precios internacionales, quienes viven de un salario en pesos quedan relegados en su poder de compra, mientras quienes exportan commodities (19) con precios en dólares obtienen rendimientos diferenciales. En esta historia no hay buenos y malos, todos somos argentinos, pero sí hay ganadores y perdedores y negarlo sería negar los hechos.
Jubilados y pensionados y AUH
Se pagó un bono extraordinario de cinco