La disputa por el poder global. Esteban Actis
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![La disputa por el poder global - Esteban Actis La disputa por el poder global - Esteban Actis Claves del Siglo XXI](/cover_pre947179.jpg)
Un último dato que muestra el carácter inédito del presente acontecimiento sistémico y que empequeñece a la crisis económico-financiera desatada en 2008 está relacionado con el aumento del desempleo. En China, según cifras oficiales, alrededor de 27 millones de personas perdieron su trabajo (formal) hacia fines de abril y se reportó una tasa de desempleo del orden del 6,2%. La estimación si consideramos el trabajo informal llega a los 80 millones. En los EE. UU., por la alta flexibilidad de su sistema laboral, los números han sido incluso más alarmantes. En solo siete semanas, más de 33,7 millones de ciudadanos estadounidenses llenaron el formulario de desempleo y alcanzó la tasa del 14,7% durante la primera semana de mayo. Vale recordar que en el pico de la crisis del 2008 se llegó al 10,2%. Para principios de agosto el número de personas que seguían recibiendo asistencia de programas estatales era de 15,5 millones de estadounidenses.
El dato más impactante para EE. UU. es que en 42 días (marzo y la primera mitad de abril) se destruyeron todos los puestos de trabajos que lentamente la economía había creado en los más de 4.000 días posteriores a la crisis del 2008. Por su parte, en Europa el panorama es igualmente desolador. La Comisión Europea señaló que en 2020 espera que el desempleo en la Unión alcance el 9% (6,7% fue la tasa registrada en 2019) o que incluso tenga picos mayores al 10% en países donde el turismo representa una actividad central, como España, Grecia, Italia y Croacia, entre otros.
Las respuestas y los escombros
Para concluir el análisis comparativo entre los tres episodios, es menester señalar algunos aspectos que serán retomados en los siguientes capítulos, pero que merecen ser considerados por el lector en este punto.
El primero es el tipo de respuesta global que rápidamente se ha dado a las crisis. Pos-11S primó un liderazgo de tipo unilateral de los EE. UU., que llevó adelante una cruzada antiterrorista sin importar los reparos de muchos de sus aliados y de los organismos internacionales. La intervención en Irak en 2003 sin contar con la aprobación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas fue el mayor ejemplo. Poscrisis financiera primó un liderazgo de tipo multilateral de los EE. UU., en el que se apostó a la búsqueda de soluciones globales para problemas globales. La ampliación del foro de discusión (del G7 al G20) para abordar colectivamente la crisis fue una muestra cabal del nuevo enfoque. Como se verá en el capítulo III, la actual crisis del COVID-19 evidenció una clara falta de liderazgo por parte de la potencia hegemónica en el plano internacional. El mensaje que indirectamente se lanzó desde Washington fue el de “soluciones nacionales” (America First) para los “problemas globales”.
En segundo lugar, resulta interesante vincular esta visible falta de liderazgo por parte de EE. UU. durante la pandemia del COVID-19 con los atentados de 2001 y la crisis financiera de 2008. La guerra contra el terrorismo dañó la credibilidad y reputación internacional de EE. UU. por su “imperialismo exacerbado” (imperial overreach). Las masivas manifestaciones en todo el mundo que se oponían al carácter ilegítimo de la guerra y el aumento de un sentimiento antiyanqui en todo el mundo echaron por tierra la idea de una hegemonía benevolente de los EE. UU. durante la pos-Guerra Fría.
Por su parte, la crisis económica y financiera desnudó un rígido sistema económico y movió las placas tectónicas del tablero político-institucional estadounidense, lo que posibilitó, tiempo después, que una controvertida figura como Donald Trump llegase a la presidencia. El incompetente manejo de la pandemia –tanto a nivel local como global– debe ser puesto en perspectiva. Tal como advierte el académico y ex asesor del gobierno de India, Arvind Subramanian, el colapso del liderazgo global de EE. UU. es producto de una “devastadora y acumulativa saga”(20).
Por último, y retomando la frase del académico irlandés Paul Gillespie que da inicio a este capítulo, las consecuencias económicas y sociales de la crisis del 2008 implicaron –como analizaremos más adelante– un renovado “malestar con la globalización”(21), ya no solo limitado a la periferia como en los años noventa, sino también extendido ahora al mundo desarrollado. Como bien señala el asesor económico principal de Allianz, Mohamed A. El-Erian, la reacción anti-establishment en Europa y EE. UU. dio lugar a movimientos políticos extremos que han tenido algunos hitos sorprendentes, como fue el caso del Brexit (22).
En definitiva, la crisis de la gobernanza global y las tensiones sobre el proceso de globalización, acentuadas con la actual pandemia no pueden entenderse de manera escindida de tendencias preexistentes. Como bien afirma el historiador económico Pablo Gerchunoff, nunca nada cambia del todo en los procesos históricos; buscando entre los escombros siempre se encuentra el pasado (23).
La incertidumbre y los cisnes negros
La incertidumbre es una de las características distintivas de nuestro tiempo. La globalización y la hiperconectividad la tornan ciertamente exponencial si se la compara en términos históricos. El Índice de Incertidumbre Global presentado anteriormente (ver figura 1.3) es elocuente y muy gráfico en este sentido, mostrando una clara tendencia ascendente en las últimas décadas. Los analistas Ian Bremmer y Preston Keat destacan que “a diferencia del riesgo, la incertidumbre implica la imposibilidad de determinar la probabilidad o el impacto (o ambas) de un determinado evento futuro”(24). En tal sentido, el principal desafío en el manejo de riesgos radica justamente en transformar la incertidumbre en evaluaciones probabilísticas y medibles. Claro que esto no siempre resulta posible ni tampoco es una tarea sencilla. Cualquiera que tenga entre sus responsabilidades la gestión de riesgos debe tener presente que lo impensable ocurre con mayor frecuencia de lo que imaginamos y que, por tanto, siempre deberá lidiar con cierto nivel de incertidumbre (25).
En su famosa obra El cisne negro, el matemático e investigador Nassim Taleb señala que la incapacidad de predecir las rarezas implica la incapacidad de predecir el curso de la historia (26). Esta particularidad no es propia ni exclusiva de los tiempos modernos. Un ejemplo claro y contundente de “rareza inimaginable” fue la llegada de los españoles a América para los pueblos precolombinos.
La experiencia y cotidianidad de los aztecas no estaba preparada para los caballos, los mosquetes y el acero. Menos aún para las contagiosas enfermedades que los europeos trajeron con ellos en aquel entonces. La victoria de Hernán Cortés sobre el gran Imperio azteca no se debió principalmente a su fortaleza militar o a su capacidad estratégica, sino a la expansión de distintos virus sobre una población sin inmunidad alguna. Se estima que entre 1520-1521 las enfermedades provenientes del viejo mundo –principalmente, la viruela– mataron al 50% de los aztecas, alrededor de 15 millones de personas (27). Los aztecas sufrieron la lógica del cisne negro: lo que no sabemos es más importante que lo que sabemos.
Este episodio decididamente contiene los tres elementos de un cisne negro según la conceptualización de Taleb: rareza, impacto extremo y predictibilidad retrospectiva (pasado el acontecimiento parecía sencilla su predicción)(28). Los cisnes negros además son exacerbados y magnificados en su impacto por el hecho de ser inesperados.
Ahora bien, así como el desembarco de los españoles –y sus pestes– en América representó para los aztecas un claro cisne negro –de acuerdo con las categorías propuestas–, vale destacar que suele existir mucha confusión respecto de lo que es y lo que no es un cisne negro. En los últimos años tuvo lugar un conjunto de acontecimientos mundiales que sorprendieron y generaron impacto a escala global, todos los cuales fueron catalogados por muchos analistas y periodistas como cisnes negros. El Brexit y la elección de Trump en EE. UU. en 2016, el triunfo de Jair Bolsonaro en Brasil en 2018 y las masivas manifestaciones en Chile en 2019 son tan solo algunos ejemplos.
Todos estos acontecimientos resultaron en algún punto inesperados, en virtud de los pronósticos previos, a la vez que tuvieron un elevado impacto. No