La disputa por el poder global. Esteban Actis
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![La disputa por el poder global - Esteban Actis La disputa por el poder global - Esteban Actis Claves del Siglo XXI](/cover_pre947179.jpg)
Más allá de las proyecciones, los primeros datos que han proliferado son realmente impactantes. Por ejemplo, la economía de EE. UU. cayó un -32,9% el segundo cuarto del 2020, en comparación con el mismo período del año anterior. En la crisis del 2008-2009 el máximo nivel de contracción en un trimestre fue del -8,4%. En el caso del Reino Unido, la caída en el mismo lapso de tiempo fue del -20,4%, mientras que en la crisis anterior no superó nunca el -2,1%.
Mientras que en 2009 cerca de un 60% de las economías del mundo experimentaron un crecimiento negativo, para el año 2020 se espera que la cifra supere el 90%. A diferencia del 2008-2009, la crisis del COVID-19 arrastró también a la economía china, que según las proyecciones registrará el menor crecimiento de su PIB en los últimos 44 años (2,5%).
Figura 1.2. Porcentajes de países en recesión 1871-2021
Fuente: FMI (los datos de 2020 y 2021 son proyecciones).
Otra diferencia importante en relación con la crisis del 2008 se vincula al modo de recuperación de la economía global. Una década atrás la salida fue vigorosa en forma de “V”, es decir un pronto rebote y una recuperación marcada. Actualmente, ese escenario está lejos de ser el que mayor consenso genera entre los economistas. La discusión pasa por saber si el mundo va camino a un movimiento en forma de “U” (una recesión profunda antes de la recuperación), de “W” (un rebote tipo pullback seguido prontamente por un nuevo recorte para luego sí ensayar una recuperación más sostenida) o de “L” (escenario en el que no se observan drivers que puedan impulsar la recuperación de la economía global). Otro escenario posible es el denominado swoosh en referencia a la forma del popular logo de la firma deportiva Nike, en el que la recuperación sería más prolongada en el tiempo que bajo el escenario “V”, pero más rápida que en el escenario “U”. Por último, para completar un verdadero abecedario, algunos analistas hablan también de un escenario “Z”, bajo el cual los fuertes estímulos impulsan el PIB por encima de los valores previos a la crisis, para luego volver a recortar en busca de mayor sostenibilidad.
El desconocimiento en relación con la evolución de la pandemia, la posibilidad de rebrotes y segundas ola de contagios (tal como comenzaron a aparecer a finales de julio en Europa), así como la extensión y la duración de las distintas restricciones aplicadas en diferentes niveles a lo largo y a lo ancho de todo el mundo, dificultan cualquier tipo de proyección futura. El FMI, el Banco Mundial y la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) advierten que pueden ser necesario dos años para que la economía mundial recupere el terreno perdido frente al COVID-19. El gran temor es que algunas actividades económicas no logren recuperarse y queden en el camino. El semanario británico The Economist llamó a esto “la economía del 90%”, en la que algunos servicios que operan muy por debajo de su capacidad probablemente no puedan resistir, las dificultades financieras se acentúan y las quiebras se aceleran a un ritmo constante (16).
La excepcional severidad de la pandemia y del colapso económico aumenta la preocupación sobre los riesgos de una “superhistéresis” (conflictos colectivos que pueden surgir de un cambio abrupto). La pandemia puede alterar las estructuras sobre las cuales se construyó el crecimiento en las décadas recientes y causar así prolongados daños a las cadenas globales de valor, los flujos financieros globales y la cooperación internacional (17).
Lo dicho deja en evidencia que la incertidumbre es la nueva norma y constituye el rasgo central de las relaciones internacionales en el siglo XXI. Ahora bien, vale destacar que la magnitud observada como consecuencia de la presente coyuntura de pandemia es inédita, pues supera con creces a los otros dos episodios referidos. De acuerdo al World Uncertainty Index (18), el grado de incertidumbre global es el mayor (55,6) desde el inicio de la elaboración del índice en 1970.
Figura 1.3. Índice de Incertidumbre Global
Fuente: World Uncertainty Index.
El cierre del mundo
Un dato inédito y distintivo del presente acontecimiento con impacto sistémico ha sido la aplicación por parte de todos los países de algún tipo de restricción a la circulación de personas, como estrategia para evitar la propagación del virus. Confinamientos obligatorios que alcanzaron a un porcentaje significativo de la población y lockdowns parciales o totales para una gran cantidad de sectores productivos –exceptuando tan solo a aquellos considerados esenciales– han sido algunas de las estrategias implementadas. Cientos de millones de personas obligadas a permanecer en sus casas. Cientos de millones de trabajadores sin poder asistir físicamente a sus lugares de trabajo y cientos de millones de negocios cerrados. Cientos de millones de niños sin poder ir a la escuela. Cientos de millones de vehículos y transportes inmovilizados en todo el mundo. En el mes de abril, un tercio de la población mundial se encontró bajo estricto confinamiento y el 100% de la humanidad bajo alguna tipo de medida restrictiva en relación a su tradicional movilidad. De acuerdo al sociólogo Robb Willer, para vencer a la enfermedad sin una vacuna efectiva se requiere de un cambio mayúsculo en la conducta y el comportamiento de las personas, mayor a cualquier otro en la historia reciente de la humanidad (19).
Figura 1.4. Porcentaje de la población mundial bajo medidas de restricción
Fuente: Agencia Internacional de Energía (IEA).
Como consecuencia de las medidas restrictivas impuestas por los diferentes Estados, naturalmente se agudizó la crisis económica lo que provocó una caída abrupta –sin precedente alguno– de la demanda global. El derrumbe en el precio del petróleo, que llegó a cotizar en terreno negativo en su variedad WTI, y la fuerte caída en la demanda de energía eléctrica a nivel global (-5%) son ejemplos de ello. Según la Agencia Internacional de Energía, la depresión energética fue 9 veces mayor que la ocurrida durante la crisis del 2008 y va camino a ser la más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. Estos indicadores son elocuentes y permiten comprender y dimensionar la profundidad del impacto en la economía real.
Como nunca antes en el proceso de globalización imperante, las cadenas globales de producción se han visto tensionadas. La producción de bienes y servicios de los principales motores productivos del mundo (EE. UU., China y Alemania) se han desplomado durante la primera mitad del año. El índice de abril del Manufacturing PMI de EE. UU., que mide la performance del sector manufacturero, cayó al 36,1, el nivel más bajo en los últimos 25 años. El mismo indicador en Alemania cayó a 34,4 mientras que el de China se ubicó en 40,3 en febrero, el mes posterior al peor momento de la pandemia en el país asiático. Vale destacar que cuando el referido índice se coloca por debajo de los 50 puntos, esto implica una contracción de la actividad industrial. Los tres países citados ya venían mostrando dificultades en torno a este indicador desde finales de 2019. Como veremos en profundidad en el capítulo siguiente, el COVID-19 vino a acelerar desequilibrios y a agravar problemas preexistentes en la economía internacional.
Por su parte, la actual crisis económica global tiene la particularidad de afectar principalmente a los servicios. La gastronomía y el entretenimiento aparecen al tope de los sectores afectados y con un horizonte complejo para la denominada “nueva normalidad”. Los cierres del famoso parque de diversiones de Disney World en Florida (EE. UU.) y de los sets de filmación de Bollywood, la megaindustria del cine indio, son algunos de los casos más