La rama quebrada. Eileen Lantry

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La rama quebrada - Eileen Lantry

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hombre ni a sus guerreros sumamente camuflados que los observaban en silencio desde el acantilado que dominaba la playa.

      Entonces, sin poder contener su ira por más tiempo, el líder dejó escapar un potente grito. Este resonó contra los acantilados volcánicos como un estruendo. Los intrusos se quedaron paralizados en su caminata, mirando para todos lados febrilmente para ver de dónde provenía el sonido. Aterrorizados, vieron al guerrero saltar de la saliente de la roca seguido por su ejército en rápida sucesión. Los guerreros aterrizaron en la arena y, gritando al unísono, corrieron a toda prisa con garrotes y lanzas para atrapar y matar a los intrusos.

      A este explorador del Mar del Sur le pareció que se abalanzaban sobre él de una forma tan rápida y mortal como el destello de un rayo. Los asustados hombres dieron media vuelta y huyeron de la arremetida mortal. Llegaron hasta el bote un poco antes que la horda, lo empujaron hasta el oleaje y remaron con furia hasta su barco. Muy de cerca, los guerreros aún furiosos se zambulleron en las olas, agitando los garrotes y arrojando lanzas a los hombres que huían.

      Tres días después el explorador entró en la Bahía Kopiu del lado del mar abierto de la gran isla de Guadalcanal. A medida que su barco se acercaba, vio que había isleños que parecían estar trabajando con un hombre y una mujer blancos. Dos niñitos blancos jugaban con varios niños negros. Ancló el barco y tomó un bote hasta la costa.

      El joven de cabello oscuro y rizado se adelantó y le extendió la mano al explorador.

      –Bienvenido a la aldea Kopiu. Soy Norman Ferris, misionero aquí en Guadalcanal. Esta es mi esposa, Ruby, y nuestros hijos.

      El viajero sonrió.

      –¡Qué bienvenida tan diferente a la que recibí hace pocos días cuando desembarqué en una islita a casi 150 kilómetros al sudoeste de aquí! ¡Casi me matan!

      –Usted debe haberse detenido en la islita llamada Bellona –le dijo Norman–. Me han hablado mucho de esos polinesios altos, fuertes y corpulentos. Ellos no permiten que nadie llegue a la costa. De hecho, mantienen una comunicación directa con el diablo y, entre muchas otras cosas, él los hace levitar.

      El explorador asintió. Todo parecía ser posible con estos hombres que infundían temor.

      –Al usar este poder sobrenatural –continuó Norman– se elevan y flotan en el aire por cortas distancias. Muchas de las bahías que rodean Bellona están dedicadas a sus dioses, y pescar en las bahías prohibidas o, incluso, acercarse a las cuevas y las casas donde se supone que viven sus dioses demonios, supone una muerte segura.

      –¡Ya lo creo! ¡El jefe de los guerreros casi nos liquida! Puede estar seguro de que nunca más iré allí.

      Para terminar su historia horripilante, el visitante agregó:

      –Esa isla siempre estará fuera de los límites para mí. Yo no soy rival de ese tipo enorme que llamo “Truenos y relámpagos”.

      Después de que el hombre se fue, los pensamientos de Norman constantemente se dirigían hacia los guerreros endemoniados de Bellona y la isla cercana de Rennell. Sentía una profunda simpatía y compasión por el hombre al que el explorador llamaba Truenos y Relámpagos, por sus fieles guerreros y la gente que vivía allí bajo el control del diablo. Norman se enteró de que el verdadero nombre del jefe era Tiekika. También supo que los belloneses decían que una voz que hablaba a través de criaturas extrañas demandaba que ellos atacaran y mataran a todo el que se acercara a los lugares de residencia de sus dioses especiales. Norman odiaba la manera en que Satanás manipulaba la mente de esta pobre gente.

      Los belloneses y los rennelleses son más altos y fuertes que los isleños indígenas de Salomón. Los habitantes de Guadalcanal parecían muy laissez faire comparado con la gente de Bellona y de Rennell que eran mucho más belicosos. Los jefes tribales belloneses siempre eran hombres, mientras que la sociedad de Guadalcanal era más matriarcal y permitía que las mujeres poseyeran tierras y tuvieran la última palabra en muchas cosas.

      Norman Ferris también sabía que el gobierno había aprobado una ley para preservar a estas dos islas como sitio de estudio antropológico sin contacto con ninguna influencia externa. Estas restricciones afectaban a todos los misioneros de todas las denominaciones, quienes tenían prohibido pasar la noche en cualquiera de las dos islas. Al considerar estos dos factores, ¿cómo podría llevarles el evangelio de amor y paz?

      Su preocupación se profundizó al recordar el mandato de despedida de Jesús: “Id y haced discípulos a todas las naciones” (Mat. 28:19). ¿Dios, lo estaba llamando a él para enfrentar a estos asesinos? ¿Debería tratar de conseguir permiso del gobierno para visitar estas islas? Su agitación mental se intensificaba cuando se preguntaba: ¿Quiere Dios que ponga mi vida en peligro y que posiblemente le cause un gran sufrimiento a mi esposa y a mis hijos? Día tras día luchaba con Dios en oración, rogando: Por favor, Dios, muéstrame tu voluntad. Poco tiempo después, Norman recibió una respuesta. Sintió que Dios le habló personalmente a través de 2 Timoteo 1:7: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”.

      Esa promesa le dio paz. Con esto, supo que no necesitaba temer sino confiar en el poder del amor de Dios. Ahora podía contarle a Ruby su gran carga.

      Esa noche, después de que los niños se fueron a dormir, la tomó de la mano y le dijo:

      –Ruby, conversemos un rato. Necesito compartir contigo mi lucha por la gente de Bellona y Rennell.

      Su esposa escuchó pensativamente y en silencio. Después de expresar sus convicciones, Norman se detuvo unos momentos para dejar que ella piense, entonces le preguntó:

      –Ruby, ¿Dios podría estar pidiéndome que sea el que abra el camino del evangelio de la gracia a estos polinesios maravillosos? Ellos también deben conocer que están incluidos en el gran plan de salvación de Dios por medio de la gracia. Recuerda la promesa de Efesios 2:6 que dice que Dios nos resucitó con Cristo y nos sentó con él en los lugares celestiales. Ese “nos”, ¿no incluye a estos salvajes controlados por el demonio? –preguntó.

      Ruby se quedó perpleja.

      –¿Me estás diciendo que un hombre como Tiekika y sus guerreros asesinos, al aceptar la gracia de Dios, algún día puedan sentarse con Jesús en los tronos celestiales?

      Norman señaló su Biblia.

      –¿Por qué no? Si Dios puede salvarnos a nosotros, ¿su gracia no es suficientemente grande para incluirlos a ellos? Admito que no comprendo plenamente el versículo siete y el impresionante significado de “las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”. Pero puedo creer que todo lo que Dios dice, lo hace. Dios se especializa en hacer lo que a los seres humanos nos parece imposible.

      Ruby sonrió.

      –Entiendo lo que quieres decir –su sonrisa se convirtió en una risa entre dientes–. ¡¿Puedes imaginarte a esos guerreros altos y feroces de Bellona sentados humildemente en los tronos con Jesús, alabándolo por las riquezas de su gracia?!

      Conversaron, oraron y leyeron más promesas. Entonces Ruby lo miró y le dijo:

      –Norman, no irás solo a Bellona. Dios irá delante de ti. Él estará contigo y nunca te dejará. No debes tener miedo.

      Norman la abrazó.

      –Entreguémosle todo nuestro ser a él una vez más. Renovemos nuestra dedicación. Confiemos en

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