Donde Se Oculta El Peligro. Desiree Holt
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Él tenía sus motivos. Esta mujer podía llegar a la superficie si él se lo permitía y eso no era una opción aceptable. Tenía que poner espacio emocional entre ellos. Recuperar su famoso control. Cuando esta noche terminara, esto tenía que instalarse en el fondo de su mente, no tentarla para encontrarla de nuevo, despojarla de su ropa y follarla sin sentido.
O admitir la duplicidad que le estaba ocultando, una verdad que seguramente proporcionaría aún más combustible para su ira.
Capítulo Tres
Taylor dejó que el calor del gran cuerpo que tenía al lado la calmara mientras su pulso se ralentizaba y recuperaba la sensación de normalidad. Levantó una mano hacia su pecho y pasó los dedos por la gruesa piel que cubría el duro músculo. Cuando rozó sus pezones planos, éstos se endurecieron y ella lo miró, sobresaltada.
"Eres nueva en esto, ¿verdad?" Él levantó la cabeza. "Sí, los pezones de los hombres son tan sensibles como los de las mujeres. Se excitan igual. Y se estimulan otras partes del cuerpo también."
Su polla, totalmente excitada, hizo presión contra ella, y sin pensarlo, la rodeó con los dedos. La vara era dura como una roca, un centro de acero con una piel suave que lo acunaba. Palpó las venas y las crestas, pasando el pulgar por el ancho de la cabeza para captar la humedad que allí se encontraba. ¿Debería decirle que tampoco había hecho esto nunca? Excepto por un idiota que la obligó a masturbarlo y no la soltó hasta que ella lo hizo.
Esto es tan diferente que no hay comparación.
Se apartó de él, se sentó y tomó la vara caliente con ambas manos. Acunándolo, lo miró con curiosidad. El cuerpo a su lado estaba rígido, expectante. Ella seguía pensando que su erección era enorme y dudaba de su capacidad para metérsela toda en el cuerpo, pero se deleitaba con ese pensamiento. Unas pesadas venas la corrían a lo largo de los lados y la cabeza era ancha, de color púrpura oscuro. Unas gotas de líquido se asomaron por la punta. Pasó la punta de un dedo por ella y la lamió lentamente. Sabía salado y un poco dulce.
Respondiendo a un impulso primigenio, se inclinó hacia delante y pasó la lengua por la cabeza, tocando con la punta la pequeña abertura.
"Jesús, Taylor." Le agarró la cabeza y tiró de ella hacia atrás. "Me encantaría correrme en tu boca, pero no antes de que te folle el coño."
Su uso de palabras que hasta ahora habían pasado de puntillas por la periferia de su vocabulario hizo que la bestia de su cuerpo volviera a cobrar vida. La levantó para que se tumbara sobre él y acunó su cara entre las manos.
Antes de que vayamos con eso, voy a follarte con mi boca y a saciarme de probar el delicioso manjar que eres. Voy a deslizar mi polla dentro de tu apretado coño y hacer que te corras a gusto." Le tocó una nalga, deslizando las yemas de los dedos en la hendidura y trazando la línea. Cuando tocó la anchura de su ano, ella saltó. Él rió, un sonido gutural. "Apuesto a que nunca te había tocado nadie ahí, ¿verdad? No sabes lo mucho que me gustaría follar ese culo virgen."
Cada músculo de su cuerpo se tensó mientras una oscura emoción la recorría.
De repente, él rodó para que ella estuviera de espaldas, mirándole.
"No tienes ni idea de las cosas que quiero hacerte." Dió una pausa. "Taylor." Recalcó su nombre. "Qúe mal que solo tengamos esta noche."
Sí. Qué mal.
Tocó su cuerpo como si fuese un violín, haciendo cosas con las que ella nunca había soñado. Ahora, él tenía las piernas de ella sobre sus hombros, su anchura separando sus muslos, y su boca la estaba volviendo loca. La mantuvo abierta con los pulgares mientras usaba su lengua para saborearla con golpes tan ligeros que la hizo querer gritar. Ella trató de empujar sus caderas hacia él, pero él la sujetó con firmeza.
"Te lo dije." La miró, con la humedad de su coño brillando en sus labios. "No voy a ir con prisa."
Agachó la cabeza de nuevo y volvió a lamer solo los labios exteriores, sujetandolos para su exploración.
"Por favor," suplicó ella, su cuerpo suspendido en un estado de excitación que pedía a gritos ser liberado.
Él se rió, un sonido bajo y áspero. "Coje el espejo."
"¿Qué? ¿Espejo?" Su cerebro empezaba a fallar de nuevo.
"El espejo. Está justo al lado de tu mano. Cógelo. Quiero que mires esto de nuevo. Quiero que veas lo que yo veo cuando te abro como a una flor."
Sin fuerzas para negarle nada, levantó el espejo y lo mantuvo alejado de su cuerpo. Le pasó la mano por debajo de un muslo para que viera cada centímetro de su coño. Estaba fascinada, no podía dejar de mirar. La tenía totalmente expuesta, sus labios abiertos, los tejidos rosados oscurecidos palpitando ligéramente por su estimulación.
"Ves lo sensible que eres?" Movió una mano para pellizcar la punta de su clítoris y arrastrarla hacia delante.
Al instante, vio que más líquido mojaba su tejido y sus palpitantes paredes vaginales. Con sus jugos cubriendo un dedo, lo pasó de un lado a otro por la punta de su hinchado bulto. Una espiral de desesperada necesidad se estrechaba dentro de ella con cada movimiento de su mano. Verle hacer esto solo aumentaba su excitación.
Le quitó el espejo y lo tiró a un lado. "Cuando vuelvas a casa, dondequiera que esté, quiero que te acuestes en la cama por la noche y recuerdes esto. Coge este espejo, colócalo entre tus piernas y tócate. Imagínate que es mi mano. Y si volvemos a encontrarnos, quiero que tengas esa imagen en tu mente."
Volvió a dedicarse a su tarea, lamiendo sus tejidos abiertos antes de deslizar la lengua en su vaina y moverla dentro y fuera con un movimiento constante. Lamió toda su longitud y luego tomó su clítoris entre sus dientes y lo mordió suavemente.
La intensidad creció en ella, abajo en su estómago, al fondo en su coño. Pero cuando ella se movió, él retrocedió, deteniéndose hasta que ella quiso gritar. La miró como esperando alguna señal para volver a empezar.
Intentó sujetar su cabeza hacia ella, pasando los dedos por la seda negra que era su pelo, pero él era demasiado fuerte para ella—demasiado decidido. Cuando pensó que perdería la cabeza, él metió dos dedos dentro de ella, empapándolos en sus copiosos líquidos.
"¿Quieres correrte, pequeña?" Su voz era gruesa con lujuria, sus ojos quemándola como dos rayos láseres. "¿Quieres que te lleve al límite?"
"Sí, sí, sí," cantó ella, tratando de urgirlo con sus caderas.
Sintió su lengua dentro de ella de nuevo, y una mano pellizcando y tirando de su clítoris. Sin previo aviso, le metió uno de sus dedos cubiertos de fluidos en el culo. Ella gritó y se corrió con tal intensidad que pensó que se le romperían los huesos. Mientras la follaba con su lengua, movía su dedo dentro y fuera de su culo al mismo