Donde Se Oculta El Peligro. Desiree Holt
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"No estás acostumbrada a que la gente te llame preciosa? ¿O es llamárselo a un coño lo que pone esa mirada de asombro en tus ojos? ¿Ofende a tus sensibles orejas? Ve acostumbrándote. Cualquier tipo de sexo educado que hayas tenido hasta ahora está fuera de la ventana. Esta noche, voy a mirar cada centímetro de tu coño"—recalcó la palabra—“tu vagina. Voya poner mi boca en ti y voy a lamerte y despues meteré mis dedos dentro tuyo. Cuando estés bien y preparada, te meteré la polla y te follaré hasta que no sepas ni quién eres." Se inclinó hacia ella. "¿Podrás con ello, pequeña?"
Su voz era dura con un indefinido filo subyacente. ¿Fallaba algo? ¿Le había disgustado ya de alguna manera? Estaba atrapada en una mezcla de inexperiencia y necesidad incontenida, sin saber cómo tatar con un hombre tan complejo. ¿Qué esperaba que dijera?
"¿Podrás?" repitió él, sus ojos demandando una respuesta de ella.
"Sí," siseó al fin, empujándose hacia él. Más que asustarla, sus palabras la excitaron hasta un punto increible. Su cuerpo de repente no era el suyo, era in instrumento que el mundo estaba afinando para el expectáculo principal. "Y no soy pequeña. Nada de eso."
Él alargó un pulgar y un índice y le dio un ligero pellizco en el clítoris. "Ya veremos, ¿verdad, pequeña? Querías liberar la pantera. Esto es lo que obtienes."
"Taylor." Se esforzaba por aferrarse a los hilos de su mente, que se hundía rápidamente en una bruma.
"¿Qué?" Él frunció el ceño.
"Mi nombre es Taylor. Llamame Taylor, no 'pequeña'."
"De acuerdo, Taylor." Recalcó el nombre, con un tono ligeramente burlón. "Hora de sentir el mordisco de la pantera."
Su cuerpo se movió anticipando lo que sus palabras prometieron.
Se subió a la cama y le acunó los pechos con las palmas de las manos, frotando los pulgares y los índices sobre los pezones. Cuando tiró de ellos y los pellizcó, el agudo mordisco de dolor envió flechas de calor directamente a su vientre. Pero el calor de su boca los calmó mientras lamía lentamente. Con un movimiento lento, frotó las yemas de sus dedos hacia adelante y hacia atrás sobre los puntos calientes hasta que Taylor pensó que se correría sólo por su atención a sus pechos.
Se movió bajo él, deseando que la acariciara de nuevo entre las piernas, quiendo sentir sus manos tocándola de nuevo, tanteando, exprimiendo cada gota de líquido de ella. Esta era cada fantasía que había reprimido y que se hacía realidad con el tipo de hombre con el que había soñado pero que siempre estaba fuera de su alcance. Sus manos eran mágicas en ella, su lengua ardía donde sea que la tocara. Su cuerpo estaba tan excitado que no podía contenerse. Ella movió sus caderas y las empujó hacia él. Lo que sea que le impulsaba no importaba, sólo que le proporcionaba el placer prometido con cada toque de sus manos.
"Tócame como antes," suplicó, su voz venía de un lugar lejano. "Con tus dedos. Por favor."
"No me metas prisa." Dijo las palabras directamente frente a sus caderas, su voz se hizo líquida en su boca. "Planeo tomarme mi tiempo con esto. Un festín no debe ser apresurado. Debería ser saboreado y disfrutado lentamente, dejando que los sabores invadan tu cuerpo."
Cuando tocó su boca con la suya, su lengua metiendose dentro, el calor consumiéndola, sin dejar ningún hueco libre. Esto iba más allá de lo que nunca había experimentado, incluso de lo que nunca había soñado. Si le quedaba un pensamiento racional, el fuego lo consumió.
Taylor alargó la mano para desatar su insignia de civilización, la correa de cuero que le sujetaba el pelo recogido en la nuca, y su cabello caía suelto y espeso alrededor de los hombros. Pasó sus dedos a través, sintiendo la sedosa textura, y las hebras se desprendían fácilmente de su tacto. Se movió contra él, presionando su cuerpo hacia arriba contra su calor y su dureza. La hizo consciente de él de una manera que nunca había sido consciente de otro hombre, su poderosa fuerza la envolvía.
"Tranquila, Taylor." Con su gran mano, le acunó la cadera, tranquilizándola, con su voz de canturreo. "No queremos perdernos todo lo bueno."
Le besó la mandíbula, debajo de la oreja, por la columna de su cuello, pintando su piel con la lengua. Rozó con sus dientes la columna de su cuello y mordió suavemente el lugar donde se unían su cuello y su hombro. Entonces, en el siguiente momento, calmó el mordisco con un tierno movimiento de lengua.
Se estremeció y el fuerte latido dentro de su núcleo se intensificó.
Cuando volvió a sus pechos, se paró a lamer cada uno de nuevo, provocando pequeños gemidos en ella. Sentía el pecho hinchado y apretado y estaba segura de que sus pezones iban a estallar. Su barba raspaba contra la ternura de su piel, luego la sedosidad de su vello fluía sobre ella. Cuando estuvo segura de que se correría si él seguía así un minuto más, movió la cabeza y presionó su boca abierta sobre la suavidad de su vientre. La sensación hizo que los músculos de su vagina se contrajeran y la humedad brotara de ella, empapando los rizos que cubrían la abertura de su sexo. Dios, ella lo quería ahí. Que la tocara ahí.
Con una atención detallada que solo podía llamarse reverente, él la besó a lo largo de su cuerpo, lamiendo cada centímetro de piel que recorría con su boca. Por fin, se arrodilló y la atrajo hacia él con las piernas colgadas sobre sus muslos. Con sus pulgares, separó sus labios, mirando fijamente su coño abierto. Sin previo aviso, se inclinó y le pasó la lengua por la costura, para luego pasarla por su hinchado bulto. Su cuerpo se estremeció y casi se cayó de la cama. Lo habría hecho, si no fuera por la presión de él en el interior de sus muslos.
"Delicioso. Sabía que tendrías este delicioso sabor."
Él la lamió de nuevo y cuando al fin se sació, separo sus labios, deslizó un dedo largo y delgado dentro de ella y lo acarició de un lado a otro.
Su músculo interior se apretó de inmediato. Agarrando la sábana con los puños, empujó contra su mano, instándole a que explorara, queriendo sentirle más, más profundo. Dios, una simple exploración de su vagina y ella ya estaba preparada para volverse del revés para él. Ella quiso atraerlo a lo más profundo de su cuerpo. Cuando metió un segundo dedo junto al primero, los temblores la recorrieron.
"Apretado y húmedo. Podrías apretar mi polla hasta la muerte. No sé que hacer primero con semejante banquete extendido ante mí. Pero creo que voy a follarte con mis dedos, porque quiero ver ese increible coño cuando te corras. Por primera vez."
"Mmm," fue todo lo que logró decir mientras él deslizaba sus dedos dentro de su carne caliente y expectante.
Se inclinó hacia él, su cara llena de lujuria. "Mejor que tocarte tu misma, ¿verdad, pequeña? Mejor que tu vibrador." Cuando ella no respondió, apareció sorpresa en su cara, pero la borró casi de inmediato. Frunció el ceño. "Nunca has usado un vibrador, ¿no? Nunca te has tocado o usado tu mano para sentirte liberada?"
Bajó los parpados mientras trataba de ocultar su verguenza. Ella no podía decirle que en la casa donde creció, todo le estaba prohibido y nada era privado. No había dónde esconderse para darse placer o para ocultar los juguetes que necesitaba. No deja de ser asombroso que haya conseguido incluso las insatisfactorias y torpes incursiones en el sexo que ha logrado sin que sus abuelos vean el conocimiento revelador en sus ojos o estampado de alguna manera en su cara.
Ahora, quería todo eso. Todo. El destino había dejado caer a este hombre en su regazo. Después