Donde Se Oculta El Peligro. Desiree Holt
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Levantó la mirada hacia él, teniendo problemas para decir algo. "¿Eres un criminal en captura? ¿Tienes alguna enfermedad mortal? ¿No? Entonces no me importa nada más." Su voz bajó hasta un susurro. "Quiero esto. Te quiero a ti."
"Escucha, tú no sabes... Dios mio, debería hacer que me miraran la cabeza. No puedo hacer esto."
¿Por qué?" Ella tiró de su corbata. "¿Tan repulsiva soy?" Dejó caer sus manos y se giró, consumida tanto por el deseo como por la vergüenza. Por supuesto. Está acostumbrado a mujeres con largas y gráciles piernas y pechos amplios, caderas diminutas y culos pequeños. Los de su tipo sólo se calientan con las mujeres delgadas como modelos. "Es eso, ¿verdad? Seguro que todas tus mujeres son rubias altas con vestidos de talla dos."
"Eso no es cierto. Para nada." La alcanzó y la hizo girar para que estuviera frente a él. "Es solo que..." Los músculos de su garganta trabajaron por reflejo mientras tragaba. "Tengo que irme de aquí."
Ella vió el calor en sus ojos, sintió el deseo que fluía de sus manos a su cuerpo y el whiskey la potenció. "Pero no es lo que realmente quieres, ¿verdad? O ya estarías fuera de la puerta." Alargó la mano y la apoyó en su entrepierna, un movimiento muy atrevido para ella. Acarició el duro e impresionante bulto a través de la tela del pantalon y lo apretó. "¿Ves? Tú también me deseas. Esto me lo confirma."
Dios mio, ¿estoy haciendo esto?
Él aspiró su aliento. Por un largo momento, se quedaron quietos, su mano encima de su entrepierna mientras esperaba que se resolviera la guerra que él estaba librando consigo mismo. Entonces, como si fuera una decisión espontanea, sacó sus manos de ahí y se sacó la chaqueta, la camisa y la corbata. "Seré condenado al infierno por esto."
Y la saliva de su boca se secó ante la amplia extensión del pecho y los suaves rizos que se extendían por él y descendían en forma de flecha hasta su ingle. Se quedó quieta, esperando que se quitara el resto de su ropa y preguntándose que hacer ahora.
Volvió a acercarse a ella y le pasó los labios por la frente. "No parece que este sea un baile familiar para ti. Última oportunidad para cambiar de opinión. De lo contrario, guiaré yo."
"No voy a cambiar de opinión." Quiero esto. Necesito esto. No te alejes de mi.
"Deberían dispararme." Su voz sonó fatigada. "Yo no..."
Impaciente por su desgana, agarró los bordes de la chaqueta y de la blusa y las abrió, haciendo saltar los botones al suelo. Después vino la falda, bajandola hasta sus pies. Dió un paso y la pateó, lo mismo con sus zapatos. Se alegraba de no haber llevado medias. Su abuela estaría tan escandalizada, lo que era la razón por la que lo había hecho.
Dio un respiro busco cuando su mirada se dirigió a sus pechos y sus pezones se endurecieron hasta convertirse en puntas afiladas.
Pasó un dedo por la parte superior de sus pechos, de un lado a otro, como si memorizara la textura de su piel. Cuando se acercó a ella por detrás y soltró el trozo de enclaje y seda, sus pechos se liberaron y él los cogió con las manos.
"Tienes unos pechos increibles." Su voz era de asombro. "Magníficos." Agachó la cabeza y se llevó un pico a la boca, tirando de él, bañandolo con el calor húmedo.
El calor se extendió directamente desde sus labios hasta su vientre. Cuando le mordió suavemente el pezón y le pasó la lengua encima, ella pensó que se iba a desmayar de placer. Sólo ese ligero roce de sus dientes y el tirón de su boca fueron suficientes para hacer que sus piernas se tambalearan.
Él se rio suavemente y la tomó en sus brazos. "Creo que estarías mucho mejor acostada, ¿no te parece?"
Retiró las sábanas de la cama y la acostó sobre el frescor de la cama. Su mano era cálida en su abdomen mientras lo acariciaba ligeramente antes de bajar con un suave deslizamiento. El tacto de cada uno de los dedos era como un fiero beso en su piel. Taylor se estremeció tanto por la antipación como por el miedo a lo desconocido. Ningún hombre la había mirado con una mirada tan devoradora. Cuando deslizó su mano dentro de sus bragas y se burló de sus rizos con los dedos, las palpitaciones en el interior de sus paredes vaginales aumentaron su ritmo.
Apenas tuvo un segundo para que su inseguro yo se preguntara si el tacto de ella le resultaba agradable y sus rizos suaves y atractivos. Entonces las bragas desaparecieron y ella quedó desnuda.
Cuando ella se acercó para apagar a lámpara de la mesa de noche, él negó con la cabeza y cerró los dedos alrededor de su mano. Habló con una voz cargada de deseo. "No voy a hacer esto a oscuras. Quiero ver cada centímetro tuyo."
Ella se estremeció bajo su mirada, apartando la cabeza de la luminosidad. Nadie la había visto nunca completamente desnuda, a parte de los doctores. Su pocos amantes habían estado más dispuestos a hacerlo en completa oscuridad. Su elección, pero ninguno había puesto pegas. La oscuridad le había dado sensación de refugio, escondiendo sus defectos y protegiéndola de la decepción que estaba segura de ver en los ojos de su pareja. Y eso es lo que habían sido todos—parejas. No amantes. Los amantes acariciaban y adoraraban. Sus torpes experimentaciones nunca habían incluido eso.
Pero él le pasó las manos por los brazos y las caderas como si acariciara una fina seda y su piel se estremeció bajo la intensidad de su mirada, el barrido de sus ojos la tocó como una caricia. No había nada de la esperada decepción, ninguna indicación de haber encontrado su cuerpo insuficiente. Eso en sí mismo alivió la dolorosa banda alrededor de su corazón. Sin apartar la mirada de ella, se deshizo de los zapatos y los calcetines, los pantalones y los calzoncillos. Cuando su polla se liberó, su visión hizo que la saliva se acumulara en su boca. Era enorme, latiendo orgullosamente erecta desde los pelos oscuros de su base. Debajo, sus pesados testículos descansaban en sus muslos. Ella tragó, preguntandose si cabría entera dentro de ella.
Como leyendole la mente, él diijo, "No te preocupes. Estarás bien. Te prometo que no te dolerá."
Bien. Qué palabra tan suave para describir lo que quería sentir.
Ella devoró su desnudo cuerpo con sus ojos. Él era un animal magnifico, su pantera. La lámpara de su cabecera se reflejaba en los músculos ondulados y la piel bronceada de su cuerpo esculpido. Guerrero. El cazador, no la presa. Él devoraría y la presa saborearía la devoración. Ella a penas podía respirar y pensó en ser capturada por él.
Él miró su cara con atención mientras se arrodillaba en el colchón a sus pies. Colocando sus manos sobre sus piernas, las dobló y las abrió, exponiéndola completamente. Se quedó sin aliento cuando él miró cada centímetro suyo. Nadie, ninguno de los decepcionantes hombres con los que había tenido sexo tan insatisfactorio, la habían expuesto a tal vergüenza o la había mirado de forma tan hambrienta. O había querido hacerlo.
Su primer instinto fue cubrirse a sí misma, asustada de la mirada que parecía ver dentro de ella. Pero el calor de sus ojos lo hizo desaparecer y, de repente, ella quiso más. Quería exponerse más. Sentir más. Con los ojos clavados en él, abrió más las piernas para ofrecerle un acceso aún mayor, sorpendida por la oleada de placer que le produjo.
"Te gusta, ¿verdad? Me pregunto que más habrá bajo ese correcto exterior tuyo." Su cara no delataba ada, pero sus ojos brillaban