Donde Se Oculta El Peligro. Desiree Holt
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Soltó una risa corta y amarga. "Lo sería si tuvieste familia." Acabó lo que quedaba de su bebida y pidió una más. Estaban bajando más fácil ahora.
"Sé que solo soy un desconocido en un bar," siguió, "y que no soy nadie de quien tengas que recibir órdenes, así que considera esto una sugerencia. Creo que deberías hacer de este próximo trago el último."
"Gracias, pero yo decidiré cuándo he tenido suficiente." Y eso podría ser más pronto que tarde.
Taylor se concentró en acabar la bebida, la carta todavía quemaba un agujero en su bolsillo. El hombre la miró con esos profundos ojos negros. Finalmente, tragó lo que quedaba de whiskey e hizo un gesto al camarero para pedir la cuenta. No tuvo problemas para pagar, pero cuando intentó moverse de su asiento casi se tiró al suelo.
Unas manos fuertes la cogieron y la levantaron. "¿Qué tal si te acompaño hasta el ascensor? Solo para asegurarme de que llegas a la recepción a salvo."
"No estoy borracha," insitió ella. "Sólo un poco... débil de rodillas." Y quiso que mantuviera esas manos encima suya, que la tocara, que volviera esa chispa eléctrica.
La mueca de una sonrisa apareció en su boca de nuevo. "Entendible si has tenido un mal día. Vamos. Déjame demostrar que la caballerosidad no ha muerto."
Agarró su brazo y la acompañó fuera del bar, por alguna razón, su impresionante altura hizo que se sintiera más segura. Caminaron hasta el ascensor con su brazo alrededor de ella, estabilizándola. Taylor se apoyó en él para captar su esencia, un aroma masculino que de alguna manera le recordaba a la jungla. O a lo que ella creía que olían las junglas. Pantera. Sintió los músculos tensos de su cuerpo a través de la ropa y se preguntó cómo sería él desnudo.
Tan pronto como le golpeó el pensamiento, intentó deshacerse de él. Taylor Scott no se entretenía con imágenes de hombres desnudos. Incluso había tenido sexo con las luces apagadas.
Si es que se le puede llamar sexo a los pocos torpes y embarazosos intentos de hacerlo.
"¿Qué piso?
"¿Hmm?" Levantó los ojos pesados hacia él.
"Piso. Donde está tu habitación. Quiero asegurarme de que llegas bien adentro."
"Cinco. Estoy en la quinta planta." Su cercanía la abrumaba, el masculino calor de su cuerpo la cubría como una manta. Él era todo lo que ella se había negado a sí misma toda su vida. Todo lo que le enseñaron a evitar. De lo que tenía que protegerse. Ahora esa vida estaba hecha trizas y quería lo que se había perdido. Lo quería a él.
¿Y por qué no? No lo volveré a ver nunca. Una noche. ¿Qué daño podría hacer?
En el camino a su habitación, la sostuvo contra él. En la puerta, abrió su bolso para sacar la tarjeta de la llave y tanteó tratando de introducirla en la cerradura.
"Trae. Déjame." Se la sacó de sus dedos de forma delicada, cambió y abrió la puerta. Dentro, pulsó el interruptor de la luz y se encendió una lampara. "Bueno, has llegado a tu habitación a salvo. Creo que puedes manejarte desde aquí."
Taylor tomó aire y durante un latido, trató de recuperar todas las inhibiciones que el whiskey había soltado. En treinta años, nunca había hecho algo de forma impulsiva. ¿La hacía ello disciplinada, o reprimida? Y si cedía ahora, ¿a quién le iba a importar? Su cuerpo brillaba con sensaciones desconocidas y una necesidad que apenas podía identificar se abría paso desde su núcleo.
Mañana, ella se habrá ido, de vuelta a lo que fuera que la esperaba ahora en su fragmentada vida. Esta noche, quería algo para ella. Algo peligroso, algo perverso.
El hombre se quedó ahi, mirandola, evanduándola como si intentara asegurarse de que era seguro dejarla. Con algo parecido a la desesperación, agarro el cuello de su traje y tiró hacia ella.
En un momento, vislumbró su cara de asombro. Lo siguiente, ella estaba presionando su boca contra la suya, y deseando que la abriera para poder ahogarse dentro.
Capítulo Dos
Su cuerpo se tensó y onduló bajo su tacto, ella se aferró con más fuerza a la tela de su chaqueta para evitar que se fuera. Ella quería a este hombre de formas que no había querido a nadie más. Formas que la sobresaltaron mientras su cuerpo reaccionaba de una manera desconocida. Casi cambió de idea, asustada por la explosión de deseo que la atravesaban, pero la determinación superaba la trepidación. Por todas las cosas que había perdido y por las que nunca había tenido, se merecía esto. Presionó su lengua contra su boca y, ya sea por la sorpresa o el deseo, él la abrió y ella lo saboreó. Whiskey y café y menta combinados para producir un sabor embriagador que tentaba sus sentidos. Le chupó la lengua, atrayéndolo a su boca en un beso más sensual de lo que jamás se habría permitido. O había querido.
Le agarró con fuerza la parte superior de los brazos, como si quisiera apartarla, pero ella se agarró a muerte a sus solapas. Estaba cansada de ser conservadora y obediente. La semana pasada se había deshecho de todas las bandas de acero que restringían su vida, y hoy terminaba el trabajo. Toda la obediencia había sido para nada. Ahora, quería algo salvaje, una noche que la ayudara a borrar todos los sentimientos oscuros que la invadían.
Con un gemido, el hombre la acercó. Introdujo su lengua en su boca, respondiendo a la suya, sin dejar ningún centímetro de la oscura humedad sin tocar. La leve aspereza de su piel rozaba sus tejidos sensibles, llamando a jugar a cada nervio oculto. Él presionó sus labios contra los suyos, que los deboraba, mientras le clababa los dedos en los hombros.
Se quedaron suspendidos en la oscuridad, las sensaciones del beso se dispararon a través de ella y provocaron reacciones de su cuerpo que llevaban mucho tiempo dormidas. Sus pezones hormigueaban y la humedad se colaba entre sus muslos. Ella hubiera dado lo que fuera para quedarse así para siempre, balanceandose en un precipicio.
Él fue el primero en separarse, mirándola con ojos brillantes. "Creo que has bebido demasiado."
Taylor estaba intentando encontrar su aliento, pero todo el aire había sido extraido de sus pulmones. El pulso que latía entre sus piernas resonaba en su interior. Ella sabía sobre "calentarse" y "humedecerse", pero esta fue la primera vez que un hombre la hacía sentirlo. La bebida no tenía nada que ver con lo que le estaba pasando. Era el hombre, un poderoso animal de la jungla que llamaba a la naturaleza oculta dentro de ella.
"Esto es cosa mía, no del whiskey." Tomó aire de nuevo y trató de arrastrar su cara hacia la suya.
Apretó las manos sobre los hombros de ella y un sonido estrangulado salió de su garganta. "Soy un extraño. No puedes simplemente traerme a tu habitación de esta forma. ¿No sabes que este tipo de cosas no son seguras?"
"No creo que vayas a hacerme daño," susurró ella. "No sé por qué, pero confío en ti."
Y no era del todo absurdo, ¿cuándo había confiado en nadie en toda su vida? Incluso así algo en él le dió sensación de seguridad, realmente algo insusual estando atrapada con una pantera enjaulada. "Por favor, no te alejes." Con dedos ligeramente temblorosos, le quitó la corbata y le desabrochó la camisa. Presionó su cuerpo contra el suyo, ruborizandose por la fuerte erección que las capas de ropa que había entre ellos no podían ocultar.
"Esto es una locura." Su voz era fuerte y provocadora,