Glitter Season. Victory Storm

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Glitter Season - Victory Storm

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Abigail y Rachel todavía estaban hablando de los hijos de Norman cuando una joven mujer de cabello rojizo y ojos grises-verdes, se les acercó.

      “ ¿Abby?”, exclamó la mujer, llamando la atención de las dos jóvenes que estaban comiendo.

       Abigail se dio vuelta de inmediato. Fuera de la oficina, todos la llamaban Abby.

      “ ¡Emma!”, la reconoció de inmediato Abigail apenas la vio. “Hace mucho tiempo que no nos veíamos.”

      “ Desde que Liza’s Books cerró y el Club del Libro dejó de funcionar allí. Por eso ahora vengo al Powell’s a comprar libros.”

      “ Quizás conoces a Rachel. Ella también iba al Club del Libro”, la presentó Abigail.

      “ Puede ser. Había muchas personas que frecuentaban el Club de Liza”, respondió Emma dudando. En realidad, no le parecía que la hubiera visto jamás.

      “ No creo. Fui unas pocas veces”, dijo Rachel, segura de que se hubiera acordado de una mujer como esa. Había quedado sorprendida por la elegancia y la gracia de esa joven que, seguramente tenía su misma edad. Todo en ella emanaba femineidad y clase. Desde la forma en que caminaba, su chignon perfecto que sostenía su cabello rojo, su traje de tweed verde esmeralda de Chanel hasta su abrigo blanco color crema de Burberry.

      “ Emma es diseñadora de interiores, pero le apasionan los libros y ahora escribe novelas”, la presentó Abigail con tono pomposo, que hizo enrojecer la piel clara y pecosa de Emma.

      “ Hace poco me gradué en arquitectura con una especialización en diseño interior, pero eso es todo. Adoro leer y escribo sólo para pasar el tiempo”, dijo interrumpiendo las palabras de Abigail.

      “ Mucho gusto de conocerte. Me llamo Rachel Moses”, se presentó Rachel dándole la mano.

      “ ¿Eres la Rachel Moses de Sueños de Papel?”, exclamó sorprendida Emma.

      “ Sí.”

      “ ¡Adoro tu blog!”

      “ Gracias.”

      “ ¡Es un placer conocerte! ¡No sabía que eras de Portland!”

      “ No me gusta hablar de mí en las redes sociales”, le explicó Rachel que adoraba el anonimato y siempre había sentido algo de molestia por la idea de compartir su vida con desconocidos. Incluso su foto de perfil era la imagen de una librería de Praga.

      “ Te entiendo. Yo soy Emma Marconi.”

      “ ¿Marconi como Marconi Construcciones?”, preguntó sorprendida Rachel. La familia italiana Marconi era una de las más ricas de Portland y había hecho fortuna en la industria de la construcción. No había una sola persona en Portland que no conociera la fama de los Marconi.

      “ Sí, mi abuelo es Cesare Marconi, el fundador.”

      “ ¡Vaya!”

      “ Emma, ¿por qué no tomas un café con nosotras?”, se entrometió Abigail.

      “ No quisiera molestar.”

      “ Nos gustaría y, estoy segura de que tendríamos un montón de cosas para charlar.”

      “ Está bien”, aceptó feliz Emma, sentándose con ellas.

       Juntas pidieron un capuchino y una porción de red velvet cada una.

       Y como por arte de magia, en un instante, alrededor de esa mesa, cada una de ellas supo que había unido su destino al de las otras dos.

      4

       Esa noche Emma no pudo conciliar el sueño por el email de Rachel.

       Por primera vez en su vida había encontrado el coraje de hacer leer sus cuentos a alguien y estaba aterrorizada. Además, Abigail le había avisado cuánto era severa su amiga y que no tenía ningún problema en hacer pedazos un manuscrito sino lo encontraba a la altura.

       Desde hacía dos meses salía con esas dos muchachas, pero ya había comprendido que Rachel era una mujer dura, severa, determinada, perfeccionista, pero siempre estaba lista para ayudar a quienes quería. Siempre se podía contar con ella. Para cualquier cosa y en cualquier momento.

       No se podía decir lo mismo de Abigail que, a pesar de ser muy dulce, tierna y bonita, tendía a dejarse llevar por la emoción y a ser ansiosa o a comportarse como una niña que necesita consuelo.

       Eran tan distintas como el día y la noche, pero se complementaban perfectamente.

       Emma volvió a pensar en el email de Rachel.

      “ Leí tu colección de cuentos. ¡Emma, tienes talento de sobra! ¡Has nacido para ser escritora! Te envío mis anotaciones sobre los cuentos más hermosos que me has enviado. Trabajando un poco, pienso que podrías ganar algún concurso literario. ¡Felicitaciones! Siempre tendrás todo mi apoyo si un día quieres publicar tus obras. Rachel.

       P.D.: no se lo digas a Abby. Me acaba de enviar uno de sus cuentos y no sé cómo rechazarla sin hacerla llorar.”

       Jamás hubiera pensado que un día Rachel Moses le habría dicho que tenía talento.

       Había llorado por la emoción y había escrito durante toda la noche

       Esa mañana hubiera querido dormir hasta el mediodía, pero su abuelo la había llamado a las ocho de la mañana diciéndole que fuera a su oficina porque necesitaba hablarle urgentemente.

       A menudo no entendía por qué su abuelo la convocaba a la sede central de la Marconi Construcciones. Cuando se encontró delante del inmenso palacio, uno de los primeros que había construido el hombre cuando todavía dividía el trabajo de albañil y el de empresario de la construcción, Emma no pudo contener esa pequeña preocupación que sentía en el corazón cada vez que iba allí.

      “ Buenos días, señorita Marconi. Su abuelo la espera”, la recibió de inmediato la secretaria, acompañándola a la oficina del autoritario e influyente Cesare Marconi.

       Apenas golpeó la puerta, la voz fuerte y segura del hombre invitó a la nieta a entrar.

       Cruzar el umbral de esa oficina siempre fue un viaje al pasado para Emma.

       La habitación era inmensa y donde ahora había un pequeño salón de recepción, antes hubo una pequeña sala de juegos para niños, amueblada con silloncitos de colores, alfombras con números dibujados, cubos, Legos, cuadernos de dibujo, puzles y cientos de muñecos. Todo para la nieta preferida del poderoso Cesare Marconi.

       Un hombre hábil, sin escrúpulos, orgulloso hasta la médula, exigente y autoritario que había puesto a su imperio en el sector inmobiliario partiendo de cero… pero también un hombre amoroso y atento.

       Cuántas veces le había contado a Emma su historia, partiendo desde su infancia pobre en la periferia romana en Italia, para luego hablarle de una adolescencia sin esperanzas o ambiciones, pasada rompiéndose la espalda como albañil, en lugar de estudiar, porque tenía que ayudar a su familia.

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