Glitter Season. Victory Storm
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De trabajar como albañiles se habían vuelto en poco tiempo en empresarios de la construcción.
En diez años de trabajo duro consiguieron levantar la Marconi Construcciones y después de muchos años la habían convertido en una de las empresas más conocidas y solicitadas de Oregón.
“ Marconi. No sólo un nombre, sino una garantía de prestigio y solidez”, como decía el slogan de la compañía.
Fueron años de oro durante los cuales Cesare y Giulio Marconi crearon un verdadero coloso millonario, hasta doce años antes de que sucedieran algo grave y misterioso, y desde ese momento los dos inseparables primos se separaron sin volver a dirigirse la palabra. Ambos eran demasiado orgullosos para ceder, su pelea se volvió en una disputa familiar en la que a los descendientes de Cesare les fue prohibido tener cualquier vínculo con los lejanos primos descendientes de Giulio y viceversa.
La familia Marconi se separó y nada fue como antes.
La única preocupación en común entre los dos primos había sido la Marconi Construcciones, que se dividió dando lugar a la Marconi Inmobiliarias encabezada por Giulio, pero la escisión fue tan secreta que sólo algunas pocas personas sabían que las dos empresas eran dos cosas separadas.
“ Los trapos sucios se lavan en casa”, decía su abuelo, que hizo de todo para que nadie supiera qué había ocurrido realmente. Del resto, el nombre Marconi era y debía permanecer sinónimo de tradición, garantía, solidez, prestigio y poder. Habría muerto antes que ver manchado el nombre de su familia.
Sin embargo, para Emma, Cesare Marconi no era sólo un hombre de éxito de casi ochenta años, todavía pegado a su sillón para dirigir su empresa e impartir órdenes como un comandante.
No, para ella era un padre, una madre, un mentor, un refugio…
Para Cesare no había nada antes de su familia, después de que la esposa había muerto después del cuarto embarazo, se había dedicado en cuerpo y alma para dar un futuro próspero a todos su hijos y nietos. Era un verdadero jefe de familia y, cuando llamaba, todos tenían que responder como soldados pero para compensar, ningún Marconi había pasado hambre y cada miembro de la familia había sido involucrado en la empresa, ubicados estratégicamente en las distintas filiales de la Marconi Construcciones.
Ya estaba decidido incluso el sucesor de Cesare: Alberto, su adorado primogénito.
Era todo perfecto, hasta que una noche trágica, a bordo de su coche, Alberto y su esposa Sarah, murieron dejando sola a su pequeña hija de tres años en casa con fiebre.
Emma.
Cesare no se permitió llorar una sola lágrima por el hijo y la nuera.
Había una niña en quien pensar y, según él, no había nadie que pudiera volverse su tutor. Nadie excepto él.
Llevó a esa pequeña niña, silenciosa y timidísima, con él.
Al comienzo fue difícil, porque Cesare tenía una objeción sobre cada ama de llaves, baby-sitter o asistente, tanto como para despedir a quince personas en tres meses.
Exasperado y con una empresa que llevar adelante, decidió llevar a la niña a su oficina.
Le reservó una parte de su oficina, le enseñó a hacer construcciones, a leer y luego a escribir, pero sobre todo la importancia del silencio porque ese era un lugar de trabajo donde no se podía gritar, correr o llorar.
Emma resultó ser una niña extremadamente condescendiente y con un apego especial a ese abuelo que la llenaba de cariño y atención.
Durante tres años Cesare no se separó de su oficina, delegando al primo todos los viajes y conferencias, ya que en ese momento todavía se llevaban bien.
Después llegó la escuela, el colegio y las vacaciones de verano en la casa en el lago de la familia de Giulio en Deschutes County, donde la esposa Renata reunía a todos los nietos menores de quince años para hacerlos jugar y divertir juntos bajo su severa supervisión.
Aunque si era muy rígida y estaba llena de reglas, las vacaciones en el lago eran el momento más hermoso del año para Emma. Solamente allí podía estar con sus primos de primero, segundo o tercer grado y divertirse corriendo, jugando, gritando, ensuciare, tirare al agua incluso vestida… una decena de jóvenes Marconi para disfrutar de la inmensa finca a los pies de las Cascade Mountains.
Todo hasta hacía doce años atrás. Luego no hubo más fiestas ni carcajadas.
Emma todavía recordaba su cumpleaños número trece.
Había llorado a escondidas de su abuelo porque extrañaba la fiesta en el lago con todos sus primos.
¡También recordaba su último cumpleaños en el que sus primos Salvatore y Aiden la habían secuestrado a las siete de la mañana de su cama, para luego llevarla en brazos hasta el lago y tirarla en el agua gritándole “Feliz Cumpleaños!”.
El agua le entraba por la nariz, por la boca y por las orejas, pero nada le había impedido a Salvatore continuar, había regresado astutamente a la casa, bajo el ala protectora de la abuela Renata.
Sólo Aiden se había quedado. Él se quedaba siempre. Cerca de ella.
“ ¿Y ahora qué vas a hacer? ¿Me exprimirás como un trapo o me colgarás en algún lugar para que se seque como una sábana?”, le había preguntado Emma fingiendo estar enojada.
“ No, te quiero besar”, le había respondido simplemente Aiden acercándose y posando delicadamente los labios sobre los suyos, antes de darle tiempo a reaccionar.
Fue un pequeño y tímido beso, pero eso había alcanzado para hacer delirar a Emma.
Ese fue su primer beso y haberlo recibido justamente de Aiden había sido el regalo más hermoso.
Cuando él se separó de ella, parecía estar avergonzado y sentirse culpable, como si hubiera osado hacer algo prohibido, pero la amplia sonrisa en el rostro pecoso de Emma y sus ojos brillosos que lo habían mirado lleno de cariño había disipado cualquier duda. Con más coraje, volvió a besarla con más seguridad y, cuando Emma lo rodeó con sus brazos alrededor del cuello, había sentido que el corazón latía más rápido aún.
Para Emma ese momento fue como un sueño.
“ Ahora estamos juntos, ¿verdad?”, le había preguntado la muchachita ingenuamente.
“ No sé si podemos.”
“ ¿Por qué?”
“ Eres mi prima.”
“ Sí, pero no en primer grado, por eso creo que se puede.”
“ Entonces está bien, pero tiene que ser un secreto.”
El día había pasado espléndidamente y nadie se había dado cuenta de nada, ya que Emma y Aiden eran inseparables desde mucho antes.
Sin embargo, para Emma ese idilio había durado sólo un día, antes de darse cuenta de que una vez terminado el verano no habría vuelto a ver a su noviecito hasta el próximo