Breve historia de los cineastas del Caribe colombiano. Gonzalo Restrepo Sánchez
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El archipiélago caribeño toma el nombre de Antillas (Antilia), a la llegada de los españoles a América. Este era el nombre de una de las islas del Océano Atlántico que se puede observar en los mapas de los primeros años de la Edad Moderna. Pero retornando a la formulación inicial sobre qué es Caribe, se pueden obtener algunas bases geohistóricas interesantes al revisar la cuestión de la identidad mediante el acto de nominación del otro, o sea la alteridad, pues con esto se sugiere que “Caribe es ante todo uno de los problemas filosóficos modernos” (Avella, 2001).
En otro desarrollo conceptual, el etnólogo francés Paul Rivet, pionero de la antropología en Colombia, estimó que el foco de origen de los Caribes fueron las Guayanas. Por su parte, Luis Duque Gómez, Sergio Elías Ortiz y Álvaro Chávez aseguran que su centro de dispersión fue Brasil; origen, a su vez, planteado en 1809 por Francisco González Suárez, Obispo de Quito. Así mismo, Sourdís (2001) refiere que:
Rivet, en 1943 propuso como característica distintiva de los que él llamó Karib, la deformación de la pantorrilla, y a veces del brazo, que lograban mediante ligamentos que se colocaban debajo de la rodilla y encima del tobillo para forzar un mayor abultamiento del músculo. Rivet se fundamenta en diversas estatuillas y piezas de cerámica que muestran la deformación, encontradas en distintos sitios, desde la cuenca del Amazonas, a través de los ríos y planicies cálidas de Venezuela y Colombia; hasta llegar a las costas del Caribe y a las Antillas Menores (p. 30).
No hay certeza, pero en el momento en que se empezó a hablar de Mar Caribe, hay que remitirse a Juan de la Cosa. Dibujó el primer mapa de América en el año de 1500, habló de Mare Oceanum. Los mapas de los siglos XVI y XVII, hechos por cartógrafos españoles, holandeses y franceses traen esta denominación. El nombre «Caribe» en la cartografía lo encontramos por primera vez en un mapa de 1656, de N. Sanson D’Aberville, un cartógrafo del Rey de Francia, quien sitúa a los indios Caribes o caníbales, en las cercanías de la desembocadura del Orinoco (…) La denominación de Caribbean Sea (Mar Caribe) la encontramos por primera vez en un mapa de 1756 trazado por Juan Bautista de Burguignon D’Anville, uno de los más célebres cartógrafos del siglo XVIII. Los mapas de comienzos del siglo XIX, hablan indistintamente de Mar de las Antillas o Mar Caribe (Sourdís, 2002, pp. 31-32).
El Caribe y Macondo
La costa Atlántica —con una extensión de 132.288 Km2 que representa el 11.6% de territorio nacional con ocho departamentos—, es el Caribe colombiano y nos desafía a un escenario afín al de los habitantes de Macondo, en los primeros tiempos cuando, para designar las cosas era suficiente señalarlas con el dedo (Avella, 2001). Asimismo, nos permite crear un contraste con el interior andino colombiano.
Sobre el significado de Macondo, del documental de una hora Macondo (My Macondo, Dan Weldon, 1990), vale la pena recordar la aparición, al final, de Gabo y su frase: —Macondo es un estado del alma.
De acuerdo con el texto El misterio de los Buendía. El verdadero trasfondo histórico de Cien Años de Soledad (2003) de Guillermo Henríquez Torres —quien aparece en el documental de Dan Weldon—, para Gabriel García Márquez hubo tres macondos: Aracataca, Barranquilla y Ciénaga, siendo este último el que le dio el mayor número de los relatos1. Existen muy pocos cineastas caribeños que, antes del año 2003, hayan rodado en celuloide sobre el Nobel de Literatura colombiano y sobre ese Macondo.
De todas formas algunos filmes se pueden citar, como Patria de la soledad (Pinzón, 1975), un documental de doce minutos, en el que el cineasta se introduce en la Aracataca donde Gabo nació; en la cinta Del viento y del fuego, de Adolfo García Videla y Humberto Ríos (1983), se registra cómo fue el rodaje de Eréndira, de Ruy Guerra (1983); en Diario de Macondo de Fernando Birri (1988), el argentino —de forma concisa— filma cómo fue el rodaje de Un señor muy viejo con alas enormes. Acerca del filme documental de la Televisión Metropolitana, Canal 22, con la colaboración de Irene Soto Amaya, Patricia Castaño y Jean Stups, el escritor García Márquez habla sobre sus argumentos y guiones.
Gabriel García Márquez: la magia de lo real (1982) es un video de sesenta minutos que, según la reportera de la Televisión Española Ana Cristina Navarro, es un documental que tiene tres etapas bien diferentes: finales del siglo pasado con la guerra civil; los años veintes con la llegada —en 1928— de la United Fruit Company; y los años de la violencia, que son secuela de El bogotazo. Otras películas documentales son: Macondo, sinfonía caribeña de Raúl García R. Jr. (1992), con un metraje de una hora; Gabriel García Márquez: La escritura embrujada, de Yves Billon y Mauricio Martínez-Cavard (1998) y el bien intencionado cortometraje de animación caribeño La llegada de Melquíades a Macondo, de Mauricio García Matamoros (2014), del Programa de Cine y Audiovisuales de la Universidad del Magdalena. En este trabajo, la voz en off es del director del Programa de entonces, el cineasta ‘Pacho’ Bottía; y la producción de la joven Michelle Hawkings Duica. De todas formas, en el libro de Gonzalo Restrepo Sánchez, Gabriel García Márquez y el cine ¿una buena amistad? (2001a), existe un amplio estudio de los asuntos de Gabo en el cine.
Aracataca–Decreto 0480
Pero si muy poco se filmó sobre Macondo por aquellos años, no menos triste era la situación de Aracataca. Un día 13 de marzo del año 1996, y gracias a los gestores culturales —quienes aun persisten en el empeño de un pueblo, al parecer, sin futuro—, a la alcaldía y a los habitantes de este municipio del Magdalena, el Gobierno Nacional —mediante decreto 0480 firmado por la Ministra de Educación de entonces, María Emma Mejía—, declaraba Monumento Nacional la casa natal de Gabriel García Márquez. De la ministra, dos referentes cinematográficos: Bienvenida a Londres (Mejía y Mayolo, 1980) un cortometraje de doce minutos sobre un caso del archivo diplomático, rodado en 35 mm y Ana Lenoit (Mejía, 1984), un cortometraje de veintiún minutos basado en la vida de la heroína francesa y protagonizado por María Eugenia Dávila (recordada en la cinta María Cano, de Camila Loboguerrero, 1990) e iluminado por el barranquillero Jorge Ruíz Ardila.
De todas formas, si en pleno año de 2018 su sala de cine Teatro Olympia —de don Antonio Laconte, el Pietro Crespi en Cien años de soledad— apenas se mantiene de pie, y si bien Iguarán alegaba en el 2003 el estado lamentable y de abandono de la torre de la iglesia San José, la casa de Gabo, la Estación del Ferrocarril y la casa del telegrafista, hoy en día el escritor y gestor cultural cataqueño Rafael Darío Jiménez (autor de La nostalgia del Coronel, 2016) es el actual director de la casa Museo Gabriel García Márquez, y con su tesón ha logrado muchas cosas para desarrollo de la cultura del municipio.
Primeras proyecciones
Así pues, tras este paréntesis —pertinente, por lo demás—, yretomamos la cuestión inicial sobre dónde y cuál fue la primera función de cine dentro de la noción del actual territorio colombiano. Cuando el médico cartagenero Manuel Amador Guerrero —primer presidente de Panamá— con la ayuda de los Estados Unidos, un 3 de noviembre del año de 1903, proclama la independencia del territorio panameño, las ciudades de Bucaramanga y Cartagena de Indias pugnan por ser ese primer lugar. Trashumantes y estacionarios empresarios incluyen el proyector de los hermanos Lumière y el Vitascopio de Edison en las representaciones que llevaron por varias ciudades de Colombia: Ernesto Vieco, Salvador Negra y Pagés; en Barranquilla, Cartagena de Indias y Bogotá.
Los historiadores de cine colombianos: Hernando Martínez Pardo (1935–2015), Carlos Álvarez (1982) o Diego Rojas Romero, no señalan una fecha precisa; don Hernando Salcedo Silva, en su texto Crónicas del cine colombiano 1897-1950, no se obliga para nada. De todas formas hay quienes creen