Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito
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Si bien estos modelos son útiles para explicar la generación de conocimiento en la empresa y con ello estimularla, no toman mucho en cuenta otras instituciones como las universidades y centros de investigación, que también contribuyen a la creación, transformación y transferencia de conocimiento a la empresa, y tienen un impacto importante en sus procesos innovadores. Estos aspectos han sido considerados dentro de la economía de la innovación, cuando se piensa en procesos interactivos y en sistemas de innovación, lo que se discute en el siguiente apartado.
En todo el mundo se han hecho investigaciones sobre la relación entre el diseño organizacional y la gestión de conocimiento por economistas, psicólogos, sociólogos, administradores, que han contribuido a la comprensión de cómo se diseñan y funcionan las formas de gestión en las organizaciones para que se mejoren los niveles de transferencia de conocimiento, innovación y aprendizaje (Myers, 1996: 1). El conocimiento de las organizaciones se define como la información procesada contenida en rutinas y procesos que permiten la acción. En su aspecto central, el conocimiento debe ser visto como incorporado al elemento personal o humano. El conocimiento reside en la cabeza de las personas, por lo que los individuos deben identificarlo, interpretarlo e internalizarlo. Para que el conocimiento provea a la empresa de una ventaja competitiva sostenible, debe ser independiente de los individuos (Myers, 1996: 2); es decir, debe ser compartido por todos. De ahí que Myers sostenga que el diseño organizacional es fundamental, ya que permite a un grupo de personas combinar, coordinar y controlar los recursos y actividades —en este caso el conocimiento— para producir valor en la forma apropiada al ambiente que le compete a la empresa.
La “nueva economía” y la economía de la innovación
La nueva economía
La naturaleza de la economía mundial está cambiando hacia un nuevo modelo, ya que la globalización ha conducido a una mayor interdependencia de los países y por ende al surgimiento de una nueva economía. La creciente interdependencia entre las economías y las regiones, afirma Cimoli (2000), a través del incremento de flujos comerciales y financieros combinados con los problemas institucionales locales, está afectando el modelo tradicional de producción de conocimiento y los procesos de innovación.
Con la creciente internacionalización de la economía y de la producción, el mejoramiento de las capacidades se relaciona cada vez más con la habilidad para acceder a redes internacionales, que es donde se produce el conocimiento y la tecnología. En el nivel de los modelos sectoriales, estos cambios aparecen como un giro en el comportamiento productivo y organizacional de los agentes económicos: de una producción basada en habilidades físicas intensivas a una producción intensiva en conocimiento.
Desde una perspectiva meramente económica, el conocimiento puede ser concebido como un insumo o competencia, o como resultado o innovación de los procesos productivos. La idea de que el conocimiento desempeña un importante papel en la economía no es nueva. Como se expuso en una sección anterior: en el pasado muchos economistas clásicos centraron su interés en el conocimiento incorporado en los bienes de capital; de igual forma, durante la primera mitad del siglo XX, varios economistas neoclásicos plantearon que los cambios en el conocimiento conducían a cambios en la función de producción, pero estos conocimientos sólo fueron considerados como contribuciones “exógenas” al desarrollo económico (Solow, 1979). En consecuencia, fue hasta la década de los setenta, en el marco de un acelerado proceso de globalización y la explosión de nuevas tecnologías, que un creciente número de autores empezó a considerar cada vez más al conocimiento como un componente “endógeno” del desarrollo económico, para postular que en la nueva economía el conocimiento se ha vuelto el factor clave de la producción. Por lo tanto, las economías que tradicionalmente se habían concentrado en los bienes de capital y el trabajo homogéneo como importantes factores de la producción, ahora se esfuerzan por participar en la generación, distribución y uso del conocimiento (Coombs, et al, 1996: 9).
Economía basada en conocimiento y economía del aprendizaje
El concepto de economía basada en conocimiento, para Cimoli (2000: 6), es el resultado del reconocimiento de que el conocimiento incorporado en los seres humanos (capital humano) y la tecnología han sido siempre centrales para el desarrollo económico. Pero sólo es en los años más recientes que se ha otorgado mayor importancia a la producción de conocimiento. Hoy en día la economía mundial es mucho más dependiente de la producción, distribución y uso del conocimiento como nunca antes.
El término economía basada en el conocimiento o economía del aprendizaje, deriva del pleno reconocimiento del papel que desempeña el conocimiento y las nuevas tecnologías —particularmente las tecnologías de la información y la comunicación, in extenso (TIC)— en las economías modernas (Foray y Lundvall, 1996: 9). En otras palabras, las economías basadas en el conocimiento o el aprendizaje son economías que se apoyan directamente en la producción, distribución y uso del conocimiento y la información.
Se ha sostenido (Guile, 2001: 470) que la nueva economía del conocimiento se caracterizará, entre otras cosas, por: 1) un “modo informacional de producción” (Castells, 2001); 2) las personas más que los factores tradicionales de producción (trabajo y capital) se convertirán en el principal recurso de valor y crecimiento económico en este nuevo tipo de capitalismo (Drucker, 1994); 3) como consecuencia de lo anterior, en el futuro un número creciente de las actividades productivas demandará cada vez un mayor uso de las capacidades intelectuales y creativas de los trabajadores; 4) el sector del conocimiento estará localizado cada vez más fuera del sector manufacturero, tendiendo a concentrarse en los sectores de servicios comerciales y personales (Bell, 1976); 5) los profesionales (investigadores, científicos, ingenieros, técnicos y administradores) altamente educados, constituirán los “trabajadores simbólicos” (Reich, 1993), quienes deberán tratar con procesos de información complejos; participarán en la creación de productos y procesos innovadores, y orientarán su actividad hacia diferentes sistemas tecnológicos (redes locales, sistemas expertos o sistemas de producción integrada por computadora), y 6) las universidades desempeñarán un papel central en la economía del conocimiento, como formadoras de un nuevo tipo de trabajador del conocimiento y el desarrollo de la investigación básica y aplicada, los cuales estarán fuertemente vinculados a los sectores de la nueva economía (Carnoy, 1994; Castells, 1994).
La hipótesis que se encuentra detrás de la “economía basada en el conocimiento” o “economía del aprendizaje” es que “la tasa de cambio y por tanto la necesidad por un aprendizaje rápido se ha incrementado”. De esto se sigue que lo que importa para el desempeño de la economía no es tanto el conocimiento que poseen los agentes y organizaciones en un momento determinado, sino sobre todo la capacidad de aprender (y olvidar). En consecuencia, el aprendizaje y particularmente el aprendizaje de nuevas competencias y habilidades es un “proceso interactivo” (Lundvall, 1992: 21).
Aunque muchos rasgos de la economía del conocimiento o del aprendizaje se sustentan en el creciente uso de tecnologías de la información y la comunicación, no debe confundirse con la llamada sociedad de la información. Por una parte, las TIC proporcionan a la economía basada en el conocimiento una nueva y diferente base tecnológica que modifica sustancialmente la producción y distribución del conocimiento; por la otra, facilitan su adaptación al sistema de producción. Pese a esta interacción, una de las características distintivas de la economía del conocimiento es la necesidad