Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo. Gonzalo Varela Petito

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Instituciones, sociedad del conocimiento y mundo del trabajo - Gonzalo Varela Petito

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and the global knowledge economy. A triple helix of university-industry-government relations, Londres, Cassell Academic, pp. 11-20.

      Sutz, Judith y Rosalba Casas (1999), “The place of research in the changing pattern of university, industry government relations: The Latin American experience” (ponencia inédita).

      Teece, David J. (1981), “The market for know-how and the efficient international transfer of technology”, The Annals of the Academy of Political and Social Science, noviembre, pp. 81-96.

      Teece, David J., Gary Pisano y Amy Shuen, (1990), “Firm capabilities, resources and the concept of strategy”, CCC Working Paper, núm. 90-89.

      Tilak, Jandhyala B. G. (2002), “Knowledge society, education and aid”, en Compare, vol. 32, núm. 3, pp. 297-310.

      Van Vught, Frans (1999), “Innovative universities”, Tertiary Education and Management, núm. 5, pp. 347-354.

      World Bank (1998/1999), World development report. Knowledge for development, Washington, World Bank-Oxford University Press.

      Ziman, John (2000), Real science. What it is, and what it means, Cambridge, Cambridge University Press.

      Notas del capítulo 1

      2

      Mario Cimoli, Annalisa Primi

      Introducción

      Durante los años sesenta y setenta se originó un amplio debate sobre los factores que explican la creación y difusión de capacidades tecnológicas. La literatura económica más ortodoxa atribuyó a la demanda de tecnología y conocimiento proveniente del sector productivo un papel determinante en el desarrollo de las capacidades tecnológicas de un país o una industria. Por otra parte, la posición más cercana al mundo científico opinaba que fuese la oferta de tecnología y conocimiento, proveniente fundamentalmente del sector público, el motor de impulsión para la generación de mecanismos de creación y difusión de conocimiento (Schmookler, 1962; Rosenberg, 1976; Mowery y Rosenberg, 1979; Freeman, 1982; Dosi, 1984; Walsh, 1984).

      A partir de los años ochenta se reconoció, con base en experiencias empíricas, que la capacidad tecnológica está asociada a un conjunto de interacciones y acciones que van más allá de los simples incentivos demand pull (provenientes de la demanda) o technology push (resultantes de la oferta de conocimiento) (Cimoli y Della Giusta, 2000). Desde ese entonces la innovación pasó a ser definida como un proceso interactivo, que vincula a agentes que se desempeñan conforme a los incentivos provenientes del mercado, como las empresas, con otras instituciones que actúan de acuerdo con estrategias y reglas que no responden a esos mismos mecanismos de mercado. El conjunto de agentes, instituciones y normas en el que se apoyan los procesos de incorporación de tecnología se ha denominado sistema de innovación; generalmente sistema nacional de innovación (SNI). Es el SNI el que determina el ritmo de generación, adaptación, adquisición y difusión de conocimientos tecnológicos en todas las actividades productivas (Freeman, 1987; Lundvall, 1992; Nelson, 1993).

      Según este enfoque, se considera que los principales componentes de un sistema nacional de innovación se presentan y están articulados en tres niveles diferentes y que cada uno de ellos ofrece un marco distinto para elaborar y promover las políticas económicas (Cimoli y Dosi, 1995). En primer término, las empresas y el sistema productivo son un recipiente crucial (aunque no exclusivo) de conocimientos, que en buena medida están incorporados en rutinas operacionales y que con el paso del tiempo sufren modificaciones según reglas de conducta y estrategias de mayor nivel (actividades de investigación, decisiones de integración vertical y diversificación horizontal, etc.). En segundo lugar, las mismas empresas participan en redes, y mediante ellas, se vinculan a otras empresas, así como a instituciones sin fines de lucro, organismos del sector público, universidades y organizaciones dedicadas al fomento de las actividades productivas. Tanto las características de articulación de las redes como las políticas dedicadas a mejorar el entorno en que se desarrollan las actividades científicas y tecnológicas cumplen un papel fundamental respecto de las empresas, al fortalecer o restringir las oportunidades de mejorar sus capacidades tecnológicas. Por último, en el ámbito más amplio del país, las conductas microeconómicas quedan enmarcadas en redes, donde se produce el conjunto de efectos macroeconómicos, relaciones sociales, reglas y restricciones políticas.

      La generación y adopción de conocimiento y tecnología constituye así un proceso de carácter sistémico y de interacción en redes que depende de un conjunto de sinergias y externalidades de diversas clases que va más allá de los incentivos provenientes de la oferta y la demanda de conocimiento. Bajo este enfoque, las oportunidades y los obstáculos tecnológicos, las experiencias y habilidades, adquiridas por los diferentes agentes del sistema de innovación y que fluyen a través de éste de una actividad económica a otra, establecen un contexto específico para cada país o región, que hace necesario, en el ámbito tecnológico, el diseño y coordinación de una amplia variedad de políticas e instrumentos.

      Con el proceso de apertura y globalización la importancia de las redes dentro de los sistemas económicos se hace más relevante tanto en los procesos de organización y gestión de la producción, como en la generación, difusión y acumulación de conocimiento y capacidades tecnológicas; en efecto, la accesibilidad al conocimiento, codificado y no codificado depende del posicionamiento estratégico de los agentes en la redes y del tipo de especialización asignado a cada actor por los vértices de la jerarquía. La inserción en una posición dominante en la jerarquía de las redes garantiza a las empresas el dominio de los mecanismos de decodificación y de traducción del conocimiento que les brinda una ventaja en términos de capacidad para generar dinámicas de aprendizaje y de acumulación de conocimiento. Por el contrario, la exclusión de las redes o una posición marginal en las mismas (que resulta del modelo de especialización de los procesos productivos) constituye una barrera que impide la posibilidad de aprovechar las ventajas dinámicas relacionadas con la creación y difusión del conocimiento.

      Las

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