Las contradicciones de la globalización editorial. Johan Heilbron

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Las contradicciones de la globalización editorial - Johan  Heilbron

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Venezuela.

      Las primeras coediciones en Écrits des Forges se remontan, también, a mediados de los años ochenta. En 1985, el editor firmó un primer acuerdo con Castor Astral, varios autores de la editorial participaron en el Mercado de la Poesía de París y Gaston Bellemare lanzó el Festival Internacional de Poesía en Trois-Rivières. Durante los diez primeros años se realizaron acuerdos principalmente con editores francófonos, lo cual implicó, además, poner en el mercado productos derivados de la poesía (casetes de audio, afiches, camisetas, entre otros). A partir de 1991, Gaston Bellemare viajó todos los otoños a México. En 1992 editó por primera vez un título de un poeta mexicano. En 1996 lanzó su primera antología bilingüe francés-español que fue vendida en ambos mercados. Aunque sus principales socios siguieron siendo francófonos, los contratos se extendieron también a Finlandia, Eslovenia, Rumania y Cataluña. Implementó diversas modalidades, que no siempre incluían la coimpresión. Según Gaston Bellemare, desde hace tres o cuatro años, varios socios, en particular aquellos localizados en países alejados (como Colombia o México) o en desarrollo (de África o de Europa del Este), prefieren recibir los archivos electrónicos e imprimir el título de manera separada, con lo cual suprimen los costos de transporte, de cambio y de aduana.

      Del estudio de estos discursos sobre la coedición y de las prácticas mismas se pueden extraer varias observaciones. En primer lugar, la experiencia de estos tres editores basta para mostrar que la coedición puede tomar múltiples formas, que van desde el doble etiquetado con una tirada y, por tanto, un producto final común (Leméac y Écrits des Forges), al doble etiquetado sin tirada común (Écrits des Forges) o a la publicación de ediciones paralelas (Boréal). A medida que se diluyen los signos tangibles de la asociación, la coedición llega a confundirse con la cesión de derechos. La única distinción (para el observador externo) será la adición de una nota muy discreta: «En coedición con…», en una página que los lectores casi no leen (la página legal), a condición, por supuesto, de que esta adición sea imperativa y sistemática, lo que queda por definir. ¿Este desplazamiento y la ambigüedad que implica son el signo de un uso abusivo del término coedición por parte de algunos profesionales o bien el de una evolución de las prácticas? Este estudio nos lo dirá a continuación.

      Aunque los editores quebequeses practican y piensan la coedición de diferentes maneras, todos coinciden en un punto: la valorización sistemática de esta estrategia. Todos los discursos, al menos los discursos públicos sobre la coedición abordan esta práctica en términos extremadamente positivos. En resumen, la coedición es necesaria, es deseable y debe ser fomentada. Sin embargo, la coedición de la que se habla en estos discursos remite, por lo general, a una realidad bastante precisa en tres aspectos. En primer lugar, es considerada ante todo en relación con otros países francófonos, en particular Francia. En otras palabras, al hablar de coedición en Quebec, se está remitiendo a acuerdos con otros editores de lengua francesa. La coedición con editores de otras lenguas suele ser mencionada en un segundo plano, y solo desde hace algunos años. Asimismo, estos discursos asocian la coedición sobre todo al ámbito de la literatura. Aparte de escasas menciones que aparecen en la prensa profesional, los nombres citados como ejemplo son los de los editores literarios (Leméac, Boréal o Écrits des Forges). Esta asociación entre coedición y literatura la ratificó un informe sobre las relaciones Francia-Quebec, realizado por el Ministerio de Relaciones Internacionales de Quebec en el 2002:

      Mencionemos, por último, que la coedición siempre ha estado presente como una estrategia de exportación, una manera de difundir la literatura nacional en el extranjero. Incluso Gaston Bellemare, que defiende y practica la coedición de «ida y vuelta», no escapa del todo a la regla. Ante la pregunta «¿por qué coeditar?», planteada por un profesor de la Universidad de Sherbrooke, como introducción a una conferencia sobre el tema, pronunciada ante un grupo de estudiantes, el editor responde espontáneamente: «Para vender los libros». Solo en un segundo momento, luego de haber explicado la manera como la coedición permite bordear los límites inherentes al mercado quebequés (pocos lectores, largas distancias, tarifas exorbitantes impuestas por Poste Canada, presencia masiva de libros franceses en las librerías), el editor abordará la cuestión de la reciprocidad de los intercambios culturales, como si esta faceta se derivara de alguna manera de la anterior.

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