Las contradicciones de la globalización editorial. Johan Heilbron
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André Schiffrin había denunciado la intrusión del financista y magnate de la prensa autraliana Rupert Murdoch en el mundo de la edición estadounidense en su panfleto de 1999. Censuró, además, las dádivas concedidas por HarperCollins al conservador inglés Jeffrey Archer: treinta y cinco millones de dólares en avances por tres novelas policiacas88 y cuatro millones y medio de dólares dados a Newt Gingrich, el portavoz de la Cámara de Representantes por sus Mémoires89. En uno y otro caso, la política, la ideología y la economía eran compatibles, pues el desde entonces millonario estadounidense concedía las mismas ventajas a la hija de Deng Xiao Ping por la traducción de una biografía de su padre. De forma abierta esperaba del dirigente chino facilidades para su satélite y su red de cable Sky, a cambio, se comprometió a censurar las noticias de la bbc News recibidas en China90, al igual que lo hizo Google recientemente para volverse el motor de referencia de este inmenso país. Ello nos lleva a hablar del segundo panfleto de André Schiffrin, Le Contrôle de la parole, en el que denuncia la adquisición de los medios más importantes por parte de los mercaderes de armas franceses, Lagardère y Dassault91.
Como sabemos, en Italia la situación es aún más grave, porque el presidente del Consejo, Silvio Berlusconi, controla una gran parte de la información, y en Estados Unidos, la derecha más conservadora aumentó su dominio sobre la televisión, la radio y la prensa escrita, con lo cual se constata el resurgimiento de dichas ideologías a principios del siglo xxi. La cobertura mediática de la primera guerra del Golfo, en 1991, ya había mostrado los estragos que podía causar una prensa dominada por uno de los bandos presentes, pero la segunda, que vio al ejército estadounidense literalmente «embarcar» a los periodistas en los tanques para hacerles experimentar en vivo y en directo el acontecimiento, demostró definitivamente la nocividad de una visión maniquea y satanizante de las relaciones entre naciones. Como el imperio del mal soviético se había derrumbado, convenía sustituirlo por otro para seguir imponiendo la hegemonía de Estados Unidos en el mundo.
En este punto de la reflexión se debe mencionar que la conjunción entre las motivaciones económicas, políticas e ideológicas es tan grande que la financiarización del planeta, que parece ser la tendencia fuerte —el trend— de estos últimos quince años, no puede considerarse la única explicación para los fenómenos que acompañan la globalización editorial.
Luego de la compra de Time Warner Book Group por parte de Hachette Livre, se constataba claramente cómo este nuevo gigante mundial consolidaba su ambición de estar presente en el mundo angloparlante y, asimismo, confirmaba su afianzamiento en España y, por extensión de esta zona lingüística, en Suramérica. Gracias a ello, encontramos parte de las orientaciones que condujeron en el periodo 1998-2000 a aol-Time Warner, News Corporation, Walt Disney, Paramount Viacom, Comcast, Bertelsmann y Vivendi Universal a privilegiar los mercados de la educación y del entretenimiento —educainment— y a difundir sus producciones impresas, cinematográficas y televisivas en las lenguas más rentables del planeta, en orden de prioridad: inglés, español y francés92.
La intensión del motor de búsqueda Google para digitalizar millones de volúmenes en inglés procede de la misma orientación estratégica, al igual que la costumbre de los dibujantes de dibujos animados de Walt Disney de trabajar en armonía con los servicios de los restaurantes McDonald’s antes de lanzar una película, con el fin de que las hamburguesas y las papitas estuvieran acompañadas de los muñecos de plástico con los que se popularizaba cada nuevo dibujo animado93. Convertido en el primer productor de juguetes de Estados Unidos, el grupo Walt Disney entendió a la perfección las ventajas de la cooperación con el distribuidor más grande de comida rápida del mundo. Gracias a estos intereses compartidos, uno y otro tuvieron el poder de imponer al mundo, desde Nueva York a Moscú, desde Pekín a Nueva Delhi y desde Santiago de Chile a México, sus productos simbólicos que daban cuenta de un universo globalizado.
Sin embargo, nada sería más falso que manifestar a partir de este análisis el triunfo de tal o cual empresa sobre sus competidoras. El estudio de los movimientos, a menudo erráticos que han conocido la edición mundial desde hace quince años, confirma el carácter siempre provisional de los equilibrios que se presentan en un momento dado. Toda clasificación y todo hit-parade en este asunto está sometido al riesgo de verse desmentido apenas se seca la tinta con que se escribe. Desde este punto de vista, la financiarización generalizada del planeta combate toda voluntad hegemónica de los individuos y de Estados Unidos.
En estos últimos meses hemos visto cómo Carl Icahm, el investigador bursátil que quería desmantelar Time Warner, fracasó; mientras que la situación de Walt Disney peligró por los serios reveses que tuvo y que se hicieron más graves cuando su subcontratista habitual, el estudio Pixar, le arrebató una parte de su liderazgo. La posesión de China de una cantidad considerable de bonos del tesoro estadounidense hace de este país el verdadero protector del billete verde, pero también el amo temido de su estabilidad.
En un mundo donde tan pronto como se constata una evolución desaparece y cede su lugar a otros movimientos, aún inexplicables cuando se hacen evidentes, se impone una gran prudencia en materia de diagnóstico. Analizamos ciertos cambios, como la aventura estadounidense de Bertelsmann, parcialmente interrumpida por la familia mayoritaria de accionistas. Podríamos haber tomado otros casos que también muestran cómo el modelo de interpretación del campo editorial —el oligopolio de franja competitiva— está cambiando bajo los ataques violentos de la famosa «creación de valor para el accionista». Esto hace más necesario que nunca continuar con la vigilancia crítica de todos los que piensan que la diversidad cultural sigue siendo el arma más eficaz contra todos los big brothers del pasado y del porvenir.
Bibliografía
Bödselmann, Franck y Hersch Fischler. Bertelsmann: Hinter der Fassade des Mediensimperium. Fráncfort: Eichhorn ag, 2004.
Bouvaist, Jean-Marie. «Crises et mutations de l’édition française». Cahiers de l’économie du livre, suplemento 3. París: Le Cercle de la Librairie, 1993.
Guillou, Bernard y Laurent Maruani. «Les Stratégies des grands groupes d’édition: Analyse et perspectives». Cahiers de l’économie du livre, suplemento 1. París: Le Cercle de la Librairie, 1991.
Mollier, Jean-Yves. «Jean-Baptiste Baillière, un éditeur homme d’affaires», en Jean-Baptiste Baillière, éditeur des livres médicaux et scientifiques, dirigido por Danielle Gourevitch. París: De Boccard, 2006.
Mollier, Jean-Yves. «Un siècle d’édition des Goncourt», en Les Goncourt dans